Desde la aparición de la Venus de Willendorf a orillas del Danubio, una pequeña pieza que exaltaba la fertilidad y la reproducción de la especie humana, hasta la llegada del tiburón en formol de Damien Hirst y su homenaje a la muerte, la escultura ha transitado por caminos bien diversos. Durante siglos, grandes personajes de la historia universal fueron inmortalizados en importantes monumentos que aún perduran, y tanto los salones como los jardines se engalanaban con clásicas figuras académicas que necesitaban perpetuarse en la imitación de la realidad visible. Hasta que llegó el momento en que alguien, tal vez Miguel Angel Buonarotti sin proponérselo, cambió el sentido esencial de la escultura para transformarla en una manifestación expresiva diferente. Su “Pietá Rondanini” o algunos de sus “Esclavos” ponen al espectador frente a una situación distinta. Aparece el dolor como emergiendo de la propia materia, y el pulido mármol renacentista que nos invitaba a recorrer la perfección, se transforma en un ser vivo que sufre y siente.
Detalle con su firma. Fotografía: Hilario. Artes Letras Oficios.
Así lo entendió Pierre Aguste Renée Rodin (París, 12 de noviembre de 1840 - Meudon, 17 de noviembre de 1917) considerado el padre de la escultura moderna y el primero que romperá definitivamente con todos los cánones académicos. Sus comienzos alejados de los canales tradicionales, fueron junto al gran escultor animalista Antoine Louise Barye, con quien modelaba pequeñas figuras en el Museo de Historia Natural de su ciudad natal.
En 1855, como tantos otros artistas, empezó a trabajar en arcilla practicando en el Museo del Louvre. Su condición de autodidacta no le resultó del todo fácil a la hora de la evaluación de sus primeros trabajos, pero su talento natural superó ampliamente las críticas de sus contemporáneos, algo que Rodin tampoco tenía demasiado en cuenta.
Desarrolló una actividad intensa desde muy temprana edad. Participó en la reconstrucción urbana de París con Georges Haussmann, y en 1865 conoce al escultor Jean Baptiste Carpeaux, quien lo ayuda en la gestación de su primera obra importante, “El hombre de la nariz rota”, que recién será aceptada en la Academia en su versión realizada en mármol, diez años después. Los tiempos y el avanzar en varios trabajos simultáneamente nunca fueron un problema para Rodin.
Máscara del hombre de la nariz rota. Museo Soumaya, Ciudad de México.
Para mantenerse económicamente, pues carecía de ingresos regulares, colaboraba en el taller de Ernest Carriere Belleuse, firmando incluso algunas de sus obras. En ese tiempo de aprendizaje, y de un viaje a Italia para conocer de cerca a los grandes escultores renacentistas, conoce a Rose Beuret que será su compañera de vida y su modelo para uno de los mejores retratos que realizó, un bronce titulado “Mignon” (1870, Museo Rodin, París) que posee una asombrosa firmeza de modelado. El rostro emerge de una base casi abstracta de hojas que en ritmos ondulantes se entremezclan con su cabello. Es notable la calidad expresiva y la captación del carácter del personaje.
Mignon (1870) de Auguste Rodin. El busto representa a la heroína de una ópera cómica de Ambroise Thomas. Musée Rodin, París.
En junio de 1875 comienza a trabajar en Bruselas con un soldado belga que le servirá como modelo para la concreción de su primera gran escultura “La edad del bronce”, anteriormente titulada “El Vencido” [Museo Rodin, París, 1876/1877]. No solo las influencias recibidas en Italia sino el contacto con la escultura barroca flamenca, lo liberan definitivamente del academicismo para crear esta obra que fue presentada en 1877, provocando estupor y escandalizando a los espectadores debido a la audacia de su realización. En el bronce surge un ser vivo, vibrante, que emociona y al mismo tiempo genera una verdadera batalla al señalar el comienzo de una nueva visión de la escultura contrapuesta al arte oficial. Parecía imposible que un autodidacta hubiera podido crear formas tan perfectas.
En los años siguientes, cada obra expuesta por Rodin atraía la atención del público. Sus esculturas respetan a la naturaleza, y demuestran su deseo de interpretarla sin producir copias serviles. En su conjunto, su producción se basa en raíces profundamente humanas ya que posee el don de captar y representar la fugacidad de una impresión, de un gesto, de una pose. En sus personajes inmóviles, percibimos casi una prolongación de su vida interior.
Experimentaba una enorme alegría cuando trabajaba. “Siempre viví como un obrero, pero la felicidad de trabajar me hizo superar invariablemente cualquier dificultad. Apenas estoy inactivo, me aburro. El descanso es monótono, y evoca la tristeza de todo lo que se termina. Siento que trabajar es como vivir eternamente” le confiesa a su gran amigo Reiner Maria Rilke.
En 1880 le encargan la decoración de la puerta del Palacio de las Artes Decorativas a orillas del Sena y frente al Palacio de las Tullerías. Será el mayor reto plástico de su vida. Para ello, el Estado le proporciona un taller y por este encargo se le abonará la suma de 8000 francos. Estas llamadas “Puertas del Infierno”, fueron concebidas recordando las del Baptisterio de Florencia, de Lorenzo Ghiberti, y sin duda alguna “El Infierno” de Dante Alighieri, y “Las flores del mal “de Charles Baudelaire. Una gran cantidad de extraordinarios y trágicos dibujos resultan un claro testimonio de estos motivos de inspiración.
En un principio estudia la subdivisión de la puerta en cuatro paneles separados por un angosto friso con motivos de follaje, pero más tarde cambia la concepción reemplazando la idea original por otra totalmente distinta disponiendo las escenas sobre un fondo sin marco, tal como Miguel Angel ordena las escenas del “Juicio Final”. Obtiene de esa manera un efecto mucho más dramático y un espacio tridimensional. Las figuras y los grupos emergen de manera caótica desde la inmensa masa de yeso.
Las “Puertas del Infierno”, fueron exhibidas por única vez en la Exposición Universal de París en 1900, de manera incompleta en la Place D’Alma junto con ciento cincuenta obras entre esculturas y dibujos. Rodin extrajo varias de sus figuras importantes del original en yeso que se encuentra hoy en el Museo de Orsay en París. Posteriormente a la muerte del artista, se realizaron ocho fundiciones en bronce de esta obra monumental que se encuentran en la actualidad en distintos museos del mundo. Su realización se prolongó durante treinta y siete años, desde 1880 hasta 1917. Camille Claudel, su alumna, modelo y amante, colaboró constantemente con él en la ardua realización de la obra. Si bien el entusiasmo inicial para semejante proyecto lo estimuló con pasión, también pasaba por algunos períodos de desazón donde interrumpía las obras, lo que alargaba mucho la finalización de las mismas.
Algunas de las esculturas que integran los mejores sectores de “Las puertas del Infierno” fueron separadas del conjunto, y se fundieron en bronce para ser adquiridas por famosos coleccionistas. Ha sido una fuente inagotable de motivos para Rodin. Así nacieron “Adán”, “Eva”, “El Espectro”, “El Pensador”, “El mártir”, “Ugolino y sus hijos” y “El beso”. En nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, se exhibe una copia en mármol de esta última, donde se observa la facilidad con la que Rodin manejaba las torsiones de las figuras emergiendo del material inerte.
El pensador, una de las esculturas que forman parte de Puerta del Infierno. Aquí, el ejemplar que se encuentra en los jardines del Musée Rodin de París.
En 1884, la ciudad de Calais retoma el proyecto para la realización de un monumento en honor de “Los Burgueses de Calais” cuya épica tuvo lugar durante la guerra de los Cien Años, en honor de uno de sus héroes Eustache de Saint Pierre, representados en el momento en el que intentan salvar a la ciudad asediada. Una vez delineadas las figuras desnudas, las cubre de modo tal que no altere la estética, la grandeza y el dramatismo del conjunto.
Les Bourgeois de Calais, obra de Rodin emplazada en el Parque de Mariemont, en Bélgica.
Entre los grandes personajes que tuvo el honor de plasmar, se destacan el escritor Victor Hugo y el novelista Honoré de Balzac. Eligió representar a Hugo en el exilio, en los peñascos de la isla de Guernsey. El conjunto escultórico que muestra al poeta desnudo y rodeado de Las Musas fue rechazado por la Comisión de Bellas Artes pero aprobado finalmente por la opinión pública. Fue pasado a mármol y hoy se encuentra en los Jardines de Luxemburgo.
A raíz de la sugerencia de Emile Zola, la Comisión de la “Societé des Gens de Lettres” decide confiarle una escultura de Balzac. Aquí se le presenta a Rodin un doble problema: acercarse a su aspecto humano e interpretar su fuerte personalidad interior. Prepara diecinueve estudios solo para la cabeza, realiza una enorme cantidad de bocetos, estudia vestimentas, hasta que finalmente el monumento se expone en 1897 provocando nuevamente otro escándalo en la historia de la escultura. Rodin declararía posteriormente “Esta escultura de la que tanto se rieron, que escarnecieron porque no la podían destruir, es el fruto del trabajo de toda mi vida, el punto focal de toda mi concepción estética”. En nuestro Museo Nacional de Bellas Artes hay un extraordinario bronce de la cabeza de Balzac, donado en 1980 por la Sra. Mercedes Santamarina.
Rodin renuncia gradualmente a todos los detalles circunstanciales y a los adornos inútiles interesándose únicamente en la gestualidad y el carácter de sus personajes. Prefiere el bronce para los retratos masculinos y reserva a los femeninos la delicadeza del mármol.
En 1889 expone con Claude Monet en la Galería de Georges Petit, obteniendo los dos un éxito colosal. Ambos artistas que solo tenían en común el año de su nacimiento, revolucionaron el nuevo lenguaje plástico con sus magníficas formas inacabadas y el excepcional manejo de la luz.
Para estar en contacto con la naturaleza, en 1895 compra en una subasta la Villa de Brillantes en Meudon. Allí empezó a interesarse por las antigüedades que aún se conservan intactas e instaló un taller con cincuenta colaboradores entre escultores, obreros y moldeadores.
El mismo año realizó la escultura del Presidente Domingo Faustino Sarmiento que fue inaugurada en los Jardines de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires el 25 de mayo de 1900 en el contexto de los festejos conmemorativos de la Revolución de Mayo de 1910. El monumento fue encargado por el Estado Nacional, y en su momento provocó el disgusto de algunos vecinos por considerar que la figura no tenía ningún parecido con el prócer, y que además había sido colocada en el Parque Tres de Febrero donde residía en su momento Juan Manuel de Rosas, enemigo acérrimo de Sarmiento.
En 1902, Rilke le sugiere la realización de siete esculturas en mármol que fueron adquiridas por el Barón Thyssen Bornemisza. Hoy integran la colección de la Sra. Carmen Cervera, y pueden disfrutarse en el Museo Thyssen de Madrid.
En 1909 se contempla el proyecto de la donación de toda su obra al Estado Francés conservada en el Hotel Bion de París. En el mes de enero de 1917 se casa finalmente con Rose Beuret quien le fue incondicional a pesar de sus múltiples relaciones extra conyugales.
Ese mismo año contrae una fuerte gripe falleciendo el 17 de noviembre en su casa de Meudon. La escultura del “Pensador” fue colocada encima del féretro como él lo había dispuesto, y se evitaron los homenajes nacionales a raíz de la Gran Guerra.
Rodin solía realizar sus piezas en yeso, cera y barro al modo tradicional, y una vez que se encontrara satisfecho, sus asistentes se encargaban de reproducirlas. A partir de esos moldes de yeso era posible pasarlas al mármol o fundirlas en bronce bajo la supervisión del maestro.
Para la fundición en bronce prefirió el procedimiento de la cera perdida, técnica que ha sido utilizada desde hace cinco mil años. Las casas fundidoras que trabajaron para Rodin fueron Susse Freres, Barbedienne, y Eugene y Alexis Rudier.
Con el mármol enfatiza el trabajo del cuerpo, y como muchos de sus contemporáneos recurría al apoyo de escultores y distintos colaboradores. Esto le provocó duras críticas poniendo en duda la originalidad de sus trabajos. Pero Rodin seguía atentamente el proceso, corregía, intervenía, y terminaba a cincel todos los detalles.
Supo enfrentarse de manera crítica con su entorno y así logró revolucionar el concepto de la escultura. Su trabajo fue crucial para el comienzo del arte moderno. Dirigió su atención a lo verdadero y resaltó la belleza. También modernizó la manera de concebir los monumentos públicos cambiando la forma de representar a los héroes. En lugar de esculpir el valor, le dio espacio a los miedos y a las frustraciones de sus personajes. Humanizar fue sinónimo de modernizar. Convirtió a la luz en la gran protagonista tal como lo hicieron los pintores impresionistas. Rescató a la escultura en un momento donde estaba marginada a un mero rol decorativo. La liberó de su papel tradicional dándole la posibilidad de interpretar el alma humana con sus pasiones y sufrimientos.
Rodin es el escultor del dolor y por eso su arte responde a la angustia del mundo moderno.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios