En un estallido de colores y fantasía, desde 2007 la celebración del Día de Difuntos que se desarrolla en todo México desde fines de octubre a principios de noviembre cuenta con la participación de unos verdaderos seres imposibles llamados alebrijes. Aquí, su alucinante origen y significado.
Además del espectáculo de cementerios con lápidas, cruces y ofrendas cubiertas de flores amarillas; familias comiendo y cantando al lado de las tumbas, banderines de mil colores cruzando el espacio y globos de papel iluminados con velas en su interior, en México el Día de Difuntos es ocasión para que niños y adultos, hombres y mujeres, salgan de sus casas vestidos de catrines y catrinas (disfraces de esqueletos y calaveras sofisticadamente vestidos), así como de charros y animales de toda clase en un bullicioso deambular por las calles centrales de ciudades y pueblos.
Ciudad de México se destaca en estos festejos por su ampuloso desfile de varios kilómetros de largo en el cual, por añadidura a comparsas, carros alegóricos y agrupaciones de todo tipo –desde los conjuntos religiosos con crucifijos, hasta grupos de danzas folklóricas, bandas de mariachis o simplemente equipos de jóvenes o personas disfrazadas que se acoplan al recorrido– desde 2007 se han agregado más de 200 alebrijes gigantes, improbables animales de cartón, papel y todo tipo de desechos llenos de color y fantasía pero de macabro y alucinante origen.
Una visita al mundo de los muertos
Corría el año 1936 y Pedro Linares López, con una úlcera gástrica perforada deliraba en su lecho de moribundo en Ciudad de México, presa de agitación casi convulsiva. Es que –contaría más tarde– al paisaje de apacible naturaleza con que soñara al principio, repentinamente le había sucedido el acoso de animales de pesadilla: un burro con alas, un gallo con cuernos de toro y un león con cabeza de perro. Además, lo hacían al grito de ¡alebrijes! ¡alebrijes! ¡alebrijes!
Ya desahuciado Pedro Linares volvió en sí cuando en el sueño su hermano ya fallecido le indicó que ese no era aún su lugar, y le mostró una puerta por la que regresó al mundo de los vivos, a su casa y su familia.
De contextura menuda, Pedro era uno de los tantos artesanos tradicionales que, con papel y desechos de todo tipo, realizaban pequeños objetos como animales, piñatas, máscaras de carnaval y calaveras que se venden en los mercados populares. Su especialidad eran las figuras de Judas, en su caso gigantescos esqueletos de papier maché que hacía por encargo para ser quemados en los últimos días de la Cuaresma.
Tras una lenta recuperación y fiel al mundo en que había crecido, poblado de seres mágicos como los nahuales (humanos con la capacidad de convertirse en animales, pero también animales guardianes de los humanos), aluxes y chaneques (duendes guardianes de bosques y sembradíos), Linares reinició su trabajo en 1947, convencido de haber regresado del mundo de los muertos con la obligación de dar a conocer las criaturas que lo habían acompañado.
A partir de entonces de su taller salieron seres de cartón que, sobre estructuras de alambre o cañas, combinaban partes de diferentes animales como los seres de sus pesadillas. Sólo que, por su aspecto cadavérico, no interesaron a los compradores.
Paradójicamente y sin saberlo, con sus obras y fracasos, Linares era un espejo del movimiento surrealista, tan en boga por esos años en Europa y en el México de los intelectuales de vanguardia, en su intento de hacer del arte una expresión del inconsciente, de lo irracional, improbable y espontáneo manifestado especialmente en los sueños. Fue así como, luego de que lo descubriera un galerista de Cuernavaca, Diego Rivera y Frida Kahlo se interesaron por su trabajo y le encargaron varias obras.
Fueron las primeras puertas que se abrieron a las criaturas de Linares, quien comenzó a cubrirlas con vivos colores y decorados típicos para que los dragones con cabeza de jaguar y alas, los gallos de cuatro patas, iguanas con cabeza de calavera humana, y mil animales más fueran aceptados por el público del mercado callejero.
Camino al reconocimiento
Aunque hubo momentos como aquel en que una coleccionista llegó a exportar diez piezas por mes, el mundo del arte seguía sin dar cabida a los alebrijes. Y a pesar de que en 1954 un especialista en arte los había presentado en París, y que en 1974 formaron parte de una exposición colectiva de artesanías en Europa, recién a partir de 1975, con el documental “Pedro Linares, artesano cartonero” de la cineasta Judith Bronowski, los alebrijes ganaron un sólido prestigio en el ambiente cultural, y por su exclusividad y creatividad algunos de ellos se convirtieron en piezas de colección.
Pedro Linares López (1939 - 1992) recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría Artes y Tradiciones Populares en 1990, mientras que el término “cartonero”, acuñado por Leonardo Linares, su nieto, pasó a designar al fabricante de alebrijes, haciendo que muchos artesanos, especialmente los de Oaxaca –que realizan sus alebrijes en madera de copal- se especializaran en estas piezas [Ver Detrás de una máscara, arte popular mexicano: AQUÍ].
En 2006 un alebrije gigante fue enviado a Glasgow, Escocia, por el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, el cual inició la tradición de los desfiles de estos gigantescos animales en las llamadas Noche de los Alebrijes, donde, junto a la Secretaría de Cultura y otros organismos locales, se premian las obras más originales.
Hay que mencionar, asimismo, que la fama de los alebrijes se disparó a nivel internacional luego de su inclusión en la bien documentada película de dibujos animados “Coco”, de los estudios Disney, estrenada en 2017.
En el desfile a próposito del Día de difuntos y luego de un largo recorrido por las zonas más destacadas de la ciudad, los alebrijes, quedan en exposición en el Paseo de la Reforma –central arteria de Distrito Federal– hasta la finalización de los festejos, cuando son puestos luego a la venta indiscutiblemente incorporados a la tradición, al mundo del arte y en un merecido homenaje a los seres que acompañaron a Pedro Linares en su alucinado primer viaje al mundo de los muertos.
Los hijos de Pedro Linares López, Felipe y Leonardo, grandes maestros mexicanos hoy, son herederos de la tradición popular de la cartonería y ponen en lo alto el legado de su padre, ya con reconocimiento y premios a nivel nacional e internacional. Como ellos, numerosos artesanos los elaboran, es que el pueblo mexicano en su conjunto los ha adpotado como propios.
Pedro Linares y sus alebrijes, protagonistas de historias, a disfrutar en internet:
Bronowski Judith, Pedro Linares 1975. El padre de los alebrijes. Parte 1. Documental. VER
Bronowski Judith, Pedro Linares Artesano del cartón. (Papier maché artista). Documental.
Zantke, Hartmut, Alebrijes make me happy. VER
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios