“Nací en una suerte de Naciones Unidas creada y cultivada por mi abuelo paterno, Albert Shaw…en una espaciosa propiedad sobre la costa del río Hudson, en las afueras de Nueva York. Mis compañeros de niñez… fueron el grupo de personas a su servicio, las más cercanas, el jardinero que provenía del Sur de Italia y el carpintero finlandés que atendía las tres grandes casas a su cargo. La pareja que cocinaba y servía la mesa en el comedor de mi abuelo era negra, algo excepcional en nuestra comunidad. Mi abuelo había contratado a Willa y su marido en la finca del Sur del país, antes de que viajaran al norte para trabajar en su nueva casa allá. El galpón estaba repleto de tesoros, pequeñas reliquias de dos generaciones de adquisición y descarte. Me encantaba hurgar entre baúles, cajas y estanterías”.
Toda una profesión de fe de quien se convertiría en un gran coleccionista de arte, objetos de todas clases, y también de amigos y lugares.
En 1963 contrajo matrimonio con María Padilla, con quien tuvo sus dos hijos, Tom y Tania. Sus casas en Buenos Aires y en Colonia fueron siempre lugar de animados y concurridos encuentros de artistas, viajeros e intelectuales. Borges participó asiduamente, con su traductor Norman di Giovanni, quien solía alojarse en esa casa.
De entre la multitud de proyectos y actividades que emprendió, quiero destacar dos por su impronta indeleble en la cultura de Buenos Aires.
El 18 de octubre de 1995 se inauguró el Centro Borges en el antiguo edificio de las Galerías Pacífico. El convenio con el Estado exigía que una parte del complejo fuera dedicado a actividades culturales, sin subsidio oficial. Los concesionarios recurrieron a Roger Haloua, a quien conocían por sus actividades empresariales y su interés por la cultura. Y Roger, amigo de la primera juventud de Ed, con quien se encontró en su servicio militar en Estados Unidos, lo invitó a compartir el desafío. Ed dudó y quiso eludir el encargo. “Esperá que lo consulto con María”, dijo. María compareció y dictaminó: “Me parece que vale la pena”.
Propusieron un centro multimedia, con talleres para artistas, exhibiciones, talleres de tango, de fotografía, de música, danza y teatro. Así nació el Centro, que se autogestionó económicamente durante 26 años bajo la dirección de Roger. Ed puso a disposición su avezado criterio artístico y sus muchos contactos locales e internacionales, que permitieron, entre tantas, la visita de Tom Messer, director del Guggenheim, la muestra de obra temprana de Lucio Fontana, y la primera exposición local de obra de Andy Warhol.
Con obras de su colección, organizó la muestra de su gran amigo Antonio Seguí, y con sus fotografías y las de su hijo Tom, reveló al público la obra desconocida del ingeniero Salamone, hoy declarada Monumento Histórico Nacional, que pobló con edificios casi escultóricos las ciudades de la provincia de Buenos Aires en los años ’30.
Como ciudadano norteamericano y periodista, Ed tuvo la posibilidad, vedada a los argentinos, de visitar las Malvinas después de la guerra. Fotografió e investigó la vida de las islas, lo que llevó a la confección de unas cajas con memorabilia de Malvinas, de su autoría. Localizó al único malvinense dedicado al arte en esos desolados parajes, y produjo la exposición “Desde el Sur”, impulsada por el entonces canciller Guido Di Tella y curada por Ed mismo, que reunió en 1999 en el Centro Cultural Borges obras del argentino Andrés Waissman y del malvinense James Peck, en un gesto de acercamiento tan necesario como infrecuente.
El descubrimiento de las solitarias y bellísimas playas cercanas a Colonia del Sacramento en Uruguay, y del barrio Viejo de esa ciudad que se encontraba en estado de abandono y deterioro, fue otro gesto decisivo. Adquirió una maravillosa casona de fines del XIX, en la playa de Ferrando, que se yergue solitaria frente al Río, y más tarde el casco de estancia que todavía posee la familia en San Pedro, con una galería amplísima desde la que se disfruta una puesta de sol inolvidable, frente a las aguas del Río de la Plata. Una pléyade de artistas e intelectuales convocados y persuadidos por su entusiasmo, se afincaron en Colonia, y dieron el tono del lugar por muchos años. La misma María se ocupó de armar sobre la plaza la Pulpería de los Faroles, el restaurante pionero e icónico que existe aún hoy. Jorge Páez Vilaró, fundador y propietario del Museo de Arte Americano de Maldonado, fue otro promotor apasionado de Colonia, y gran protagonista -único uruguayo- de esos años dorados.
A fines de los ’90 Ed inicia su etapa en Chile. Separado de María, conoció a quien sería su musa inspiradora y su compañera de ahí en adelante: Bernardita Zegers, chilena de pura cepa, artista sensible e inteligente. Compartieron el amor por la aventura que los llevó a largos viajes por tierras distantes y exóticas de Asia y África, y también, por las más recorridas de Europa y América. Apasionada del arte textil, alentó a Ed en la búsqueda de textiles artesanales de la más diversa procedencia, pero siempre de gran interés y calidad. Así se fue gestando la colección que se acumulaba en su departamento de Santiago y en la gran casona que juntos construyeron en Tunquén, frente a un maravilloso roquerío contra el que las olas del Pacífico estallan, en un espectáculo grandioso e incesante.
Germán Carvajal, autor de este artículo (sentado a la izquierda), junto a Bernardita Zegers. A la derecha, Ed Shaw. Los dos más jóvenes, hijos de Germán. (Fotografía de diciembre de 2018)
“Decidimos unir fuerzas con la Universidad de Talca para traer el arte universal hasta la Región del Maule”, explican en “Tejiendo Integración”, catálogo de Edward Shaw y Bernardita Zegers, de 2018: “Divagamos sin brújula por Bangladesh, Vietnam, China, México, Marruecos, Kenia, Turquía, Java, Malasia, y una docena de países más… para entrar en la comunión que une a los amantes del hilo intervenido por dedos finos e imaginaciones infinitas… Queremos compartir la riqueza tribal y tradicional, con su iconografía, sus leyendas, en el interior de Chile… abrir miradas y conciencias a la vastedad del mundo… Esta exposición ilustra estéticas de cinco continentes… La vestimenta marca territorios”. Álvaro Rojas Marín rector de la Universidad de Talca, destaca en el mismo catálogo, “la donación de la colección compuesta por más de 400 tejidos y un conjunto de objetos rituales… se complementa con cerca de 10.000 títulos de la biblioteca personal de Edward Shaw, en temas vinculados al arte, la política y la sociedad de América Latina.”
En su último libro “El Extraño Deseo del Objeto”, de 2021, prologa Ed: “He vivido mis 84 años rodeado de libros y objetos. Me separan de los dramas cotidianos. Me han dado tema para escribir durante los últimos 70 años… Un cuadro en la pared refleja mi criterio de selección, un libro lo mismo. Todo termina siendo un reflejo de mí. En este proceso de apuntar a ciertas ideas e ideales entra la elección de amigos. Divido la categoría en dos: animados e inanimados ...”
La muerte de Antonio Seguí el 26 de febrero último, minó su ya frágil impulso vital. Murió en Santiago el 29 de marzo, muy próximo a cumplir los 86 años, rodeado del cariño de su esposa, sus hijos y de los amigos más cercanos. Entre ellos, muchos de los objetos que eligió, atesoró y amó.
Explorador infatigable del arte y la cultura, vivió como propios los países en los que le tocó residir, sin perder nunca esa altura de miras que puede dar la condición de ciudadano del mundo, de hombre esencial.
Gran lector, buen escritor, investigador curioso y perspicaz, supo hacer del amor y la amistad la savia nutricia de su vida. Hubiera podido decir, con Amado Nervo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios.