El hombre
Eduardo Juan Bullrich, nacido el 27 de marzo de 1895 en la ciudad de Buenos Aires, era hijo de Eduardo Francisco Bullrich y de Julia Rebeca Ocampo. Estudiante de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, en 1916 se desempeñaba como Relator del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, y presidió el Centro de Estudiantes de la Facultad y de la Federación Universitaria en 1917-1918. Se recibió de abogado en 1918 [1] y de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales al año siguiente, con una tesis sobre la asistencia social de la minoridad, que mereció el premio Facultad [2]; un tema que marcó su profunda sensibilidad social evidenciada en su larga y silenciosa colaboración del Patronato de la Infancia y de la Casa del Canillita.
Alternó el ejercicio de la profesión con la docencia. En la secundaria como profesor de Castellano, Historia Antigua, Historia de la Civilización e Instrucción Cívica en el Colegio Nacional «Bernardino Rivadavia», entre 1918 y 1930, y, en la universitaria, como titular de la cátedra de Legislación escolar argentina y comparada entre 1926 y 1928 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata, y como suplente de Derecho Civil en la Facultad de Derecho de Buenos Aires entre 1916 y 1930.
Llamado a la función pública fue Subsecretario del Ministerio del Interior en 1930-1931, presidió el Departamento Nacional del Trabajo en 1932-1933, oportunidad en que encabezó la Delegación Argentina a la XVII Conferencia Internacional del Trabajo, reunida en Ginebra en 1933. Y entre otras funciones ocupó la de Secretario de la Presidencia de la Nación en 1934-1936. En junio de 1937, el Poder Ejecutivo le encomendó un informe que permitiera fijar la política de transporte aéreo más conveniente para la Nación. Tras intenso trabajo personal, un año después Bullrich presentó un anteproyecto de ley orgánica de Aviación civil, precedido de un informe en el cual consideraba clave para el progreso del país una política nacional en materia de transporte que subordinara la actividad a las necesidades del Estado, reservando el cabotaje para compañías argentinas cuyos accionistas tuvieran la nacionalidad argentina y evaluó las diferentes formas de apoyo estatal, desde subsidios hasta la formación de compañías mixtas, y sentó las bases de la política aeronáutica y específicamente aerocomercial sistemática de la Argentina [3].
Ejerció la profesión jurídica, asociado a Carlos E. Llambí, en su estudio jurídico de Sarmiento 378.
Publicó artículos de crítica literaria y artística en diversas revistas, y otros sobre legislación escolar y cuestiones de educación en Humanidades [4], como trabajos en Anales de la Facultad de Derecho UBA y en la Revista Jurídica y de Ciencias Sociales. Y es de recordar que participó en la redacción de un anteproyecto de Código de Menores en colaboración con el Dr. Roberto Gache.
Casó en 1918 en la Catedral de Bahía Blanca con Clara Becú. El matrimonio tuvo dos hijos: Eduardo Anselmo y Carlos Eduardo. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con Josefina Lezica Alvear, y fueron padres de Josefina Julia Elvira.
Eduardo J. Bullrich falleció en Buenos Aires el 25 de mayo de 1950, a la edad de 55 años.
El bibliófilo
Oliverio Girondo modificó en 1925 la estética del periódico Martín Fierro, y se incorporó un consejo de dirección integrado por Girondo, Sergio Piñero, Alberto Prebisch y Eduardo J. Bullrich, que se mantuvo hasta el núm. 34, de octubre de 1926. En esta etapa el periódico vendía unos 5000 ejemplares; lanzó frecuentes campañas de difusión, como conferencias, banquetes, lecturas públicas, y fundó dos editoriales –Proa y Martín Fierro– para publicar los libros de sus integrantes
En un artículo publicado en 1925 en la revista Martín Fierro, que Bullrich firmó con sus iniciales E.J.B., relata lo acontecido en un remate de libros de la casa Naón, donde además de ocuparse de las piezas en venta y de la relevante personalidad del librero Domingo Viau, traza un cuadro del panorama local de las ediciones para bibliófilo: «El 12 y el 13 de junio se realizó en la casa de los señores Naón y Cía., la venta de libros organizada por el señor Domingo Viau. Este señor que solo se había ocupado hasta ahora, de cuadros y grabados, ha traido este año una buena colección de libros que se han vendido en remate con un resultado excelente. En otro viaje anterior había ofrecido particularmente libros modernos ilustrados y algunas ediciones de los siglos XVII y XVIII y el año pasado realizó otra venta bastante interesante a título de ensayo. En sus andanzas por el viejo mundo, Viau ha recogido algunas obras que hubieran llamado la atención de los entendidos en cualquier parte, y muchas otras que no son más que desecho dejado por bibliófilos y libreros expertos, que sólo buscan ejemplares de mérito verdadero, y que, cuando los encuentra no los dejan escapar, porque el mercado en que actúan se los exige»
Se refiere de inmediato al libro de arte, que fue una novedad entonces, ya que en la segunda década del siglo apareció en Buenos Aires la moda del libro de lujo —reflejo de un fenómeno similar acontecido en el París de posguerra— con el objeto de propagar el gusto por las ediciones selectas, tiradas en buen papel e ilustradas con grabados originales de artistas de renombre, pero no faltaban las obras que sólo en apariencia lo eran, y en su virtud Bullrich abogó por iniciar auténticas ediciones locales para el bibliofilo: «Entre nosotros – escribe –, el gusto por el libro desde un punto de vista artístico, está todavía en pañales y son pocos los aficionados conscientes y conocedores. Hablaremos en otra oportunidad de estas y otras cosas que es necesario decir a las gentes que, llevadas por su snobismo, se entusiasman con obras ilustradas chabacanamente, peor compuestas y editadas, por el solo hecho de que los libreros que las publican aseguran que han efectuado un tiraje limitado. Estas ediciones de mal gusto y de ningún mérito se hacen en Francia para la exportación, para el nouveau riche o para los principiantes, y son despreciadas por los verdaderos bibliófilos, ante todo, hombres de gusto refinado».
Y pasa entonces al precio pagado por los libros: «Hemos visto en el remate pagar disparates por libros que figuran con frecuencia en catálogos extranjeros en mejor estado de conservación y a precios muchos más reducidos. No queremos, sin embargo, atacar al snob que posee, sin saberlo, excelente materia prima de que usa intuitivamente. Ese instinto admirable que lo decide a dejarse arrastrar por fuerzas misteriosas e incomprensibles para el es lo que lo hace respetable y lo que nos decide a tratar de orientarlo en lo que podamos. A veces pagan, es cierto, por lo que no vale, precios exorbitantes, pero otras veces aciertan y llevan libros dignos de figurar en grandes colecciones. Hasta ahora solo habían podido venderse aquí los libros relativos a América y las ediciones ilustradas de algunas empresas francesas que van perdiendo allí el poquísimo prestigio que les quedaba».
Aborda enseguida lo relativo al libro antiguo: «Hoy hemos dado un paso adelante. Nos interesa el libro en sí mismo, como manifestación especial del arte de una época, manifestación comprensiva, pues en ella se refleja la evolución de todo el arte. Todo es empezar; con el tiempo llegaremos a comprender los mil matices del refinamiento del bibliófilo, desde el placer que causa la lectura de la obra predilecta en una edición prínceps o por lo menos contemporánea del autor, hasta el placer infinito que causa la contemplación de una página de un Jenson, de un Ulrich Zoll, de un Aldus, de un Neumeister, de un Koberberg de una composición tipográfica purísima, admirable por su armonía y su fineza; o la de los incunables con figuras en madera como la magnífica Hynerotomachia Poliphili de Colonna, impresa por los Aldus en 1499, la edición de Los Doce Trabajos de Hércules de Villena publicada en Burgos en 1499, la edición española de las Mujeres Ilustres de Bocaccio de Zaragoza publicada por Hurus en 1494, la célebre y bellísima edición de la Vida y Epístolas de San Jerónimo salida de las prensas de Lorenzo di Rossi de Valenza en 1497, en Ferrara, la no menos célebre crónica de Nuremberg de las famosas prensas de Koberger».
Pero, tras este transporte literario, regresa a la realidad y se refiere a algo que conoce bien: «En la venta realizada en lo de Naón, no figuraban libros como estos, y Viau ha hecho bien en no traerlos todavía; la gente de aquí no hubiera pagado nunca los precios que se obtienen por esas obras en Europa y Norte América. Tampoco se encontraban esos ejemplares notables, verdaderas piezas de toque de las ventas europeas, salidas de las bibliotecas de un Grolier, de un Maioli, de una Watton, de un de Thou, de un Renouard, de un Comte Hoym, revestidas de encuadernaciones magníficas; ni los ejemplares reales encuadernados a fines del siglo XVI por los célebres hermanos Eve; ni siquiera encuadernaciones francesas o inglesas de los siglos XVII y XVIII de los Le Gascon, Boyet, Du Seuil, Mearac, Michel, Antoine Padeloup, Jacques Antoine Derome. P. J. Dubuisson, Le Monnier, Payne, Bisiaux, Douceur, etc. Había, sin embargo, algunas obras dignas de ventas famosas y provenientes de bibliotecas renombradas como las de Salvá, el célebre bibliófilo español, y la de Charles Nodier».
Encuadernaciones y precios no escapan a su mirada: «Los encuadernadores franceses del siglo XIX se hallaban bien representadas y entre otras encuadernaciones pueden citarse una finísima de Simier, encuadernador del rey de Francia, sobre un Jean de Lery, Histoire d´un voyage fait en terre du Bresil [N° 108 del catálogo], que se pagó 100 pesos; una linda encuadernación de Bauzonnet en marroquí rojo proveniente de la biblioteca de Charles Nodier, con su ex libris, para un Aretino -Quattro Comedie, 1588 [N° 13 del catálogo] que se vendió en $ 50 y que había hecho en la venta Nodier, en abril de 1844, 58 francos; El Coloquio de las Damas,traducido a romance, del mismo Aretino, edición de 1607,que se vendio en $ 20; varias encuadernaciones de Belz Niedree, particularmente la del N° 146 del catálogo, para el Tratado del Esfuerzo Bélico, bello ejemplar de la obra de Palacios Rubio, impreso en Salamanca en 1524, con una preciosa portada grabada en madera y varias letras y viñetas; algunas de Chambolle Duru, especialmente la de la Crónica de España de Diego de Valera, impresa en Sevilla por Juan Varela de Salamanca, en 1527, obra rara, a pesar de haber sido muy reproducio en los siglos XV y XVI».
La mirada se agudiza: «Entre las encuadernaciones antiguas se destacaba particularmente una en piel blanca, estampada, seguramente alemana [siglo XVI] con la efigie del emperador Maximiliano II, y con figuras alegóricas de las virtudes teologales, sobre un lindo ejemplar de la Geographie Universalis de Ptolomeo [Basiliae, Petrum, 1542], con grabados en madera de Holbein y Adan Petri, dos de los artistas más apreciados de Alemania en esa época. A pesar de faltarle algunas hojas, reemplazadas por otras manuscritas, este ejemplar se pagó 200 pesos».
Y se centró en un ejemplar: «Pero, sin duda alguna, la obra que más se destacaba de todo el lote, y siempre desde el punto de vista en que nos hemos situado, era la Crónica de Álvaro de Luna, cuya magnífica portada estaba reproducida en la tapa del catálogo. Además de ser su texto uno de los más interesantes entre las numerosas crónicas, es realmente, este libro, de una realización tipográfica admirable. Impreso en Milán por Antonio de Castelone en 1546, puede todavía contarse, por su tipografía, entre los góticos, sobre todo, por sus lindísimas mayúsculas grabadas en madera. La portada en madera, de un gran equilibrio de composición, tiene el sello del renacimiento italiano y puede compararse como delicadeza y armonía a las notables borduras de los libros de horas de Geoffry Tory, el célebre impresor francés. El estado de conservación de este ejemplar era realmente sorprendente y por el se pagó un precio record, aunque podemos asegurar que había sido adquirido antes del remate por mucho menos. Un ejemplar en gran papel como este, fue vendido hace algunos años por Quaritch, en Londres, en 48 libras esterlinas».
Una conocida novela de caballerías llamó particularmente su atención: «Entre los libros interesantes se hallaba también fuera de catálogo, una obra rarísima cuando está completa y en buen estado, impresa en Venecia por Juan Antonio De Nicolini di Salvo, en 1534, in folio, deplorablemente encuadernada en media pasta moderna con un lomo imitando las pieles y el estilo del siglo XVIII francés que no era indudablemente lo que el libro reclamaba. Se trata de los Tres libros del esforçado caballero Primaleon, hijo de Palmerín de Oliva, lindísima edición profusamente ilustrada con grabados en madera interesantes, pero mediocremente tallados, aunque siempre mejor que los que aparecen en las ediciones españolas de la misma obra. Lástima que el ejemplar fuese incompleto y se hallase en mal estado de conservación, faltando varias páginas, estando otras lavadas y muchas con los márgenes restaurados. A pesar de todo, este ejemplar se vendió barato [$ 70], aunque no se podía pretender por él los precios que se han pagado por excelentes ejemplares en Europa», y cita como fuente: «Venta Hibbert 11, Heber 4; 1839, venta libri un magnífico ejemplar en marroquí antiguo 33 (véase Brunet, IV-874-975). Estos precios se han triplicado, por lo menos. En 1875 un lindo ejemplar hizo 1000 francos en la venta Tross».
Luego acapararon su atención diversas ediciones de los siglos XVI, XVII y XVIII: «Entre las ediciones raras, y siempre sin referirnos a las obras relativas a América [así se pagó por el León Pinelo 500 $ y por Las Casas en 1ª. edición 500$], se hallaban algunas primera ediciones de Quevedo [la segunda parte del Parnaso]; de Lope de Vega [Rimas Humanas y Divinas], una bonita edición de Gracián [El Héroe], procedente de la biblioteca de Salvá; la segunda edición de Persiles y Segismunda, con tasa de 23 de diciembre de 1616, y aparecida en 1617, in 4° que no hay que confundir con una reimpresión hecha bajo esa fecha en 1660, pero que contiene más páginas; las obras de don Luis de Góngora, impresas en Madrid en el año 1645 por Díaz de la Carrera; un Amadís de Gaula en francés publicado por el célebre Cristóbal Plantín en 1561, con bonitos grabados en madera, aunque en mal tiraje; un Bocaccio editado en Florencia en 1573 con buenas maderas, pero con el texto corregido y desnaturalizado por las enmiendas del concilio de Trento; un magnífico ejemplar del célebre libro de Baldasare Castigione, Il Corteggiano, obra maestra de composición y tipografía de los famosos impresores romanos Aldus, en perfecto estado de conservación, con márgenes de una proporción extraordinaria Unas Novelas ejemplares de Cervantes, de la imprenta Sancha del año 1783 bien encuadernadas, probablemente, por Derome o Lefevre, en la época, por las que se pagó un disparate, 110 $ el tomo, lo que hace, con comisión, 245 $, vale decir, casi 2000 francos por una obra que se encuentra fácilmente en Francia, en ese estado, por 300 a 500 francos como máximuna, y en España por precios que varían entre 60 y 90 pesetas; un buen Appriano Alexandrino de 1536, una bonita edición de la Arcadia de Lope de Vega, impresa por Nucio en 1605; otra de la Filomena del mismo autor, con una linda portada en cobre; una buena edición de la traducción de Guevara de la obra de Marco Aurelio, impresa por Gromberger en Sevilla en 1533; el rarísimo Libro de la invención liberal y arte del juego del axedrez, de Ruy López de Segura, impreso en Alcalá en 1561, que se compró casi por nada; un espléndido ejemplar encuadernado por Belz Niedrée de las Ordenanzas Reales de Castilla y de las Pragmáticas, impresas en 1541: los Remedios contra Próspera y adversa fortuna, de Petrarca, impresos en 1524, con una bella portada grabada en madera, pero en mal estado de conservación; la reimpresión de 1514 de la edición española de Séneca de 1491; un Jenofonte de 1522 que, a pesar de la leyenda del catálogo no estaba en primera edición; La Selva de Aventuras de Contreras, edición de 1591, que se compró barato; unos Comentarios de Julio César, impresos por la imprenta Real y procedentes, según el catálogo [sin prueba] de la Biblioteca del general San Martín, que también se vendió barato».
El grabado no escapa a su inquisición: «Por unos grabados de Goya en primer tiraje, de la serie de los Caprichos, mediocres, se pagaron 15 pesos cada uno; dos interesantes álbumes de caricaturas inglesas de Alken pasaron casi desapercibidos, a pesar de su mérito».
Y concluye: «No hemos querido que Martín Fierro olvidase este acontecimiento poco común en Buenos Aires. Lanzado como está ahora nuestro público en la difícil senda de la bibiofilia, hablaremos en adelante en esta sección de temas relacionados con artes del libro, para orientar a los profanos y ofrecer nuestros consejos o el resultado de nuestras búsquedas, a los hombres de buena voluntad y muchos pesos que se dedican a tener libros y a veces a leerlos. Creemos que esto será útil para muchos, tanto más cuanto que muy pronto tendremos en Buenos Aires una librería donde se encontrarán libros antiguos y ediciones raras al lado de ediciones contemporáneas, como en las grandes ciudades del mundo» [5].
Descripto el personaje en sus gustos y saberes es interesante seguir su evolución. Ahora veremos al bibliófilo en acción.
A realizar esa tarea —difícil y onerosa— contribuyeron entre nosotros, casi al mismo tiempo y en distinta medida, la Sociedad Amigos del Arte dirigida por Elena Sansinena de Elizalde, entidad desaparecida en 1943 y la Sociedad de Bibliófilos Argentinos fundada el 20 de agosto de 1928. De esta manera, el libro se convirtió en categoría de arte, con la colaboración de artesanos que elaboraron nuevas formas estéticas del impreso. Y allí es donde aparece el impresor don Francisco Colombo, a quien Bullrich conoció en el pequeño departamento de la calle Solís y Alsina, a dos cuadras de la Plaza del Congreso, que Ricardo Güiráldes y su mujer Adelina del Carril ocuparon antes de partir a Europa, cuando concurría a ayudar a su amigo en la corrección de las pruebas de página de su libro sobre el resero gaucho del pago de Areco
En 1929 Bullrich, junto con Carlos Gutierrez Larreta, Ernesto Laspiur y Carlos Llambí, fundó la efímera Ediciones Cuatro Amigos que en diciembre de ese año publicó la primera traducción íntegra al castellano de La correspondencia de Fadrique Mendes de Eça de Queiroz, por el impresor Francisco A. Colombo, en un volumen de 361 páginas. Un libro de acabada perfección técnica; en papel Holanda-Guarro, con tipos romanos y cursivo; impreso en rojo, azul y negro, tirada de 108 ejemplares, de los cuales 8 fuera del comercio, numerados de A a G y los restantes, numerados del 1 al 100.
Su buen gusto también se reflejó en la preciosa edición del Martín Fierro ilustrada por Adolfo Bellocq.
Asumió la presidencia de la Sociedad de Bibliófilos Argentinos en 1930, de la que fuera socio fundador dos años antes y dirigirá hasta su fallecimiento en 1950. También en 1930 se integró a la comisión directiva de la Asociación Amigos del Arte, que ese año editó el Martín Fierro de José Hernandez, ilustrado por Adolfo Bellocq, quien compuso y grabó en quebracho largo de fibra las ilustraciones grandes y en peral de cabeza las viñetas e iniciales. Impreso por Francisco A. Colombo, su texto estuvo al cuidado de Julio Noé, en tanto que Bullrich ordenó la estructura y composición tipográfica. La tirada de lujo fue de 100 ejemplares en papel Perusia de tina, de las manufacturas Fabriano, afiligranado con la marca de la Asociación editora, con 3 bocetos originales de Bellocq (17 numerados de I a XVII) firmado por el impresor y el grabador, de 42 x 29 cm. Ilustrado con un retrato y numerosas xilografías a plena página y otras en el texto. Dos años después, en 1932, Bullrich ordenó la estructura y composición tipográfica del Fausto de Estanislao del Campo, editado por la misma Asociación.
Integró en 1931 el Consejo de Redacción de la flamante revista Sur creada por su prima Victoria Ocampo a instancias del escritor norteamericano Waldo Frank y Eduardo Mallea, su traductor en el Río de la Plata. Consejo que, como decía Borges, era meramente nominal porque nunca intervino en nada porque todo estaba librado a la voluntad de Victoria. El filósofo español Ortega y Gasset aportó el nombre tan emblemático de Sur, y Bullrich intervino en el diseño de la tapa: una flecha de color que terminaba en tres letras negras.
En 1933 participó en la Exposición del libro español. En 1934, junto con Carlos M. Mayer dirige la edición del Facundo para la Sociedad de Bibliófilos. Ilustrado por Alfredo Guido, quien grabó las aguafuertes y 50 series de las mismas en papel Alton Mill para ser distribuido entre los socios de la entidad. El texto fue establecido sobre la edición de New York de 1870, con las correcciones señaladas por Alberto Palcos. Fueron 95 ejemplares numerados del 1 al 95, cinco ejemplares de obsequio individualizados con las letras A a D y cinco para colaboradores, que llevan las letras de E a I. Todos los ejemplares fueron impresos en papel Japón de las manufacturas imperiales. El total de páginas 310 y el formato 27,6 x 21,7.
Siempre comprometido con la edición de bellas y sustanciales obras, aquí la publicación póstuma -su autor se había quitado la vida- de Romances del Río Seco [1938], de Leopoldo Lugones, bajo su dirección junto a Carlos M. Mayer. Aquí en un ejemplar con un dibujo y dedicatoria original del ilustrador, Alberto Güiraldes.
Presidió la Academia Nacional de Bellas Artes desde 1938. En 1940, junto con un grupo de bibliófilos participó de la Exposición del Libro en conmemoración del Quinto Centenario de la Invención de imprenta, aportando sus mejores ejemplares para ser exhibidos [6] En 1942 prologó, ordenó y anotó el catálogo de la venta de gran parte de la biblioteca de su amigo Matías Errázuriz [7]. Ambos eran expertos en el conocimiento de incunables, misales, libros de horas, antifonarios y ejecutorias.
Durante esa década, en la revista Saber Vivir, creada y dirigida por el diplomático y gourmet chileno José Eyzaguirre, dio a conocer ilustrativos artículos sobre encuadernaciones [8] y, sin firma, sobre bibliotecas de otros bibliófilos locales.
Su biblioteca
Eduardo J. Bullrich tenía instalada su espléndida biblioteca en el piso que ocupaba en Paraná 1263, entre Arenales y Juncal, frente a la plaza Vicente López [9].
De su biblioteca destacaré solamente algunas de aquellas piezas que él personalmente consideraba más notables.
Comenzaré con dos manuscritos. Uno de ellos, Horas de la Virgen (1440) fue hecho, posiblemente, para la diócesis francesa de Tournay, sobre pergamino, con 23 miniaturas de la Escuela de Borgoña, de las cuales las grandes reproducen escenas del Nuevo Testamento, 191 orlas, 226 iniciales grandes, y más de 1.000 pequeñas en oro y colores; la encuadernación de la época, en piel colorada con decoración flordelisada estampada a seco, con un tamaño de 162 x 212 m/s. El otro manuscrito es del siglo XVI y origen persa, con dos miniaturas a toda página, una de las cuales representaba un match de polo; la encuadernación de la época, modelo en su género, en marroquí negro con dorados y cincelados, y el interior de mosaico de cuero en colores y oro.
En materia de incunables del siglo XV, destacaban las Vitae parallelae de Plutarco [Venecia, Nicolás Jenson, 1478], con sellos de la Biblioteca Imperial de Rusia y del Príncipe Galitzine, para quien se encuadernó el ejemplar en marroquí, con fierros dorados estilo Imperio; Les etiques en françois de Artistóteles [París 1488]; Historiae romanae decades de Tito Livio [Venecia, Philippo Pincio para Luca Antonio de Giunta, 3 de noviembre 1495] ejemplar procente de la colección formada por Kurt Wolff, vendida en Frankfurt am Main en 1926; un ejemplar del Corpus Iuris Civilis [Venecia 1478-1479], la Opera de Horacio [Estrasburgo 1498], y la Summae theologicae de San Juan Crisóstomo [Nuremberg 1471].
Mención especial merece la Expositio psalterii de Johannes de Turrecremata [Augsburgo, Johann Schusslerm, circa 1471], con ex-libris de Hilprand Brandemburg von Bibrach, grabado sobre madera, coloreado en la época, e impreso por Michael Greyff, en Rentlingen, considerado como el ex –libris más antiguo conocido en Alemania. El volumen perteneció a la Colección Mensing, puesta en venta en Londres por Sotheby en diciembre de 1937, donde la adquirió Bullrich.
El Liber bibliae moralis de Peter Berchorius [Ulm 1474]; el muy raro Rudimentum novitiorum [Lubeck, Lucas Brandis, 5 de agosto 1475] conocido vulgarmente como Crónica de Lubeck, impresa en forma irregular, de manera que la mayoría de los ejemplares conocidos están incompletos; este pertenecía a la primera tirada de la obra, según la Comisión del Gesamtkatalog der Wiegendruce consultada especialmente.
La colección incluía la Leben der Heilingen de Jacobus de Voragine [Augsburgo 1475]; Supra libros decretalium de Nicolaus Panormitanus [Basilea 1477]; las Decretales de Gregorio IX [Mainz 1479]; el Missale Benedictinum Mellicense [Nuremberg 1499]. El incunable De civitate Dei de San Agustín, impreso en Roma, o Subiaco, en 1468, pieza muy rara de gran belleza tipográfica, con orlas e iniciales en colores y oro, con miniatura representando a San Agustín y abundancia de ilustaciones en el llamado por los ingleses vine Style, encuadernado en cuero de Rusia. El Catholicon de Johannes Balbus [Estrasburgo, Adolf Rusch, circa 1479], con encuadernación monástica contemporánea del sud de Alemania, un muy raro ejemplar del cual el Gesamtkatalog der Wiegendruce, publicado en Leipzig (n° 3185), señala un solo ejemplar con las variantes que presentaba este. Los rarísimos Fioreti de San Francisco de Asís [Venecia, Bernardino Benali, 11 de julio 1493] del que solo se conocía el ejemplar de la Biblioteca Trivulziana de Milán. También uno de los más bellos Libros de Horas del siglo XV, incunable impreso en París, en 1498, por Philippe Pigouchet, en 72 fojas de pergamino, con 20 grandes grabados y 38 pequeños de carácter religioso. El Tractato o vero sermone della oratione del trágico monje Gerónimo Savonarola impreso en Florencia antes de 1500. España estaba representada por el Doctrinal de los Caballeros de Alonso de Cartajena [Burgos, Friedrich Biel, 1487].
El siglo XVI emergía en las Comediae de Plauto [Venecia, Lazarus Soardus, 1511], Libro de Horas [París 1502], Rhetórica en lengua castellana de Miguel de Salinas [Alcalá de Henares, Juan de Broccar, 8 de febrero 1512], el primer tomo del Missale in ritum et ordinem ecclesiae et diócesis Frisingen [Venecia, Petrus Lchtenstein para Johann Oswald, 1520], la Römischen Historien Titi Livii mit etlichen neuen Translationen [Maguncia, Johann Schöffer, 1525], Summaire de chroniques [Paris, Geoffroy Tory, 1529]; Annotationes in librii II. De captivis & postliminis reversis de Lazare Baif [París, Robert Estienne, 1549]; Les fables et la vie d´Esope phrygien traduites de nouveau en francais selon la véritable grecque [Amberes, Jean Bellere para Ameet Tavernier, 1561]; Les oeuvres morales et meslées translatées du grec en francois par Messire Jacques Amyot de Plutarco [Paris, Michel de Vascosan y Frederic Morel, 1572]. Y del siglo XVII, Opus de laudibus sanctae crucis de Maurus Rabanus [Augsburgo, Thomas Anshelmi, 1605].
Del siglo de las Luces, las Oeuvres de Molière en 6 volúmenes [Paris, Pierre Prault, 1733-34]; Traités historiques et critiques sur l´origine et le progres de l´imprimerie de Fournier Le Jeune [Paris, J. Barbou, 1758-1768]; Oeuvres de Racine [Paris, Le Breton, 1760] 3 vols. provenientes de la venta Jules Claretie; Discours sur l´histoire universelle de Bossuet [Paris, Didot l´ainé, 1786], 2 vols. con encuadernación firmada por Lefèvre; Les aventurs de Télémaque, fils d´Ulysse de Fenelon [Paris, Pierre François Didot, 1790] 2 vols.; Les amours de Psyché et de Cupidon de Lafontaine [Paris, P. Didot l´ainé, 1797]; Los Comentarios de Cayo Julio César traducidos por José Goya y Muniain [Madrid, Imprenta Real, 1798] 2 vols. provenientes de la biblioteca de Carlos IV, y después de la Reina María Cristina, con su ex-libris; Teii Odaria praefixo commentario… de Anacreonte [Parma, ex Regio Tipografeo, G. B. Bodoni, 1785], impreso en papel fabricado en Nápoles, de los cuales se tiraron 5 ejemplares en esta condición de una edición toal de 315 ejemplares; Opere de Catulo, Tibulo y Propercio [Birmingham, G. Baskerville, 1772] impreso sobre gran papel de hilo;The complaint and the consolation or night thoughts de Edward Young [Londres, R. Noble para J. Edwards,1797], con exibris del famoso perito Francisco P. Moreno.
Remarcables, del siglo XIX, eran dos bellas ediciones de Paul et Virginie de Bernardin de Saint –Pierre [París, P. Didot l´ainé, 1806, y A. Everat para L. Curmer, 1838] con encuadernación firmada por Simier, «Rélieur du Roi»; Les souffrances du jeune Werther de Goethe [Paris, Imprenta P. Didot l´ainP, 1809], con encuadernación firmada por Pagnant.
Y del siglo XX las hermosas ediciones holandesas impresas en Maastricht, por la imprenta de Boosten y Stols: Het Lof der Zee-Vaert, 1623 de Joost van den Vondel [1923], edición de 150 ejemplares en papel Holanda; Paludes y La symphonie pastorale [1930] de Andre Gide; The collected sonnets [1930] de John Keats; Pantagrueline prognostication, nouvellement composée par Maistre Alcofrybas architriclin du dit Pantagruel [1933] de Rabelais, ejemplar n° VI, de 15 tirados en papel Japón, edición limitada de 150 ejemplares; y dos obras de Paul Valèry: Villon et Verlaine [1937] y L'existence du symbolisme de Paul Valery [1939]. Por el impresor John Enschedé e hijos de Haarlem: Thirteene most pleasaunt and delectable questions entituled a disport of diverse noble personages de Boccaccio (1927); Dutch morality play of the xvth. Century, translated into english [1929]; y The of fall the House of Usher de Edgar Allan Poe [1930] De volúmenes impresos para La Compagnie Tipographique, en Paris: Réflexions ou sentences et maximes morales del duque de la Rochefoucauld [1932], ejemplar 67 de un total de 88, tirados sobre papel «Arches» de hilo, fabricado a mano, impreso para Bullrich; las Elegies de Jean de Lafontaine [1936] y Poésies de Mallarme [1938], algunas ediciones norteamericanas y uno de los 5 ejemplares tirados en papel Whatman, fuera de comercio, con dedicatoria del autor, de Espantapájaros al alcance de todos [Buenos Aires, Imprenta Francisco A. Colombo para «Editorial Proa», 4 de julio 1932] de Oliverio Girondo, también conocido bibliófilo.
Destino de la colección
El grueso de la biblioteca de Eduardo J. Bullrich salió a la venta en 1952, a dos años de su desaparición. Periódicamente, aparecen en remates de libros ejemplares que le pertenecieron, fácilmente distinguibles por llevar su ex libris [10]. Su nombre figura inscripto en una página de la historia de la cultura argentina, y evoca a un bibliófilo consumado, poseedor de un ojo avizor capaz de distinguir los mil detalles imperceptibles al ojo profano, en los tipos de letras, en las iniciales de los capítulos, en los márgenes equilibrados, en el armónico y uniforme espaciado de las líneas, en la justa distribución de la composición, en la intensidad pareja u homogeneidad de las tintas usadas, en los títulos y hasta en la calidad del papel. En los toques y retoques, en los blancos y negros, En fin, fue un experto en las complejidades propias del arte de «la divina proporción tipográfica», de la que hablaba Raúl Rosarivo, donde nada queda al arbitrio de la improvisación ni a las veleidades de la fantasía, sino que todo está matemática y sutilmente reglado, pensado y calculado para alcanzar la mágica armonía de una obra impresa, cuya perfección se conjuga en su triple fórmula literaria, gráfica y plástica.
Notas
[1] Eduardo J. Bullrich, Discurso pronunciado al celebrarse veinticinco años de vida profesional de los abogados graduados en 1918, Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1943. 24 p.
[2] Eduardo J. Bullrich, Asistencia social de menores. Tesis presentada a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires para optar al grado de Doctor en Jurisprudencia, Buenos Aires, Jesús Menéndez, 1919.
[3] Eduardo J Bullrich, Régimen y organización de la aeronáutica civil: estudio presentado al poder ejecutivo, en cumplimiento de la misión encomendada por decreto núm.107.158 de 4 de junio de 1937, Buenos Aires, Imprenta del Congreso Nacional, 1938.
[4] Eduardo J. Bullrich, «La educación en la constitución alemana de 11 de agosto de 1919», en Humanidades, 1921 1, p. 383-405. UNLP, Facultad de H y C de la E
[5] E[duardo]. J[uan]. B[ullrich]., «Una venta de libros», en Martín Fierro. Periódico quincenal de arte y crítica libre, 2ª. época, año II, núm. 18, Buenos Aires, 26 de junio de 1925, p. 124-125.
[6] Teodoro Becú, Catálogo de la Exposición del Libro Que se celebra en la ciudad de Buenos Aires bajo los auspicios del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública para conmemorar el Quinto Centenario de la Invención de la Imprenta, por […], Buenos Aires, Talleres Gráficos de Guillermo Kraft Ltda. Sociedad Anónima, 1940.
[7] [Eduardo Juan Bullrich], Catálogo de la biblioteca de Matías Errázuriz, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1942. Bullrich, presente en la subasta de libros de Errázuriz, confeccionó una lista de los lotes vendidos en la oportunidad, con el nombre de los compradores y el precio pagado, mecanografiada en papel tamaño carta, con membrete de su Estudio, cuyo original conservo en mi Archivo y oportunamente dí a conocer [cfr.: Guillermo Palombo, «La Biblioteca de Matías Errázuriz», en Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, núm. 19, Buenos Aires, 1998, p. 31-44].
[8] Eduardo J. Bullrich, «Notas sobre el arte del libro. La encuadernación francesa desde la Revolución hasta el 2° Imperio» en Saber vivir, núm. 14, septiembre de 1941, y núm. 15 (1942).
[9] Una visión de la biblioteca puede verse en el artículo titulado «Bibliófilos Argentinos. La colección de don Eduardo J. Bullrich», en Atlántida, año XVIII, núm. 811, Buenos Aires, 25 de abril 1935, p. 34-35, ilustrado con 13 fotografías.
[10] Catálogo de la biblioteca que fue de Eduardo J. Bullrich. Libros modernos-ediciones de lujo y originales- Literatura General- autores y publicaciones de América Latina- bibliografía- derecho y ciencias sociales. Subastará Naón J. C. & Cia., Buenos Aires, 1952.