Marcel Griaule, con su obra Dieu d’Eau. Entretiens avec Ogotemmeli, fue durante mi estancia de seis años en África, quien despertó en mí el deseo de conocer el sitio de sus investigaciones y que me hizo partir del Senegal vía Mopti hacia el mundo dogón. Acompañados de un calor agobiante, arribamos a un sitio donde vi con sorpresa a una mujer que tenía una fibra atravesada en la nariz y otra en el labio inferior.
No cabía duda de que había llegado al sitio, Bandiagara [1], en Mali.
Antiguas viviendas de adobe levantadas por el pueblo dogón en los acantilados Bandiagara; en 1989 incluida por la UNESCO en la Lista del Patrimonio de la Humanidad. Fotografía: Gentileza Wikipedia.
En este grupo, el tejido y el lenguaje caracterizan desde su nacimiento a elementos paralelos en el tiempo primigenio, aquél de la creación del hombre.
Para los dogones, la palabra, el primer balbuceo fue, desde siempre, como una fibra hilada que se deslizó desde la boca del hombre. Con esas primeras palabras se va a ir entrecruzando la historia de sus vidas, como quien teje los acontecimientos que componen un paño. La boca femenina es asimilada también al símbolo telar, los antepasados crearon las palabras tejiendo los hilos entre los dientes acerados. De acuerdo a sus creencias, las mujeres se traspasan el labio inferior y un lóbulo de la nariz con una puntada de fibra vegetal.
El tejido como narración, permite la persistencia en el tiempo de los símbolos. El ritmo, el valor de lo sintético y el valor del silencio y de la pausa, también están inscriptos en el tejido. Ritmo de notas y silencios, de diseños y campos vacíos.
El sentido del hilado, asimilado con el soplo, origen de la vida, reside en que asegura la unión permanente entre los actos de esta vida y lo sobrenatural. La función del tejedor es análoga a la del griot, repositorio de la tradición oral y narrador de los mitos en el África Occidental; esta relación evidencia la fuerte condición narrativa que encierra el tejido para los dogones.
«Fuera de los aspectos míticos que asocian al tejido con la palabra, las líneas del hilo del tejido tienen sin duda una asociación con las líneas de la escritura. Como se lo señaló con frecuencia, las palabras texto, textil y arquitectura tienen una raíz común». Así lo indica Michel Thomas en L’art textil (1986).
El tejido entre los dogones está asociado a los mitos cosmogónicos.
Según lo relevado por Griaule (1966) en su obra «Dios del agua», en la que recoge las narraciones del anciano Ogotemmeli, la tierra se extiende desde el Oriente al Occidente, separando sus miembros como un feto en la matriz.
Ella es un cuerpo, es decir, una cosa de la cual los miembros se han separado de la masa central. Su fuerza vital es el agua. De la unión de la tierra y del dios Amma nace primero un chacal, símbolo de dificultades. Después, una pareja de genios llamada Nommo, los gemelos que representan la unidad y traen la palabra. Viendo la tierra desnuda y callada, Nommo baja del cielo gracias a fibras vegetales. Él ubica cinco manojos de estas fibras retorcidas delante y cinco manojos detrás. Pero este vestido no sólo asegura el pudor; también representa el primer acto de ordenamiento universal, con el signo helicoidal que se diseña bajo la forma de una línea quebrada serpentiforme. Las fibras torsionadas de este vestido simbolizan el movimiento del universo: tornados, torbellinos, meandros [...] Estas fibras son el primer camino de la palabra revelada mediante la técnica textil de la torsión.
Los gemelos celestes, Nommo, nacidos de la unión de Amma con la tierra, se hundieron en ella. Luego, Amma creó una pareja humana. Esa pareja fue modelada en arcilla, tuvo ocho descendientes y también ellos se internaron en el fondo de la tierra, con la ayuda de los festas (palabras de sabiduría). De la boca de uno de los descendientes partieron 80 hilos de algodón, que él tenía entre sus 80 dientes, como el peine del telar. Abriendo y cerrando sus mandíbulas, él va imitando el trabajo de los lisos, que lo ayudan a tejer. Su nariz es la polea, y su labio inferior, la lanzadera.
Los hilos se cruzan y se descruzan y la banda se forma fuera de la boca, como el lenguaje, porque el hilo es la palabra revelada, que se sirve de esta técnica para ser comprendida por los hombres.
La lanzadera habla, canta un lenguaje para ser comprendido. El tejedor canta cuando tira la lanzadera, y su voz, mezclada con la urdimbre, atrae las voces de los ancestros. Tejer de noche es componer una banda de silencio y de sombra.
La palabra cubre la desnudez, pues «estar desnudo es no tener palabras [...] El huso es la flecha que traspasa la bóveda celeste y a la cual se agarra el hilo. Esta flecha se hunde en el granero celeste. El huso, la flecha, gira como el sol, describe una rápida espiral, como él [...]» (Griaule 1966).
Uno de los trabajos fundamentales para los dogones consiste en el tejido de las mantas para aquél que muere. Estas mantas están constituidas de ocho bandas de cuadrados negros y blancos; ellas evocan los ocho ancestros primordiales y la división de las tierras de cultivo que, siguiendo su mitología, se dividen en cuadrados de ocho codos [2], como la superficie del granero celeste. «La manera antigua de cultivar recuerda al tejido. Más aún, en el interior de una línea de siembra, los agricultores avanzan primero con un pie, luego con el otro, cambiando su azada a cada paso» (Griaule, Ibid.). Evidentemente, esta operación repite los pasos del trabajo en el telar. La división en cuadrados demuestra la voluntad de fundir el cuerpo y la tierra, cuadrado por cuadrado, para no olvidarse de nada, para nada perder. Ellos siguen los movimientos y las anfractuosidades del terreno. Como la trama del tejido, este esquema mítico acepta lo inesperado, los hechos. Es un esquema vivo de la articulación de las cosas entre ellas.
Las bandas con que se componen todos los tejidos reproducen el ordenamiento de las tierras productivas. Ellas simbolizan la resurrección, los cultivos y, efectivamente, las parcelas de cultivo entre los dogones toman forma de cuadros, como se ve en sus mantos. Hilar y tejer equivalen a procrear, a comenzar el ciclo, cuyo nexo es la vida.
Para los dogones, el Universo es un gran telar; la vida de los hombres, una larga urdimbre, y sus alegrías y pesares son las tramas con las que se van tejiendo sus dibujos.
Bibliografía
M. Griaule, Dieu d'eau. Entretiens avec Ogotemmêli, Paris, Fayard, 1997.
M. Thomas, L’art textile, Ginebra, Skira, 1986.
* La autora escribió este relato en 2019 para ser leído en una conferencia que finalmente no dictó y hasta aquí permanecía inédito. En aquellos días, Ruth se lo envió a Claudia Mazzola, quien nos lo entregó para ser publicado en nuestra revista. ¡Gracias Claudia y María Silvia Corcuera!
Nota del editor:
1. Bandiagara, importante ciudad ubicada en la región de Mopti, donde se encuentra la principal población de los dogones.
2. Codo: Antigua unidad métrica equivalente a 52,3 cm.