Por Guillermo Vega Fischer *
El Borges, aquel que con sus veinticinco años de historia se conformó como uno de los centros culturales más emblemáticos de Argentina, hoy no es el mismo. Nacido en la década del noventa junto a la privatización de las Galerías Pacífico, en los inicios del 2021, concluído aquel primer contrato, ingresó a la órbita estatal del Ministerio de Cultura de la Nación y tras un período de reformas, tanto edilicias como de organización, el centro cultural reabrió sus puertas finalmente en marzo del año pasado.
Sin desmerecer su pasada actividad -recordemos las muestras de Lucio Fontana, las retrospectivas de Giorgio de Chirico y de Andy Warhol, las de Roberto Matta y de Henri Cartier Bresson, la exposición de Frida Kahlo-Diego Rivera, los dibujos de Francis Bacon; las muestras de fotografías de Tina Modotti y de Lewis Hine; y la visita de grandes personalidades del ámbito de la cultura como Edward Lucie Smith, el fotorreportero Steve McCurry, y Thomas Messer, célebre director del museo Guggenheim, el centro cultural ofrece actualmente una riquísima y variada oferta artística y cultural, con exposiciones, presentaciones, cursos, conciertos de música y espectáculos de danza. Sus actuales nueve mil metros son ahora sede de la Sala Bon Marché del Museo Nacional de Bellas Artes, destinada a recordar la primera época del MNBA, el Espacio Jorge Luis Borges, la biblioteca abierta, la fotogalería, las exposiciones del Palais de Glace, la tienda del MATRIA, y el Museo Nacional de arte Oriental, que tendrá por primera vez su propia sede. También es sede de las Fundaciones Mercedes Sosa, Julio Bocca y Luis Felipe Noé.
Antes de desplegar su programación actual -ahora con entrada gratuita-, para comprender este traspaso del entorno privado al público, detengámonos en su historia, que se inicia un siglo antes de su nacimiento oficial en 1995.
Las galerías porteñas de Le Bon Marché
Tras las epidemias, especialmente la de fiebre amarilla de 1871, las elites porteñas comenzaron a dejar sus residencias al sur de la Plaza de Mayo para instalarse al norte en una zona más alta, en los alrededores de la Plaza San Martín. Fue entonces que en ese barrio abrieron sus puertas las tiendas más elegantes, en especial sobre la calle Florida, a la sazón la arteria más distinguida de la ciudad. Allí mismo, entre las calles Florida, San Martín, Avenida Córdoba y Viamonte, en 1888 un grupo de inversores compraron una manzana completa junto al Convento de las Catalinas con el fin de construir una sucursal porteña de las Tiendas Le Bon Marché de París. Los encargados de llevar a cabo la construcción fueron los arquitectos Emilio Agrelo, argentino, y Roland le Vacher, parmesano. Siguiendo el modelo de la Galería Vittorio Emmanuelle II de Milán, diseñaron un complejo de cuatro bloques separados por dos calles en cruz. El proyecto de la sucursal de la tienda francesa fracasó, gracias a lo cual la suerte de este impresionante edificio comenzó a sufrir sucesivos cambios. En principio, la construcción sobre una de las esquinas de la manzana del Hotel Phoenix, también diseñado por Agrelo y Le Vacher. Pronto su destino de origen, el comercial, comienza a cruzarse con otro que lo signará desde sus primeros años, el cultural. Ya en 1896 fue el edificio sede del primer Museo Nacional de Bellas Artes. También funcionó allí la Asociación Estímulo de Bellas Artes, El Ateneo y La Colmena Artística -agrupamientos de intelectuales y artistas-, el Centro Islas Malvinas y fue taller del maestro Ángel Della Valle. En 1908 parte del edificio -y luego de forma completa- se vendió al Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, de donde deriva su nombre actual.
Las Galerías Pacífico, con su edificio de finales del siglo XIX y su bóveda de la década del 1940. Fotografía: Pablo Archetti.
Entre 1945 y 1947 el complejo sufrió un gran cambio. El edificio fue “refuncionalizado” y separó su área de oficinas de una nueva galería comercial. El cruce de las dos galerías, que se encontraba aún abierto, fue finalmente cerrado en concreto por los arquitectos José Aslan y Héctor Ezcurra, y allí los pintores Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchúa y el gallego Manuel Colmeiro Guimarás pintaron los impresionantes frescos, la manifestación más importante del muralismo argentino.
El mural que Antonio Berni pintó entre 1945 y 1946, en el centro de las Galerías Pacífico. Fotografía: Pablo Archetti.
En 1948, durante el gobierno de Perón, con la estatización de los ferrocarriles, el edificio pasó a manos del estado. En 1976 el gobierno de facto decidió su demolición para construir viviendas, pero esto no ocurrió, aunque el edificio quedó completamente abandonado. Años más tarde se supo que allí, en los sótanos, funcionó un centro clandestino de detención.
Cuando concluía el siglo pasado se discutió públicamente su destino. Un grupo de artistas e intelectuales proponía crear un centro cultural, el Imaginario de América Latina, pero la opción fue por el mercado. Los antiguos usos volverían a dar forma al lugar. En 1989, durante el gobierno de Menem, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional y privatizado para su explotación comercial, con la cláusula de levantar en su último piso un centro cultural que articulara con la por entonces Secretaría de Cultura de la Nación. Nació entonces, en octubre de 1995 el Centro Cultural Borges. El espacio fue inaugurado con una muestra de Jorge de la Vega y la exposición Arte de Argentina de 1920-1994 que fue preparada por el Museo de Arte Moderno de la Universidad de Oxford. Concluídos los treinta años de la concesión en 2020, el centro cultural pasó a la órbita del Ministerio de Cultura de la Nación, comenzando entonces su actual etapa.
El nuevo Centro Cultural Borges
Su ingreso a la órbita pública significó una ampliación y federalización de su propuesta cultural, y el ensamble con otros organismos públicos que enriquecen aún más su oferta. Al ingresar por la calle Viamonte y subir sus escaleras, nos topamos con MATRIA, el Mercado de Artesanías Tradicionales e Innovadoras Argentinas. Este organismo busca reconocer y visibilizar el rol de la actividad artesanal en la economía local de todo el país. Además de las piezas que se exhiben en su local, se puede visitar actualmente la muestra Rancho, un homenaje a la diseñadora austríaca Fridl Loos (Viena – 1905, Buenos Aires- 2000) quien fue pionera en la incorporación de texturas del norte argentino a la moda. Rancho, como homenaje, alude a una de sus tiendas que funcionó en las Galerías Pacífico en los años 40; y que entre sus colecciones de vanguardia, dispuso boleadoras y ponchos argentinos a modo de ornamentos y recursos de estilo. Rancho presenta obras de cuarenta y cuatro artesanas y artesanos y la participación de diez ejecutantes de trabajo colaborativo. En el amplio salón del mismo piso funciona Línea Piensa, un proyecto creado por Luis Félipe Noé y Eduardo Stupía destinado a visibilizar a los artistas del dibujo de nuestro país. Su actual muestra número 120 -este proyecto nació muchos años atrás, durante la anterior gestión- exhibe obras de Irene Banchero y Laura Valdivieso. Continúa una muestra de fotografías de la artista Adriana Lestido titulada Antártida negra. La exposición reúne una serie de fotografías realizadas entre febrero y marzo de 2012, en las bases argentinas Decepción y Cámara, y durante el trayecto en barco por los mares antárticos. Es una confesión emocional y creativa que provoca y conmueve. Trata de una artista y su búsqueda, mientras visita la Antártida y crea un relato de viaje directo, llano.
Subimos unas nuevas escaleras, y nos enfrentamos a uno de los cuatro pabellones que dan sitio a nuevas salas de exposiciones, teatros y auditorios. En el primero de ellos podemos ingresar a la muestra Acrilia, de Ana Rascovsky. Una serie de instalaciones, desplegadas en el espacio en mesas y paredes; la propuesta reúne maquetas realizadas en acrílicos cortados con láser que forman escenas conectadas entre sí con una fábula como narrativa que el espectador va a explorar a medida que recorre la sala. Bosques encantados, Bruma, Migraciones, Inundación, Circo, Zoológico, Parque de diversiones, Trampa y Fiesta de Hongos, la conforman. Y en este mismo espacio podemos tomar un libro de su biblioteca abierta, y leerlo el tiempo que queramos, recostados en cómodos sillones. Si subimos una nueva escalera nos sumergiremos en Mercedes Sosa: la voz de la tierra, una emotiva exhibición que despliega los distintos aspectos de la vida y obra de esta artista popular, mediante imágenes, archivos, objetos personales como sus clásicos ponchos y música. Esta exhibición fue curada por Alvaro Rufiner y es un trabajo conjunto entre la Fundación Mercedes Sosa y el Centro Cultural Borges.
Un visitante frente a un par de primeras ediciones de Jorge Luis Borges. Fotografía: Pablo Archetti.
Saliendo de este pabellón nos encontramos en el centro mismo del centro cultural, la Plaza de las Artes, exactamente arriba de los murales pintados en 1945. Hacia izquierda o derecha podemos dirigirnos a los otros pabellones, pero antes, les sorprenderá una instalación recientemente inaugurada de la artista Renata Schussheim, con unas nadadoras y unas esferas blancas. Esta belleza metafísica y surrealista es parte de la exposición Fulguraciones. La libertad y luminosidad de aquellas nadadoras muta a un universo más oscuro, lúdico y siniestro al ingresar a la sala de exposiciones. Allí se exhiben 22 fotografías blanco y negro que Renata encontró en Internet e intervino a mano. Extrañas imágenes, impresas en gran tamaño, en las que se ven personas disfrazadas de osos junto a niñas, niños o familias.
En la Plaza de las Artes la instalación de Renata Schussheim. Fotografía: Pablo Archetti.
Otra de las grandes y nuevas joyas del Centro Cultural Borges es el Museo Nacional de Arte Oriental que, tras funcionar cincuenta y siete años -varios de ellos sin acceso al público- en el Palacio Errázuriz, encuentra aquí su sede propia. Las salas combinan su singular colección permanente, con grabados, dibujos, tallas en piedra, cerámicas y magníficos altares de madera policromada, con muestras de arte contemporáneo, como la presente Exhibición temporaria 𝗗ō. Con curaduría de Mami Goda, explora el camino de Julieta Jiterman y Juan Pablo Marturano. Desde enfoques creativos distintos, ambos utilizan materiales austeros para el trabajo y se comprometen con el camino (ruta) en el hábito ritual (rutina).
Son éstas sólo algunas de las exposiciones temporarias o permanentes del centro cultural, sin mencionar su prolífica actividad musical -dicho sea de paso, el centro cultural acaba de adquirir un precioso nuevo piano de cola, que escuchamos días atrás con un concierto de la pianista Haydée Schwartz con los preludios de Claude Debussy-, de danza, tango, cursos, seminarios, conferencias y presentaciones. Para descubrirlas y disfrutarlas, de miércoles a domingos, de 14 a 20 hs., en Viamonte 525 -en pleno microcentro de la Ciudad de Buenos Aires-, con entrada gratuita.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios