Nació en 1886 y junto a sus hermanos Celina (1884 – 1963) y Alejo (1877 – 1946), cultivó el placer de coleccionar obras de arte y antigüedades en general, siendo un estudioso que trascendió el mero gusto de reunir piezas bellas y raras. De joven profesó su inclinación por las artes formándose como pintor junto al maestro Reynaldo Giudici en Buenos Aires, y con Hermenegildo Anglada Camarasa en París y más tarde en Mallorca, desplazados por la Primera Guerra Mundial. Fueron numerosos los argentinos que siguieron la huella artística del pintor catalán; entre ellos, Gregorio López Naguil, Carlos y Martín Noel, Carlos López Bouchardo, Ricardo Güiraldes y Adán Diehl [1], y ya en Puerto Pollensa (Mallorca), y viviendo en una idílica comunidad artística, López Naguil y Catalina Vives, Tito Cittadini y Madeleine Caissac Boissin, Ricardo Güiraldes y Adelina del Carril, y González Garaño con Marietta Ayerza. También estaban allí los mexicanos R. Montenegro y J. Enciso.
Diehl fue otro de los concurrentes y desde 1926 se afincó en aquella isla donde junto a su esposa María Elena Popolicio y el apoyo económico de la Banca Tornquist construyó un hotel en Formentor, destinado a atraer un turismo muy especial, aunque pronto cerró sus puertas vencido por algunos desaciertos propios y por la crisis mundial de 1929. Ya en manos de una sociedad comercial se reabrió en 1935 consolidando su presencia en el tiempo a través de las bondades del proyecto original. De la mano de Camilo José Cela, desde 1959 Formentor se convirtió en el “Club de los Poetas”, donde nacieron dos prestigiosos premios, el Formentor y el Internacional, otorgados entre otros, a Jorge Semprun, Jorge Luis Borges, Henry Miller, Alejo Carpentier, y en una segunda etapa, desde 2011 hasta aquí, ya denominado Premio Formentor de las Letras, a Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Ricardo Piglia y César Aira, por nombrar solo algunos de los elegidos.
Retomando a aquel grupo germinal de artistas e intelectuales, Anglada Camarasa retrató en 1924 a Marietta Ayerza (1894 – 1975), la esposa de Alfredo González Garaño, pintura que se conserva en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. En ese mismo año, Alfredo G. G. fue comisario del envío de Argentina a la Bienal de Venecia, y Anglada Camarasa expuso su obra en la Asociación de Amigos del Arte, recibida por una elogiosa crítica en la revista Proa, firmada por Ricardo Güiraldes.
Su compromiso con las artes lo situó en una posición de relevancia; fue socio fundador de la Sociedad de Acuarelistas, Pastelistas y Aguafuertistas -así llamada al comienzo- y de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (AAMNBA), que presidió, y miembro de la Asociación de Amigos del Arte (AAA); ocupó un sitial en la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) [2] desde su año de origen, en 1936, y fue miembro de la Sociedad de Bibliófilos y del Instituto Bonaerense de Antigüedades, además de pertenecer a diversos grupos de artistas e intelectuales, entre ellos, el llamado “grupo de Parera” que entre los años 1908 y 1930 reunido originalmente en torno al taller de Alejandro Bustillo, se interesó por el arte argentino en permanente diálogo con el europeo. También integró el grupo “La Púa”, del que derivó el llamado Martín Fierro.
Amigo de los hermanos Güiraldes, con Ricardo crearon el ballet Caaporá, cuyos diseños ambos realizaron, y junto con Manuel le dio impulso a las ventas de las obras de Pedro Figari. Aquella obra fue admirada por Nijinsky, quien se había propuesto llevarla a escena con la música de Igor Stravinsky, pero su salud quebrantada aguó el proyecto. “La idea era llevar a escena una leyenda guaraní y hacer el primer ballet que diera cuenta de una estética americanista renovada a la luz del arte contemporáneo”. [3] De aquel intento se conservan las pinturas de los figurines, las escenografías y objetos decorativos que se utilizarían; fueron exhibidos en 1917 en Buenos Aires, en el Salón de Acuarelistas, y en 1920, en Madrid, despertando en el crítico español José Francés un juicio muy esperanzador: “Son la prueba demostrativa de que los hispanoamericanos van a tener ya un arte moderno suyo, profundamente arraigado en los elementos nacionales”. [4]
En su colección agrupó la Escuela de París con el arte precolombino, el virreinal, el africano, el asiático y el de Oceanía, cultivando un cosmopolitismo criollo en el mismo tiempo que lo hicieran Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo, allá por la década de 1920. Se trataba de una nueva mirada en el coleccionismo argentino que, si bien rescataba las aportaciones hispánicas, también acudía a lo indígena, al arte luso-brasileño, a las contribuciones estéticas del resto de Europa, del arte oriental e incluso de los influjos llegados desde las creaciones regionales. En este cambio de rumbo lo encontramos junto a Antonio Santamarina, Antonio Leloir Martínez de Hoz, John Walter Maghire y Luis García Lawson. Libros, muebles, pinturas, grabados, platería virreinal y criolla, y otras artes decorativas enriquecieron estos conjuntos que en numerosas ocasiones se incorporaron a las instituciones públicas. El propio Alfredo G. G. donó más de doscientas cincuenta piezas al Museo de Arte Etnográfico; allí se encontraban las obras de arte prehispánico y de los pueblos indígenas contemporáneos que formaron su colección a partir de adquisiciones hechas en París y también en Buenos Aires.
En el amplio arco de intereses, colectó pinturas y dibujos de artistas europeos, como Amedeo Modigliani, José Gutiérrez Solanas -en los años treinta donó obras de su autoría al MNBA-, Toulouse-Lautrec y Anglada Camarasa, su maestro.
Destacado bibliófilo, además de formar parte de la Asociación que los nucleaba en Argentina, en 1938 fue socio fundador de la editorial Sudamericana e integró el Consejo Editorial de la Revista Sur.
Con las innovaciones observadas en Europa planteó cambios sustanciales en el modo de presentar las muestras; así lo hizo en la AAA (Asociación de Amigos de las Artes) donde organizó numerosas exposiciones -en 1932 presentó el Fausto de Estanislao del Campo ilustrado por Héctor Basaldúa- en una puesta que sorprendió. Esta ampliación de perspectivas también la plasmó en las muestras individuales montadas en el MNBA -entre ellas, las de Malharro, De la Cárcova y Rugendas- y presidiendo la Comisión Organizadora de la dedicada al impresionismo en 1962.
Su historia de vida se ensambla con las más importantes instituciones dedicadas a la cultura y las artes en nuestro país. Cuando el Museo Nacional de Bellas Artes se mudó hacia su actual sede, en 1932, impulsó en la Asociación de Amigos de esta casa -a la que pertenecía desde su fundación- y junto a Errázuriz, Llobet, Bullrich y otros, las compras por parte del gobierno argentino de dos importantes obras -Vahine no te miti, de Paul Gaugen, y Moulin de la Galette, de Vincent van Gogh-, aún hoy centrales en el discurso expositivo del museo mayor de Argentina.
En su colección particular cultivó una especial predilección por las obras en papel, tanto acuarelas y dibujos, como litografías y grabados. Con ellas formó un legado que se incorporó al patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes, “de indudable interés para la reconstrucción de nuestro pasado histórico, como también para mostrar los primeros intentos artísticos realizados en Buenos Aires con la nueva técnica de la litografía, introducida tímidamente por el francés Juan Bautista Douville y continuada luego por el Ginebrino César Hipólito Bacle”, como lo expresara Adolfo Luis Ribera en el catálogo que en 1979 acompañó la exhibición presentada con el título de “Colección Alfredo González Garaño. Iconografía Argentina / Sudamericana, siglo XIX”. Si bien el texto de Ribera menciona las creaciones de Bacle, llama la atención que en la exposición no aparezcan obras de su autoría. Quizás debido a que sus herederos -Marietta y Alfredo no tuvieron hijos- decidieron conservarlas, ya que tenemos ante nuestros ojos ahora siete de sus láminas litográficas -excepcionalmente, todas iluminadas-, que formaran parte de la serie “Trages y costumbres de Buenos Aires.” Llegaron hasta nuestra galería de Arte provenientes de su colección. [5]
Hermenegildo Anglada Camarasa: La valenciana entre dos luces. Museo Nacional de Bellas Artes. Legado González Garaño. Fotografía: MNBA.
A la muerte de ambos -Alfredo murió en 1969 y su esposa, en 1975- recibieron sus legados los museos nacionales de Bellas Artes y de Artes Decorativas, el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco y la Academia Nacional de Bellas Artes.
Notas:
1. En “El pintor argentino López Naguil” en Atlántida. Ilustración semanal argentina, recorte sin fecha. AFLN. Citado en Gregorio López Naguil en la huella de Hermenegildo Anglada Camarasa. Por María Elena Babino. Revista de Instituciones, Ideas y Mercados. N° 68. Octubre 2019.
2. En la ANBA se conserva el “Legado González Garaño” con diversos documentos, recortes de prensa, apuntes de viaje, fotografías y postales.
3. María Elena Babino: Ricardo Güiraldes y su vínculo con el arte. Buenos Aires, París, Mallorca, un itinerario estético para un proyecto americanista. UNSAM Edita, Colección Artes y Letras, Serie Poliedros, 2007, p. 27.
4. Citado en Anales, Buenos Aires, Institución Cultural Española, 1948, p. 735. (En María Elena Babino, 2007, ob. cit, p. 28, nota 42)
5. Su hermano Alejo en 1933 realizó una exposición con las obras de Bacle en la Asociación de Amigos del Arte. Su colección fue dispersada en su tiempo a través de Casa Pardo.
Otras fuentes bibliográficas:
Marcelo E. Pacheco: Coleccionismo de Arte en Buenos Aires. 1924 – 1942. Buenos Aires. El Ateneo. 2013.