COLECCIONAR FOTOGRAFÍAS, UNA RUTA HACIA EL PLACER

Fotógrafo no identificado: Retrato de Fructuoso Rivera. Río de la Plata, circa 1865. Carte-de-visite, 7 x 5,9 cm.




Antonio Pozzo: Plaza de maniobras de los corazeros (sic) en Puan. (Expedición al Río Negro. Abril a Julio de 1879). Álbum con 38 fotografías, en torno a 26 x 38 cm. 



ABEL ALEXANDER

Historiador fotográfico argentino (n. 1943), investigador, restaurador, coleccionista y conservador de fondos fotográficos.

Es autor de numerosos libros, ensayos, catálogos y artículos sobre la fotografía histórica argentina. Desde hace décadas se desempeña como periodista especializado en fotografía antigua del diario Clarín de Buenos Aires.

Descendiente en 5ª generación del daguerrotipista y fotógrafo alemán Adolfo Alexander (1822-1881).

Curador de numerosas exposiciones sobre daguerrotipos y de antiguas fotografías a nivel nacional. Ha dirigido diversos Museos Fotográficos y Fototecas Históricas. En el año 1985 fue miembro fundador del Centro de Investigaciones sobre Fotografía Antigua en la Argentina "Dr. Julio F. Riobó".

Hacia 1992 inició junto a Miguel Ángel Cuarterolo y Juan Gómez los reconocidos Congresos de Historia de la Fotografía de trascendencia nacional e internacional a través de 12 encuentros.

Actualmente preside la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía (SIHF).

Durante 15 años organizó junto a Juan Travnik las exposiciones sobre fotografía histórica nacional en la FotoGalería del Teatro San Martín, de la Ciudad de Buenos Aires.

Desde el año 2006 y hasta 2018 se desempeñó como Asesor histórico-fotográfico de la Fototeca "Benito Panunzi" de la Biblioteca Nacional "Mariano Moreno", de Buenos Aires.

Ha editado diversas colecciones fotográficas como "La Fotografía en la Historia Argentina", "Escenas de la Vida Cotidiana”, "Un Siglo de Fotografía Argentina" y otros títulos sobre ésta temática histórica.

En septiembre de 2017 participó como co-autor y expositor invitado de la muestra "La Fotografía en Argentina (1850-2010). Continuidad y Contradicción" organizada por el J. Paul Getty Museum de Malibu, California.

Por Abel Alexander

En la historia de la fotografía argentina la interesante práctica de coleccionar nació con los primeros álbumes de carte-de-visite que, hacia las décadas de 1860/1870, trascendieron el ámbito familiar para incluir en sus hojas iniciales los retratos de las personalidades más destacadas en el ámbito nacional e internacional. Hoy verdaderos tesoros iconográficos, nos muestran la vida privada y social de la época.

Poco tiempo más tarde, aquellos álbumes construidos con dicha finalidad incluyeron fotografías de un tamaño más generoso, el portrait cabinet, y ganaron lujos en cuanto a su ornamentación. Verdaderas joyas decorativas, estos álbumes adoptaron monturas fundidas en bronce, cajas musicales y hasta minuciosas labores de orfebres hechas en plata incluyendo artísticos monogramas con las iniciales de sus dueños.

Y en la expansión del mercado de la fotografía, llegaron los álbumes de vistas, en su mayoría urbanas y con una incipiente presencia rural, aunque ello implicara hacer registros en la periferia de la ciudad de Buenos Aires, como lo realizó Christiano Junior con la toma de una composición familiar en el patio de un rancho, asemejándose a una escena típica del corazón de la pampa, obtenida en los límites con los territorios aún ocupados por los aborígenes. La práctica de movilizarse a territorios alejados con todos los equipos, reconoce como pioneras las cámaras de Esteban Gonnet y Benito Panunzi, quienes elaboraron sus propios álbumes de vistas fotográficas, incursionando en el interior del país con el registro de grupos de gauchos disfrutando de reuniones sociales luego de las duras faenas laborales.

En el apasionante mundo del coleccionismo decimonónico, a veces suceden hallazgos que erizan la piel, como el rescate de una completa colección de grandes albuminas sobre la Campaña al Desierto, obras realizadas con gran esfuerzo técnico por el mítico fotógrafo italiano Antonio Pozzo sobre aquella controvertida acción militar iniciada por el año 1879.

Estamos aquí en el reino de la albúmina y entre los clientes de aquellos profesionales que editaron sus colecciones encuadernadas y epigrafiadas, encontramos a los viajeros que regresaban a sus puntos de origen portando un recuerdo de estas tierras con personajes y escenas, para ellos cautivantes por lo exóticas.

Ya hacia las últimas décadas del siglo XIX la irrupción de las prácticas placas secas y copias en papeles a la gelatina de plata desarrolló aún más el negocio y el coleccionismo de imágenes fotográficas. Ahora sí, impulsado por verdaderos editores que compraban negativos de los profesionales diseminados por toda América del Sur y que hasta financiaban giras fotográficas. Estos empresarios iconográficos ofrecían la posibilidad de formar su propio álbum y los clientes seleccionaban las imágenes de su interés.

Hoy, a más de un siglo y medio de distancia, coleccionar aquellas conmovedoras fotografías patrimoniales, es rescatar y también preservar un legado histórico valioso. Instituciones públicas y privadas y un rico universo de coleccionistas particulares le dan vida a esta pasión que favorece nuestra mirada y comprensión hacia un pasado complejo.

En el mundo de la fotografía antigua, es un ejemplo la generosa participación de los coleccionistas que facilitan sin titubear su patrimonio para el estudio, la exhibición pública y las necesarias publicaciones históricas, conscientes que, de ese modo, se encuentran colaborando en la consolidación de esta nueva disciplina que ensambla arte e historia. Como ejemplo podemos citar a la Congresos de Historia de la Fotografía y las nutridas Memorias de los mismos.

La investigación minuciosa realizada en Hilario para referenciar cada obra que se ofrece a la venta, nos ha permitido avanzar sobre las biografías y producciones de numerosos fotógrafos activos en América Latina, aportando nuevos datos al soporte documental ya existente. En una decisión infrecuente, esta firma comercial ha editado ya siete Catálogos Fotográficos anuales que enriquecen a través de más de mil obras la información disponible y forman parte ahora de un corpus documental de fácil consulta.

Lo cierto es que ese desafío de catalogar cada fotografía que llega a Hilario, ha sido un motor de diálogo permanente con colegas del país y de otras naciones latinoamericanas. Además, el estilo profesional de esta librería y galería de arte y antigüedades, ya convertida en una prestigiosa casa de subastas, ha dado origen a la Biblioteca Fotográfica Miguel Ángel Cuarterolo -biblioteca de consulta creada en diciembre de 2013-, fuente de información ineludible, hoy formada con más de mil volúmenes.

El noble oficio de la fotografía cultivado desde sus orígenes por mis ancestros, me cuenta entre estos apasionados investigadores. Cultivo esta pasión desde hace largos años y reconozco que el camino trazado por "Hilario Artes Letras Oficios" y sus catálogos indizados, se asocia con total naturalidad con las obras publicadas por Ediciones de la Antorcha, al igual que con las Memorias de los Congresos de Historia de la Fotografía y las ediciones de Fundación ArtexArte, entidades pioneras que desde hace décadas se encuentran vinculadas a esta nueva disciplina histórica.


Notas

1. Carte-de-visite: Con el perfeccionamiento del sistema negativo/positivo, en 1854, Adolphe Disdéri patentó en Francia un método innovador que permitió popularizar las fotografías haciéndolas accesible hasta entre los públicos menos favorecidos, promoviendo la formación de álbumes especiales para atesorar estas imágenes en colecciones. Con una cámara de cuatro objetivos, se realizaban ocho retratos en poses diferentes sobre dos placas de negativos al colodión húmedo. El fotógrafo finalmente copiaba doce imágenes en papel a la albúmina montada en finas cartulinas, y en el estandarizado tamaño de 9 x 6 cm., que entregaba al cliente. Fue entonces que apareció la publicidad fotográfica impresa en aquellas cartulina con las referencias del estudio que las comercializaba.

2. Portrait cabinet: Formato universal que se inició en Inglaterra a partir de 1864, y cuya vigencia se extendió hasta el inicio del siglo XX; su mayor tamaño -16 x 11,5 cm.- desplazó finalmente a la carte-de-visite. Los tempranos portrait cabinet fueron copiados en papel albuminado y, hacia fines del siglo, en impresiones a la gelatina de plata. Este mayor formato permitió obtener en el campo de la retratística social mejores planos y la publicidad fotográfica ganó mayor espacio.

3. La técnica permitió utilizar unas placas secas similares a las conocidas hasta entonces, pero en lugar de estar impregnadas de colodión húmedo estaban recubiertas de gelatina al bromuro de plata. El sistema facilitó numerosos beneficios en cuanto a una mayor sensibilidad y comodidad en la manipulación del profesional, y a la posibilidad de emplearla meses después de su preparación. Así fue que en 1873 se creó una primera fábrica de estas placas en Liverpool, Inglaterra, desde donde se las comercializó para todo el mundo. Las copias nacidas a partir de estos negativos de vidrio son las hoy llamadas gelatinas de plata, o gelatino bromuro de plata.

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