El hombre
Jorge Martín Furt nació en la ciudad de Buenos Aires el 20 de mayo de 1902. Hijo de Jorge Aquiles Furt, argentino, de una vieja familia originaria de Burdeos, Francia, y de Etelvina Feliciana Biaus, nacida en Córdoba, de ascendencia vasco-francesa. La actividad productiva agropecuaria le permitió invertir en bienes culturales, especialmente documentales y bibliográficos. Falleció el 7 de febrero de 1971 en «El cortijo», su residencia en la ciudad de Luján. Había casado con María Celia Suarez [f. 1988] con quien tuvo dos hijos: Etelvina Celia [1931-2008] y Mariano Jorge [1934-1950]. Etelvina se casó con Osvaldo Rodríguez [f. 2004], y fueron padres de cinco hijos: Etelvina Inés [f. 2007], María Isabel, María Mercedes, Ricardo Pedro y María Elena Rodríguez Furt, con descendencia.
El estudioso, investigador y escritor
Furt cursó el bachillerato en Buenos Aires, en el colegio Lacordaire, de los dominicos, que ocupaba la manzana de Esmeralda, Tucumán, Suipacha y Viamonte. Terminado el secundario se inició en Medicina y en Derecho, y después en Filosofía y Letras, que cursó con más asiduidad. Luego de aprobar varias asignaturas interrumpió su vida universitaria para continuar, por cuenta propia, como estudioso y estudiante perpetuo, pero a su gusto y manera, como solía decir. Hasta los 21 años alternó su residencia entre la casa paterna de la calle Sarmiento, en la capital, y la estancia familiar de «Los Talas», en el camino de Luján a Navarro, en la provincia de Buenos Aires.
Si bien no se conformaba al temperamento y a los designios íntimos de la vocación de Furt el rutinario aprendizaje universitario, reglamentado y sistemático, fue un investigador autodidacta interesado por la Arqueología y la Antropología; conocía lenguas clásicas, francés, italiano, inglés y alemán; y frecuentó a algunos maestros de la época en diversas disciplinas, como Emilio Ravignani, Juan Agustín García, Francisco Capello, Clemente Ricci, Juan B. Ambrosetti, Félix F. Outes, monseñor Pablo Cabrera, Roberto Lehmann Nitsche y Amado Alonso, que dejaron en su espíritu una huella perdurable.
En 1926, cuando ya había publicado varios libros, una beca concedida por el Ministerio de Educación le permitió viajar a Italia, pero logró quedarse un año más, hasta 1929, cuando regresó a nuestro país, cargado de experiencia, de lecturas y de libros. Durante su estadía europea, en la Biblioteca Vaticana, bajo la guía experta de su prefecto, el benedictino Anselmo Albareda, aprendió a catalogar impresos antiguos, un importante recurso auxiliar de erudición que le permitiría identificar textos clásicos y el uso acertado del tecnicismo en las citas y referencias de autores de que hizo gala en sus estudios. Asistió a clases en las universidades de Nápoles y Turín, y conferenció en la de Roma [1]. Además, visitó París, donde pudo apreciar las bellísimas encuadernaciones de Kieffer, en su propio atelier [2].
Durante su vida integró importantes institutos de la Universidad de Buenos Aires. Fue adscripto honorario del Instituto de Investigaciones Históricas presidido por Emilio Ravignani e investigador del Instituto de Filología bajo la dirección de Amado Alonso. En Europa fue incorporado como miembro de número a importantes instituciones dedicadas a los estudios americanistas: el 30 de mayo de 1927 a la «Hermann Barth Gesellschaft» de Berlín y Viena, por deseo del Profesor Friedrich Krauss, y el 20 de junio del mismo año a la «Société des Américanistes» de París por iniciativa del Profesor Paul Rivet. En 1938 se incorporó a la Asociación Folklórica Argentina, y en 1966 fue designado miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
En el ámbito local de Luján, desde 1934 hasta 1939 ocupó la dirección de la Biblioteca de la «Asociación Cultural Ameghino», que presidió varios años y a la cual le donó un valioso terreno, asesoró y contribuyó económicamente para la construcción de su sede actual, pequeña joya arquitectónica. Y también fue vicedirector, primero, y desde 1960, director del Museo Histórico de Luján, debido al fallecimiento de don Enrique Udaondo.
Fue, en nuestro país, un precursor del estudio científico del folklore, para lo cual realizó personalmente tareas de relevamiento en las provincias del Norte y la de Buenos Aires, en las cuales recogió las expresiones del saber anónimo popular. Analizó a la luz del conocimiento filológico testimonios culturales de transmisión oral, en compañía de Amado Alonso y de Eleuterio Tiscornia, este último autor de una magnífica edición crítica del Martín Fierro, con quienes alternó en el Instituto de Filología de la UBA en el viejo edificio de la calle Viamonte. Furt dejó sin terminar una obra que tituló Primitivos Gauchescos, para la que había reunido curiosas ediciones de poesía impresa. Después de la muerte de Tiscornia en 1945, publicó su Archivo de guitarra, gracias a la gestión del hijo de su maestro y amigo, Ricardo, quien puso en sus manos todos los papeles de su padre «sin limitación de confianza».
El bibliófilo
No deja de ser curiosa coincidencia que Esteban Echeverría, que algún tiempo estuvo en la estancia «Los Talas», fue el primero que sintió en nuestro medio la necesidad y la preocupación del libro pulcramente impreso y hermosamente ilustrado, circunstancia que lo presenta como el precursor de los bibliófilos argentinos; inquietud estética que, un siglo después cultivó Furt en el mismo pago lujanense.
La calidad de bibliófilo que distinguió a Furt, que en 1928 fue uno de los socios fundadores de la Sociedad de Bibliófilos Argentinos, más que en ejemplares de su voluminosa biblioteca se advierte en la dignidad tipográfica de sus propios trabajos. Cultivó el arte de la edición cuidadosamente vigilada y artesanalmente compuesta. Para cada una de ellas elegía el papel, el tipo de letra, la diagramación, las viñetas, la perfección de las ilustraciones. Fueron generalmente limitadas y, extensas o breves, distribuidas entre amigos, gente de letras y bibliófilos. Por eso estuvo siempre ligado a los Colombo, excepcionales artistas impresores.
Basta con echarles una rápida mirada.
Ya en el Cancionero Popular Rioplatense que compiló en dos volúmenes [1923 y 1925] evidenció el buen gusto. De 1926 data La leyenda de Fray Luis de Bolaños, publicada en Florencia por Julio Gianini e hijo, con titulares y calderones impresos en tinta roja; viñeta en la portada, iniciales y colofón grabados sobre madera [5 ejemplares numerados sobre papel antiguo, con diversas filigranas, de 500] [3]. La Antología gauchesca, impresa en Buenos Aires por Francisco A. Colombo para J. Samet, en 1930, con titulares y adornos tipográficos en dos tintas [150 ejemplares en finísimo papel Ingress] diseñada por el autor. La tirada de su Libro de Prosa, impreso en Buenos Aires por Francisco A. Colombo para Viau y Zona en 1932, con iniciales en tinta roja y verde [550 ejemplares, de los cuales 40 fueron en papel Hammermill]. La edición crítica del Libro de varios tratados y noticias de Luis de Tejeda [Buenos Aires, Coni, 1947], que Furt editó según el manuscrito preservado en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Córdoba tiene una muy cuidada presentación tipográfica. De la reedición que en 1952 hizo del Martín Fierro anotado por Tiscornia, el volumen impreso por Coni reproduce en su tapa una rastra de plata que fue del bisabuelo de Furt, don Mariano Biaus [1787-1869], que representa un gaucho montado en su caballo de cola larga, como era la usanza de aquellos años. En 1958 publicó la edición facsimilar de 300 ejemplares del Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, que estuvo a cargo del maestro Coni, sobre la base del volumen de su propiedad, uno de los escasísimos de la edición príncipe [Huesca, Juan de Nogués, 1647].
Formación de la biblioteca. El lugar físico
Para 1931 la biblioteca personal de Furt ya contaba con un crecido número de volúmenes que fue reuniendo inicialmente en las dos viviendas que alquiló para vivir con su familia en la ciudad de Luján. En 1941 a raíz del fallecimiento de su padre, Jorge Aquiles Furt, la familia se mudó a la finca Villa del Lago o «Castillo Furt», en Villa Carlos Paz, Provincia de Córdoba, sobre la ruta 38 que une Tanti y Carlos Paz, y frente al lago San Roque, que había mandado a construir a mediados de 1930. Allí levantó un pabellón para la biblioteca que comenzaba a poblarse, y en la cual adquirió su forma definitiva, como se verá. La arquitectura y los jardines muestran el estilo de las villas romanas, rodeadas de olivos y cipreses.
En 1949 realizó un viaje a Europa con su familia. De vuelta al país, luego del fallecimiento de su joven hijo Jorge Mariano en 1950, en un accidente automovilístico en la ruta camino a la residencia de Villa del Lago, y por no desear regresar a ese lugar la esposa de Furt, Celia Suárez, en 1952 decidieron regresar a Luján y trasladar la biblioteca a la estancia «Los Talas», en el cuartel 2 del partido [Ruta provincial 47, km. 19], a unos 80 kilómetros al oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Estancia «Los Talas». Vista de la casa más antigua, levantada en 1824.
Dos construcciones existían en el casco de «Los Talas»: la casa vieja de 1824 y la nueva de 1860. Furt decidió emplazar la Biblioteca hacia el sur de esta última. Prácticamente apoyándola sobre la fachada de estilo italianizante que el constructor Palet había diseñado para su frente. A ese fin, hizo edificar dos alas en forma de U, de largos ambientes que cierran el patio y jardín de la casa principal. Se trata, en realidad, de tres corredores completos de más de diez metros cada uno, colmados de piso a techo por el caudal bibliográfico de 40.000 volúmenes, repartidos en la biblioteca americanista, la de escritores argentinos, la sala de música con la biblioteca francesa e italiana y la colección de impresos italianos y españoles de los siglos XVI al XVIII. Cuando la visité el material estaba ordenado en ocho salas correspondientes a los manuscritos de la obra de Furt y biblioteca de libros antiguos [a mi entender lo más valioso]; pergaminos y ejemplares antiguos de literatura clásica; literatura francesa e italiana; literatura argentina; diccionarios antiguos y modernos; revistas y folletos; libros en ordenamiento; y ejemplares en proceso de encuadernación.
Cómo formó su biblioteca
Su biblioteca, más allá de los volúmenes que inicialmente adquirió personalmente o recibió como obsequio de terceros, tuvo como base los libros franceses heredados a la muerte de su madre en 1917. A ellos se sumaron los que adquirió en Europa, especialmente en Italia, que trajo a su regreso a la Argentina en varios cajones.
También obtuvo por compra materiales provenientes de otras calificadas colecciones locales que, por distintas circunstancias, se vendían o corrían el riesgo de que sus ejemplares se dispersaran.
Así, en 1931 adquirió la biblioteca del historiador Clemente Leoncio Fregeiro, de 20.000 volúmenes, especializada en obras argentinas y americanas del siglo XIX, vendida por la firma Guerrico & Williams en pública subasta en 1931 [4].
Luego se sumó la adquisición de la biblioteca de Abel Chanetón, rica en libros argentinos ilustrados [5], del referido jurista, historiador y bibliófilo que había fallecido en la localidad cordobesa de Nono en febrero de 1943 cuando pasaba sus vacaciones, conservándose la correspondencia de Furt con la viuda a propósito de la adquisición de ese material.
En mayo de 1944, adquirió libros raros de la biblioteca del erudito poeta Arturo Marasso.
Otra adquisición a título oneroso fue la de la biblioteca de literatura, filología y lingüística formada por Eleuterio F. Tiscornia [1879-1945] – único bien de su acervo sucesorio – cuyos herederos se negaban a aceptar el pago en virtud de la amistad que los había unido en vida, pero que aceptaron por exigencia de Furt que entendía cumplir así un compromiso sagrado [6] Tiscornia había sido su profesor de guitarra, recibió de los herederos la donación del archivo de su maestro [archivo que había seguido creciendo después de la última reedición de esa obra].
En 1946 Furt, compró el archivo de Juan Bautista Alberdi a la viuda de don Francisco Cruz, quien a su vez lo obtuvo de la señora Josefa Escobar Sarsfield de Pérez, a cuyo cuidado viviera sus últimos años Manuel Alberdi [hijo natural del escritor], muerto en 1900 sin sucesión, poseedor de los papeles de su ilustre padre en virtud de un arreglo celebrado con los únicos herederos legítimos de don Juan Bautista, los hijos de su hermana doña Tránsito Alberdi de García. Dicho archivo comprendía 7.190 cartas de correspondencia particular cuyo destinario fue Alberdi, fechadas entre 1832 y 1884, firmadas por figuras públicas de la época, 225 cartas de correspondencia entre terceros pero relacionada con las anteriores; copias varias; manuscritos alberdianos, borradores y originales [manuscritos inéditos y los borradores que sirvieron de base para los Escritos Póstumos, edición de 16 tomos que duplicó en volumen la obra impresa en vida del autor y se publicó entre 1895 y 1901]; 119 libretas de diferentes tamaños; legajos que dan cuenta de su actividad diplomática europea al servicio de la flamante Confederación; de su actuación profesional como abogado en Chile y en Europa; con documentación jurídica, diplomática, política y privada: y con documentos escritos de terceros; facturas, tarjetas, anotaciones varias, compras, etc., papeles sueltos de interés [navegación del Río Salado, escuela de niñas de Santiago, Chile, etc.]. Para pagar este conjunto documental que su poseedora había ofrecido en vano al Gobierno Nacional, Furt aplicó los cuarenta mil pesos [$40.000] que obtuvo de la hipoteca de su campo de Bragado [estancia «La Colorada», de 680 hectáreas]. De esta manera evitó la dispersión del archivo y su posible venta a compradores brasileños.
Finalmente, en 1949 incorporó 2.500 volúmenes comprados en Rosario a los herederos de Víctor E. Tappone.
En el II Congreso de la Industria Gráfica Argentina, realizado en 1964, Furt presentó en exhibición 32 libros, dos incunables, veinte del siglo XVI, dos del siglo XVII, siete del siglo XVIII y uno del siglo XIX [7].
Libreros proveedores y un bibliófilo amigo
Importantes ejemplares le fueron vendidos a Furt por el librero Leo S. Olschki, propietario de librerías en Roma y en Florencia, a quien conoció en su primer viaje a Europa y con quien mantuvo posteriormente una copiosa correspondencia. De origen judío prusiano y residente en Italia, en 1939, debido a las persecutorias leyes raciales se vio obligado a exiliarse en Suiza, donde murió al año siguiente. Los libreros José R. Peña, desde Córdoba y Jorge Rothstein en Buenos Aires asistieron a Furt en la adquisición de libros. Peña, copió para Furt documentos en los archivos y adquirió para él primeras ediciones y ejemplares valiosos entre 1930 y 1962. En diciembre de 1944, le comunicó la adquisición de la Agonía del tránsito de la muerte, de Alexio Venegas del Busto [Zaragoza, 1544]. Rothstein, que fue proveedor de Furt entre 1940 y 1955, en febrero de 1947 le ofreció Las trecientas de Juan de Mena [Amberes, 1552] y en octubre de 1949 el Amadís de Gaula [Venecia, 1533]. También Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso [Barcelona, 1543], y el Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián, ejemplar rarísimo de la edición príncipe [Huesca, 1647], mediante pedido en 1947 a Dolphin Book Co., de Oxford, que lo ofrecía en catálogo al precio de 35 libras esterlinas.
Furt era asesorado para la adquisición de obras, especialmente de poesía e impresos antiguos españoles, por su amigo el exquisito poeta Ricardo Molinari [1898-1996], quien también le obsequió valiosos volúmenes que conservan su ex libris.
El catálogo
Como muchos bibliófilos y coleccionistas argentinos [o la gran mayoría de ellos], Furt no tenía fichada su biblioteca. Proyectó su catálogo, con una advertencia de Domingo Buonocore, en cinco secciones, cada una presentada por una autoridad en la materia: los académicos Arturo Marasso, para la de «Libros Antiguos [1496-1821]», y Rafael Alberto Arrieta, para la de «Literatura»; Federico Fernández Monjardín haría lo propio con «Historia y Geografía»; Aníbal Vargas Nigoul, para «Archivo y publicaciones», y Jorge M. Mayer para el riquísimo «Fondo de manuscritos de Alberdi». Pero circunstancias ajenas a la voluntad de Furt y luego su fallecimiento, impidieron la realización de la obra bibliográfica. Después de su muerte, su yerno Ricardo Rodríguez fichó la biblioteca completa, mediante fichas manuscritas de cartulina, prolijamente acondicionadas en cajas de zapatos. En la actualidad el fichero se encuentra digitalizado.
Fueron inventariados el Archivo Alberdi [8] y el material de la sala de antiguos impresos [9]. Y ese hombre luminoso que fue el siempre recordado y erudito filólogo, profesor Germán Orduna y su esposa, catalogaron, con impecable rigor técnico, los impresos en español del siglo XVI [10].
Destino de la biblioteca
Celia Etelvina Furt de Rodríguez fue quien, al fallecimiento de su padre en 1971, devota y fiel como una Ifigenia recibió la herencia material y la misión moral de preservar la biblioteca y archivo de su padre, junto con la realidad productiva y estanciera. Y lo hizo hasta su fallecimiento el 19 de marzo de 2008. Su gestión, junto a su esposo e hijos, permitió que ese valioso patrimonio cultural no se dispersase o fuese al exterior. Ella tomó para sí esa tarea, y pese al fallecimiento de su esposo el 18 de abril de 2004, supo transmitir a su familia un compromiso de continuidad. Un convenio firmado con la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM), y en particular con el Centro de Estudios Filológicos «Jorge M. Furt» ha permitido la reedición de antiguos y raros textos en la colección «Biblioteca Furt», dirigida por ese humanista integral que es el profesor José Emilio Burucúa, y una serie de volúmenes dedicados a la edición crítico-genética de obras de Alberdi cuyos manuscritos se conservan y la edición crítica del epistolario del gran pensador. Por lo que la Colección Furt, en tercera generación mantiene su lozana prestancia.
Notas
[1] Furt refirió sus experiencias y su periplo europeo en el tomo I de su Libro de compañía, impreso en Buenos Aires por Francisco A Colombo en 1947. Un volumen de 330 p. con una tirada de 500 ejemplares, de los cuales 10 en papel Vidalon y 10 en papel Gvarro, fuera de venta. El vol. II recién fue publicado por la Editorial Vinciguerra en 2014 [169 p.]
[2] René Kieffer (1876-1963), uno de los más importantes encuadernadores franceses de fines del siglo XIX y primera mitad del XX, fue discípulo del innovador Marius-Michel [1821-1890] que introdujo en la encuadernación los motivos florales del Art Nouveau. El taller parisino de Kieffer, quien adoptó el estilo vanguardista Art Deco en la década de 1920, adaptándose a los reclamos de la nouvelle bibliophilie, una nueva categoría de amantes del «libro ilustrado», llegó a encuadernar hasta 2000 volúmenes por año. Desde 1909, Kieffer también fue editor de libros de lujo, y a principios de los años veinte abrió librería en su taller de encuadernación, sito en el núm. 18 de la rue Séguier, labor continuada por su hijo Michel [1916-1991]. En fecha reciente, el 30 de mayo de 2024 la Librairie-Galerie de Emmanuel Fradois, en el núm. 5 de la rue du Cambodge, inauguró una exposición con un centenar de ejemplares salidos de la maison Kieffer, con un buen catálogo.
3] Expuesto en 1940. Cfr. Teodoro Becú, Catálogo de la Exposición del Libro. Que se celebra en la ciudad de Buenos Aires bajo los auspicios del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública para conmemorar el Quinto Centenario de la Invención de la Imprenta, por […], Buenos Aires, Talleres Gráficos de Guillermo Kraft Ltda. Sociedad Anónima, 1940.
[4] Guerrico & Williams, Notable biblioteca del Dr. Clemente Leoncio Fregeiro, Buenos Aires, 1931, sin paginar. Dicho catálogo fue objeto de severa crítica por falta de datos sobre los libros y sobre su estado de conservación: «La biblioteca que fue de Clemente L. Fregeiro, una de las más importantes sobre América, fue inventariada hace ocho años. Desde entonces ha estado muerta, sin que a los herederos se les ocurriera que convenía a sus intereses presentarla a la venta en forma interesante. Hoy los rematadores entregan un catálogo absurdo, de doscientas páginas amazacotadas de títulos incompletos». «Biblioteca de Clemente Fregeiro», en La Literatura Argentina, año IV, núm. 38, Buenos Aires, octubre de 1931, p. 65.
[5] Domingo Buonocore, Abel Chaneton, escritor, jurista y bibliófilo, City Bell, Editorial El Aljibe, 1984, 47 p. [Colección Semblanzas, vol. III].
[6] Domingo Buonocore, «Contribución a la bío-bibliografía de Jorge Martín Furt», en Universidad, núm. 88, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, septiembre-diciembre 1977, p. 131-153
7] Vicente Ros, “Furt bibliófilo», Buenos Aires, Disertación pronunciada en la Sociedad Científica Argentina, el 24 de octubre de 2001, Homenaje a Jorge M. Furt y Biaus, Artesanías Gráficas.
8] Ricardo Rodríguez, «Archivo Alberdi», en Biblioteca y Archivo Furt, Buenos Aires, Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, 1991, p. 55-79; Archivo Alberdi [Archivo epistolar, catalogado por Ricardo Rodríguez, Fundación «Biblioteca y Archivo de Jorge M. Furt», Estancia «Los Talas», Luján], San Martín, Escuela de Humanidades, UNSAM, 2002 (CD-Rom)
9] Catálogo de la Biblioteca Antigua de Jorge M. Furt, Buenos Aires, Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, 1994. 106 p.
[10] Germán Orduna y Lilia E. F. de Orduna, Catálogo descriptivo de los impresos en español, del siglo XVI, en la Biblioteca "Jorge M. Furt" (Los Talas, Luján, Pcia. de Bs. As.-Argentina), Buenos Aires, SECRIT, 1991 (INCIPIT, Publicaciones, I) 52+5 p. Reproducción de portadas.