De regreso en Argentina y habiendo finalizado una nueva participación como jurado y asesor técnico del 28° Concurso Nacional Patronato Plata del Perú, les quiero ofrecer un pequeño resumen y una reflexión sobre este certamen y las enseñanzas que he recogido a lo largo de más de 20 años de actividad conjunta.
Todo comenzó cuando fui invitado a participar en el 1° Encuentro Hispanoamericano de Plateros organizado por el Patronato Plata del Perú a realizarse en la ciudad de Cusco, Perú, en octubre del 2001, donde 15 países de Hispanoamérica y más de 120 participantes entre locales y extranjeros, fuimos convocados como asistentes o expositores para presentar nuestras obras en las instalaciones de la Casa Cabrera, histórico lugar cargado de siglos de tradición. En el año anterior había tenido un par de breves reuniones con sus organizadores en Argentina, primero en la provincia de Salta, en el 4° Encuentro Nacional de Plateros organizado por la fundación Argentina Solidaria, donde José Torres Della Pina [uno de los directivos del Patronato] brindó una conferencia sobre la platería peruana y donde esta entidad hizo su primera presentación en nuestro país al exponer obras del 1° Concurso Nacional Plata del Perú en el Cabildo de la Ciudad de Salta junto con las acercadas por los orfebres argentinos. Y poco tiempo más tarde, cuando el Patronato presentó su recién editado libro «Ayacucho, Hilos de Plata del Perú» en el Museo Isaac Fernández Blanco en la ciudad de Buenos Aires junto con una exposición de filigrana peruana. En esa ocasión, el propio José Torres Della Pina me compartió en un encuentro personal las líneas básicas del ambicioso proyecto que los animaba: asumir la revalorización de la orfebrería peruana y el rescate de sus cultores, por aquellos años en franca decadencia. También mencionó el otro gran desafío del Patronato de realizar un encuentro hispanoamericano de plateros para unir lazos entre los colegas de la región por primera vez en la historia.
Así fue que al año siguiente nos llegó la convocatoria abierta a los orfebres y plateros argentinos vía embajada del Perú; nos invitaban a presentar obras ante un jurado compuesto por notables de aquel país para competir por una de las dos plazas asignadas para Argentina, y donde tuve la gran satisfacción de ser el primer seleccionado, con la feliz noticia de que el segundo fue nada menos que el colega y amigo de toda la vida, Horacio Álvarez. Y por la calidad de las obras presentadas, el Patronato ofreció al fin una tercera plaza para nuestra república, siendo seleccionado nada menos que mi discípulo, otro gran amigo, Alberto Calatrava. La alegría no podía ser mayor: estábamos los dos viejos amigos y discípulos del mismo maestro, don Edgard Michaelsen, y un discípulo mío –que también había sido alumno de Edgard–, los tres habíamos sido seleccionados para tan importante evento internacional.
El encuentro superó nuestras expectativas, tanto por la calidez del recibimiento, como por el nivel de las obras presentadas por los orfebres peruanos y demás colegas hispanoamericanos. Además, los organizadores programaron una iniciativa muy enriquecedora, el “Conversatorio” que se planteó en las tardes entre todos los participantes, donde cada uno de nosotros preparó y expuso una ponencia con posterior debate abierto. Fue una experiencia verdaderamente gratificante que nos permitió conocer las vivencias y opiniones de colegas de un mismo oficio, pero de realidades, países y culturas diferentes.
A raíz de mi presentación basada en la necesidad de fortalecer la transmisión de conocimientos y técnicas del oficio que se estaban perdiendo aceleradamente en la Argentina -sobre todo a nivel profesional laboral-, desperté el interés de las autoridades del Patronato que sintonizaban con esa idea, pues el deterioro y el riesgo de desaparición del oficio de orfebre en el Perú era un problema acuciante para las autoridades de esta entidad y una de las razones de la creación de esta asociación. De modo que durante ese mismo encuentro tuvimos una serie de charlas con el profesor Percy Murillo –uno de los conferencistas –, y con José Torres Della Pina y Juan Assereto Duharte, quien ejercía ya por entonces la presidencia del Comité Organizador de los Concursos. En las conversaciones solicitaban más detalles sobre mis propuestas y sobre todo pretendían conocer qué sugerencias podría aportar desde el interior del oficio y cómo aplicarlas en sus incipientes concursos de platería para seguir optimizando sus resultados, ya de por sí excelentes. Con esa misión retorné a Buenos Aires, les había prometido enviar borradores de proyectos de aplicación directa para sus concursos. Y al cabo de unos meses, tuve la gran satisfacción de ser invitado como asesor técnico internacional del 6° Concurso Nacional Plata del Perú, realizado en la ciudad de Trujillo en el año 2002.
A partir de ese momento se sucedieron los viajes a distintas localidades del Perú en mi carácter de asesor técnico. Por citar sólo algunas, me vienen a la memoria las ciudades de Trujillo, Chiclayo, La Oroya, Huancayo, Ferreñafe, Ilo y Lima, pues para el Patronato la descentralización de los concursos era clave. Buscaban alcanzar todas las regiones donde hubiera actividad platera, y ese fue otro de los aciertos de sus directivos, pues desde el momento en que fundaron el Patronato, sus directores Juan Assereto Duharte y José Torres Della Pina realizaron incontables viajes, sin dejar región por recorrer y visitar por más alejada y recóndita que fuera su ubicación. Se informaban sobre los lugares donde había plateros y partían rumbo a cada taller para hablar sobre la creación de esta entidad, sus proyectos y finalidades, además de incentivarlos a participar con la creación de obras destacadas para los concursos.
Es importante tener en cuenta que la realidad de los plateros peruanos dista mucho de la categorización del artesano urbano en que acostumbramos a ubicar a los orfebres o plateros aquí en la ciudad de Buenos Aires, pertenecientes a una clase media con acceso a la cultura y a la educación, pues muchas veces estos plateros peruanos son de origen humilde y campesino, viven y trabajan en zonas rurales alejadas y de difícil acceso y comunicación entre montañas y quebradas, y sus formas de comercialización no están bien desarrolladas, viéndose obligados generalmente a malvender sus productos a comerciantes o intermediarios que llegan hasta sus hogares con el consiguiente perjuicio para sus economías, o peor aún, ante la falta de venta de determinada obra ir por la triste opción de tener que fundirla para recuperar ese material y reutilizarlo en otras obras de menor valor y calidad, para tornarlas más accesibles. Otro de los logros de esta institución fue darles visibilidad a estos artesanos plateros a través de su participación en los concursos, al publicar año tras año un buen catálogo de las obras presentadas y al exponerlas en las innumerables muestras nacionales e internacionales que ha realizado el Patronato a lo largo de estos casi 30 años de existencia. Todos los artífices ganaron en reconocimiento, prestigio, confianza y seguridad, animándose a producir obras de mayor jerarquía y complejidad, y, al decir de varios de ellos que se sinceraron conmigo en muchas ocasiones: «gracias al Patronato ahora soy un platero reconocido y puedo decirle “Hasta aquí” a fulano o mengano que desde siempre me fijaron los precios a su discreción, pues sabían que yo no tenía manera de llegar al comprador directo, y gracias a esto mis hijos pueden aspirar a un futuro mejor con el oficio».
Durante las primeras visitas y habiéndome ya interiorizado en el desarrollo y funcionamiento de estos concursos fui descubriendo la idiosincrasia del platero peruano, además de palpar el nivel técnico que detentaban a través del estudio de sus obras. Así surgieron ciertas mejoras en la letra chica de las bases del concurso, y era precisamente la mirada del técnico orfebre quien las podía encausar. A ese tema me aboqué desde un principio.
Una de mis mayores preocupaciones era lograr precisión técnica en las definiciones para que el platero pudiera comprender sin lugar a duda lo que se estaba buscando de él, y entre otras ideas la de hacer devoluciones por escrito a los concursantes que recibían su pieza rechazada fue muy útil para nuestros fines en aquellos tiempos: muchas veces los organizadores me comentaban del enojo o molestia de tal o cual platero por no entender porqué su pieza había sido rechazada, cuando aparentemente tal otra de similares características había sido aceptada y obtenido incluso algún premio, sin recibir ninguna explicación a cambio. Esa particular situación generaba obviamente rispideces entre los participantes hacia el Patronato, y era un efecto no deseado para los fines del concurso que trataba de unir y armonizar, y nunca de rechazar; así fue que me tomé el trabajo durante esos primeros concursos a los que asistí como asesor, de redactar con la ayuda de Patricia Carrasco [secretaria del Patronato] todas las observaciones técnicas de que eran objeto estas obras rechazadas con mi firma y aclaración al pie de esos escritos, y los resultados fueron excelentes: se terminaron las quejas y muchos plateros que habían expresado su disgusto en ocasiones anteriores y solían repetir sus defectos en cada nuevo concurso comenzaron a mejorar en sus técnicas y a enviar obras de mayor calidad al tener una crítica certera y profesional sobre los problemas que aquejaban a esas obras.
Para dar un solo ejemplo y sin entrar en detalles que pueden afectar la intimidad y sensibilidad del platero en cuestión, en uno de los primeros concursos que actué, debimos evaluar una pieza muy importante por sus dimensiones e íntegramente realizada en filigrana, algo desusado en ese rubro. Revelaba el deseo de su autor de presentar algo descollante, ¡y vaya que lo había logrado! Al verla de lejos por primera vez pensé que seguramente sería finalista por su tamaño, importancia y belleza. Pero al tenerla en mis manos y estudiarla, advertí una falla fundamental en su construcción, que inhibía toda esa hermosa realización: estaba construida en una sola pieza, sin ajustes mecánicos de descarga y flexión, como los tradicionales roscados entre partes que aportan elasticidad y resistencia al conjunto de una obra de platería, sobre todo en aquellas secciones que sufren tracción por el uso, resguardando de esta manera su firmeza pero otorgándole la amortiguación necesaria ante eventuales golpes o desgastes por el uso cotidiano. Para un profesional del oficio de la orfebrería de alta escuela, es bien sabido que, en la construcción de obras de gran porte, está totalmente contraindicado realizarlas con todos sus tramos soldados, ya que la soldadura por ser de característica rígida se mantiene firme ante cualquier tracción o tensión excesiva desgastando las otras partes circundantes, lo que produce inevitablemente con el tiempo, el deterioro y la rotura de alguna de ellas debido a la rigidez en su construcción general. Es decir que la misma lógica que se aplica en arquitectura para la construcción de un edificio al otorgarle elasticidad disminuyendo su rigidez, para prevenir deterioros por vendavales o movimientos tectónicos, así debe suceder en las obras de orfebrería de grandes dimensiones, abonando aquella vieja frase acuñada en la edad media europea que rezaba «la orfebrería no es otra cosa que arquitectura en miniatura».
Después de haberle explicado a los miembros del jurado esa objeción fundamental, le escribí una extensa nota explicativa a este platero como devolución por el rechazo y mi satisfacción fue grandísima al enterarme al año siguiente por los miembros del Patronato [yo no había viajado para esa edición] que el mismo platero autor de aquella gran obra rechazada presentó una pieza distinta, pero de similar importancia, aplicando todas las técnicas de resguardo que yo le había prescripto. Su nueva creación no sólo era bella, sino absolutamente sólida y funcional; se imaginará, obtuvo el primer premio en su categoría.
Un par de años más tarde aquella alegría se acrecentó. Estaba dando clases en una localidad en el interior del Perú, y desde el grupo de plateros asistentes, uno de ellos se adelantó y saludándome calurosamente, me aclaró que él había sido el destinatario de la devolución escrita. Gracias a aquellas indicaciones estaba trabajando con más eficiencia, simpleza y seguridad, porque ahora entendía ciertos prolegómenos que se le escapaban anteriormente por falta de una guía profesional. Precisamente de eso se trata el dominar los secretos en este oficio, cuando una técnica depurada y precisa permite realizar la obra deseada, y se convierte en un eficiente vehículo para plasmar dicha obra. Tal como rezaba esa vieja frase del gran Leonardo Da Vinci al enunciar su teoría de la Ley de Economía Universal, donde explica que, así como Dios a través de la naturaleza logra sus objetivos con un mínimo esfuerzo para lograr el máximo resultado, de la misma manera el artista, como pequeño demiurgo, debe buscar a través del dominio de la técnica lograr el mayor de los resultados con el menor de los esfuerzos.
Fruto de aquellos viajes de enseñanza por el interior del Perú y ya conociéndonos mejor con los directivos del Patronato, se afianzó una confianza mutua que tenía su fundamento en la coincidencia de ideas y objetivos: lograr una mejora sustantiva en las condiciones de los plateros, y uno de sus resultados directos fue la propuesta de invitarme a dar clases en sitios alejados pero claves de producción platera, pues como ya me había percatado, la mayoría de los plateros participantes eran descendientes de los pueblos originarios que transmitían sus conocimientos ancestrales de generación en generación, y si bien ese conocimiento era valioso per se, no dejaba de ser sesgado y limitado a su propio saber, cerrándose a la perspectiva del crecimiento que posibilita el aprender distintas formas de trabajo o nuevos sistemas técnicos.
Es así que realicé viajes con ese fin, donde debo confesar que si bien yo enseñaba y trataba de transmitir todo mi bagaje de conocimientos, al mismo tiempo aprendía con asombro las técnicas ancestrales que implican prácticas que, con más de 30 años de oficio en los talleres de Buenos Aires más exigentes de tradición europea, nunca se me hubiera ocurrido pergeñar: desde sistemas de fundición precolombinos, utilizando materiales del lugar como arcillas mezcladas con lana de oveja, extrayendo a pico y pala el mineral en directo de las laderas de las montañas, hasta sistemas de conformado antiquísimos, soldaduras calentadas y derretidas con pequeñas cañas a modo de sopladores que inyectan aire a presión sobre la fragua, y cincelados, grabados y sistemas de acabados que escapaban a mi conocimiento técnico de origen europeo. Es así como gracias a la enseñanza en lugares muchas veces remotos de «el Perú profundo» según el decir de los propios peruanos, fui comprendiendo más íntimamente aquel arte platero genuino, donde aún hoy sigo descubriendo sutilezas.
De igual modo, con los directivos también observamos que, en estas clases y conferencias -a las que concurría una gran cantidad de plateros, merced a la publicidad que realizaba el Patronato-, estos artífices pugnaban por conseguir el material fotográfico que utilizaba para desarrollar los temas abordados, me refiero a las fotografías tomadas en mi taller durante la elaboración de las obras, las que luego ordenaba en una secuencia lógica de carácter didáctico para reproducir en las conferencias y demás encuentros técnicos como soporte visual. Cuando advertimos tan particular interés, surgió la idea de publicar un libro con ese material didáctico a fin de entregarlo a los plateros del Perú. Se podrán imaginar ustedes el orgullo que sentí al recibir la propuesta que recuerdo como si fuera hoy; me la realizaron durante un viaje de avión entre una ciudad y otra durante mi desempeño como profesor. No dudé ni un segundo en aceptar y me comprometí a desarrollar los textos para ese material fotográfico en el transcurso de ese año, a fin de publicar el libro al siguiente. Cabe aclarar que otra de las facetas destacadas del Patronato es la edición de libros y catálogos sobre el tema, tanto libros de estudio como de divulgación, además de las memorias y catálogos de los encuentros hispanoamericanos y concursos nacionales, y este título de mi autoría sería uno más en la larga lista de obras publicadas por el Patronato sobre platería.
En agosto de 2008 aquel sueño se hacía realidad, presentamos el libro titulado «Arte y técnica de la orfebrería hispanoamericana» nada menos que en el aula magna de la Universidad Ricardo Palma de Lima, Perú, donde me otorgaron en esa ocasión la distinción de «Profesor Honoris Causa» de esa casa de altos estudios por «El aporte a la cultura peruana» que había realizado a través de las continuas visitas al país hermano. La cosa no quedaría allí, pues estaba interesado en presentarlo también en mi ciudad, para lo cual había llamado meses antes a mi amiga Ana María Cousillas, por entonces directora del Museo Municipal de Arte Popular José Hernández, quien al proponerle la idea aceptó gustosa con la condición de que, además, realizara una exposición de mis obras en el Museo y brindara un ciclo de conferencias. Y dos semanas después de la presentación del libro en el Perú, hicimos lo propio en Buenos Aires, donde tuve el honor de recibir a los tres directivos más prominentes del Patronato, su Presidente, el Ingeniero Roque Benavidez Ganoza, y sus directores Juan Assereto Duharte y José Torres Della Pina, quienes viajaron expresamente para apoyarme en esa ocasión, asistiendo además el Secretario de Asuntos Culturales de la Embajada del Perú en Argentina.
Emilio recibiendo la distinción “Profesor Honoris Causa” en la Universidad Ricardo Palma de Lima, Perú. Año 2008.
Realizo esta especial digresión mencionando la presentación de mi libro en Argentina para remarcar la influencia positiva en toda la región latinoamericana del accionar de un grupo de entusiastas en el Perú que con su eficiente gestión y empuje benefició no sólo a los orfebres peruanos sino también a muchos colegas de otros países como en mi caso particular que, de no haber sido por su aliento y decidido apoyo, nunca hubiera imaginado la posibilidad de publicar un libro sobre mi oficio que sirvió como material didáctico entre los colegas del Perú y de la región, ya que «Arte y técnica de la Orfebrería...» es hoy buscado y adquirido en toda Latinoamérica, desde México hasta Chile, por no mencionar sólo lo que ocurre en nuestro país, en donde la edición está próxima a agotarse. Sinergia generada inevitablemente por el ida y vuelta del accionar positivo del Patronato y de todos aquellos que lo apoyamos incondicionalmente con nuestros saberes y contribuciones.
Uno de los títulos publicados por Emilio Patarca, obra semi agotada.
Desde aquél año 2008 hasta la culminación de este 28° Concurso Nacional Patronato Plata del Perú, mucha agua pasó bajo el puente y muchas otras actividades realicé junto a esta entidad, en donde además tuve el honor de ser convocado en mi doble carácter de expositor y conferencista a los diferentes Encuentros Hispanoamericanos de Plateros organizados también por el Patronato tanto en el Perú como en México, Colombia y Chile, en donde pude presenciar como testigo privilegiado y conocedor del tema, el crecimiento tanto técnico como artístico y conceptual de los orfebres peruanos en menos de 30 años, en un verdadero resurgimiento de un oficio que se estaba perdiendo debido a las crisis económicas y guerras internas que asolaron al país hermano, al cambio de modas y tendencias, y a un desinterés generalizado de las clases más pudientes por el uso de la platería [fenómeno que también padecemos en Argentina, aunque no tan intenso] que habían hecho casi perder el orgullo de los plateros peruanos por su oficio y brillante tradición, y a muchos otros abandonarlo directamente por falta de posibilidades laborales y económicas.
La diversidad y constancia en las actividades realizadas transformó ese panorama desalentador en un verdadero resurgir del oficio donde el platero peruano no sólo recuperó técnicas casi perdidas y en franca decadencia como la filigrana, asignándole además un nuevo lenguaje estético, sino también en el campo del tratamiento de los metales, en el conformado, en mejores acabados, y sobre todo en una decidida mejora en la calidad del diseño. Nada se habría logrado sin la voluntad inquebrantable de un grupo de personas que fundaron esta entidad sin fines de lucro, junto al decidido apoyo económico de grandes empresas con sensibilidad social y cultural, y al entusiasta acompañamiento de muchos plateros tanto peruanos como extranjeros, así como de distintas personalidades de la cultura en general, para lograr esta feliz realidad del resurgimiento de la orfebrería peruana que hoy como miembro del Patronato me toca comentar al finalizar una nueva edición de su prestigioso concurso nacional.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios