Rescatando del olvido libros mutilados y manuscritos descartados. Se los estudia en ejemplares reutilizados en la imprenta y en la confección de antiguas encuadernaciones

Fragmentos empleados como refuerzo de encuadernación entre el enlomado. Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”.



Fragmento que sirvió como hoja de frasqueta e insumo de encuadernación. Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”.



Olga Soledad Bohdziewicz


Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como investigadora adjunta en el IIBICRIT (SECRIT) – CONICET. Es profesora de Filología Latina, Introducción al Estudio de Textos Latinos y Paleografía y Ecdótica en la Universidad de Buenos Aires.

 

Contacto: soledad.bohdziewicz@conicet.gov.ar 


Marcela Borelli


Doctora en Filología y Hermenéutica del texto filosófico por la Universidad del Salento y la UNSAM y Doctora en filosofía por la UBA. Actualmente se desempeña como investigadora asistente en el IHUCSO LITORAL – CONICET. Es profesora de Latín, Filosofía Medieval y Paleografía y Ecdótica en la Universidad de San Martín y la Universidad de Buenos Aires.


Contacto: mborelli@conicet.gov.ar


Por Olga Soledad Bohdziewicz - Marcela Borelli *

Uno de los aspectos del estudio del libro antiguo que actualmente está suscitando un renovado interés es el que se halla vinculado estrechamente con las consecuencias de la fragmentación. Los fragmentos de libros —y también de documentos—, en particular los de mayor antigüedad, siempre recibieron atención por parte de distintas disciplinas concernientes al estudio de textos, unas veces en su calidad de únicos testimonios supervivientes de alguna obra, y otras veces, por tratarse de las copias más tempranas conocidas y por ello más próximas a su original, para mencionar algunas de las cuestiones por las que suelen ser más frecuentados.

 

De igual modo, en el mundo del coleccionismo la fragmentación es un fenómeno bien conocido, ya que la adquisición de folios o partes de folios, en particular los que son apreciados por sus elementos decorativos, es sumamente común. Sin embargo, aquellos fragmentos provenientes de libros descartados y mutilados que se utilizaron para la confección de encuadernaciones de libros impresos entre los siglos XV y XVIII, por lo general, han sido más desatendidos. Y ello se debe, en parte, al hecho de que los que fueron en su momento cuadernos, bifolios o folios de libros manuscritos han sido reducidos en muchos casos a pequeñísimas porciones, a veces veladas en sectores de las encuadernaciones que sólo con un considerable deterioro de las mismas quedan al descubierto.

 

Al acudir a catalogaciones bibliográficas exhaustivas, realizadas con gran rigor, es muy usual que la presencia de fragmentos, incluso aquellos que sí pueden distinguirse fácilmente por hallarse en partes más visibles de encuadernaciones, como pueden ser las cubiertas u hojas de guarda, no se halle consignada en absoluto. Consecuentemente, poco o nada se ha indagado acerca de ellos para analizar qué libros fueron desechados para ser reutilizados con otros fines, si se pueden extraer conclusiones relativas a la antigüedad de esas copias, los géneros que representan y otras muchas cuestiones que interesan para poner en perspectiva histórica la circulación del libro.

 

El estudio de las encuadernaciones y de los fragmentos manuscritos o impresos que en ellas pueden encontrarse podría permitir, entre otras cosas, conocer si el libro recibió su encuadernación donde fue impreso, o si la recibió en el sitio en el que fue adquirido.

 

Como hemos mencionado, algunos fragmentos resultan visibles por estar localizados en partes externas, adheridos a la tapas o cubriéndolas a modo de camisa. Otros pueden hallarse en el interior entre la tapa y el bloque del texto, pegados totalmente a la contratapa o cumpliendo la función de hoja de guarda volante. En lo que respecta al bloque del texto, esto es, la reunión de los cuadernillos del libro, vamos a poder encontrar fragmentos que sirvan para reforzar esos cuadernos, especialmente el primero y el último. Suelen tener la forma de tiras longitudinales, de pie a cabeza, pero su tamaño puede ser muy diverso en largo y ancho. También podemos ver comunmente tiras colocadas en el interior del lomo, cubriendo dicha superficie con las costuras de los cuadernillos y sus hojas.

 

En el Tesoro de la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” (Argentina) encontramos un caso representativo de la utilización de tiras de pequeñas dimensiones. [Imagen 1] Bajo el título “Sobre el Eusebio”, que transmite la traducción y exégesis de la crónica de Eusebio de Cesarea, se transmite un texto del clérigo y humanista Alfonso de Madrigal, impresa en Salamanca por Hans Gysser entre 1506 y 1507. La obra fue publicada en cinco tomos, encuadernados en tres volúmenes. El examen del ex libris y de los sellos muestra que el libro perteneció a la biblioteca de Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, Marqués de Astorga († 1866). Luego se incorporó a la Biblioteca Nacional gracias a la donación de Manuel R. Trelles, director de esta entre 1875-1884. La encuadernación ha sido realizada en tapas de madera cubiertas en cuero marrón gofrado y, como otros volúmenes que le pertenecieron y que hoy se conservan en otras bibliotecas del mundo, tiene los cantos decorados. El deterioro de las hojas pegadas en el interior de la  tapa y contratapa -las retiraciones- deja hoy al descubierto varias tiras de pergamino que atraviesan perpendicularmente el bloque del texto entre las costuras de los cuadernillos. Por el estado de conservación sólo son visibles parcialmente de uno de sus lados, ya que las demás se encuentran pegadas a la hoja de guarda o a la tapa de madera.

 

Un examen de ellas nos muestra que el texto exhibido en estos fragmentos pertenece al corpus de las Novelas de Justiniano. También se advierten fragmentos de  manuscritos que exhiben una grafía gótica textual acaso del siglo XIV, posiblemente hispánica, lo que sería consistente con sus características, el origen del volumen anfitrión y su ámbito de circulación, aparentemente, restringido a España antes de alcanzar su destino actual en la ciudad de Buenos Aires.

 

 

La hoja de frasqueta


Un tipo peculiar de fragmentos da cuenta de más de una instancia de la reutilización de los libros descartados. Estos ejemplares, antes de haber sido reciclados como insumo de encuadernación, fueron utilizados como una herramienta en el proceso de impresión de texto en color, denominada “hoja de frasqueta”. Los antiguos impresores, al imprimir en dos o más colores, para evitar que las sucesivas impresiones a color mancharan la hoja en lugares no deseados, utilizaban fragmentos de pergamino o papel colocados en las frasquetas de las imprentas. Éstas eran marcos móviles que se plegaban sobre el tímpano con la función de preservar los márgenes y, al mismo tiempo, evitar que el papel se cayera o combara al ser presionado sobre la forma. Allí donde se quería que la tinta se transfiriera, se efectuaban los recortes necesarios para que el tipo entintado pudiera imprimir el papel, de modo tal de preservar las demás partes. Las sucesivas impresiones de color hacían que se acumulara la tinta roja sobre la hoja de frasqueta ocasionando las manchas rojas o el patrón rayado que hemos observado en otros ejemplares, incluso hasta apreciando en ocasiones que los cúmulos de tinta conservan aún el relieve de los tipos. Cada hoja de frasqueta podía ser utilizada para un único proyecto de impresión, luego de lo cual el pergamino era reutilizado como material de encuadernación.

 

Así lo observamos en otro volumen, también perteneciente al Tesoro de la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”, donde se halla precisamente un caso representativo de la utilización de un manuscrito desechado para el proceso de impresión primero, y luego para la encuadernación. [Imagen 2] El tomo undécimo de los Commentarii in evangelicam historiam et in acta apostolorum de Alfonso Salmerón, impreso en la ciudad de Colonia en 1604 por Anton Hierat y Johann Gymnich, presenta en su parte posterior un fragmento que se extiende desde el enlomado. De un lado, pueden verse con claridad pasajes que permiten identificar el texto con el Commentarium in Psalmos de Pedro Lombardo. Uno de los lados del folio muestra inequívocamente su uso en el proceso de impresión a color. Como consecuencia de las acumulaciones de tinta, esa cara del folio resulta difícilmente legible, aunque unas pocas palabras visibles permiten determinar que se trata del verso. También aquí nos encontramos con grafías góticas que podrían situarse en el siglo XIV. Por sus características es difícil imputar un mismo origen al manuscrito desechado [1] y al libro impreso en cuya encuadernación aquel fue utilizado, cuestión, muchas veces compleja de determinar tanto por la circulación de los textos manuscritos como por la práctica de comercializar los impresos en rama.

 

 

El estudio de fragmentos interpela a múltiples disciplinas relacionadas al estudio de manuscritos. Hoy se considera que la fragmentología reclama para sí un status de disciplina autónoma. Su relevancia estriba no sólo en la información que el fragmento preserva en tanto eslabón de una cadena textual, sino también por los datos que arroja respecto de qué tipos de obras eran reutilizadas con mayor frecuencia. En los dos ejemplos que hemos referido nos encontramos frente a obras de tipo legal y teológico de amplia circulación, cuyo uso era frecuente en las universidades de la Edad Media. La destrucción de manuscritos se halla asociada a cambios culturales de diversa índole, entre los cuales se cuenta el hecho de que al momento de su descarte hubiese a disposición versiones impresas de esas obras.

 

El advenimiento de la nueva tecnología de la imprenta, que dio lugar a la ventaja inédita de poner en circulación una gran cantidad de libros a un costo menor, fue a la vez causa de la prescindibilidad de muchos códices manuscritos cuyos vestigios, guardados en encuadernaciones de libros, esperan ser sacados del olvido por los lectores del siglo XXI.



Nota:

1. En este ejemplo, el manuscrito desechado primero se usó como insumo de impresión (para imprimir a color, como hoja de frasqueta) y después como insumo de encuadernación.


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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