La noticia corrió con celeridad hace un año, y mereció la atención de todos los lectores, de quienes disfrutan del papel impreso y de aquellos que se sienten cómodos pasando de sección a sección en las publicaciones editadas en la web, ya sea desde el teléfono móvil o desde la computadora.
Que el cambio llegó para quedarse, no cabe duda. El 1° de enero de 2020, el diario El País dejó de publicar su edición impresa en el continente americano, y en el mismo mes pero de este año, el diario Ámbito Financiero de Buenos Aires hizo lo propio con su versión en papel. Dos pequeños ejemplos de una tendencia que se consolida, y el proceso es más traumático: en aquel 2020 citado sólo en Estados Unidos sesenta periódicos cerraron sus puertas. La crisis de la prensa escrita hoy se presenta irreversible, la caída en los ingresos por publicidad y por la venta de sus ejemplares nos hace pensar en principio en el escenario más auspicioso, que se construye por un desarrollo de sus versiones digitales con incremento de suscriptores y de auspiciantes. Pero los estudios más rigurosos hablan de un “desierto de noticias” con importantes comunidades que se informan a través de los multimedios nacionales sin usinas generadoras de la información local. Este fenómeno, sin embargo, es resistido por pequeños emprendimientos de comunicación que se editan en radios FM y en otros soportes online, alternativas que no requieren de grandes inversiones económicas y que cobijan el compromiso apasionado de sus responsables.
Sin decir adiós
Días pasados llegó a mis manos un ejemplar de la última edición impresa del diario más antiguo del mundo, gentileza de Luis Vega, un primo residente en Austria, a quien le había encargado la tarea de conseguir aquel testimonio de nuestro tiempo. Pasar sus páginas fue comprender el dolor de tantos profesionales implicados en su publicación, muchos de ellos hoy alejados definitivamente de su profesión, y otros adaptados a la versión digital. El mundo cambia y no comprenderlo se torna un verdadero problema.
Sucedió el 30 de junio de 2023. Su precio era de 1 euro.
El mensaje lanzado con la última entrega impresa, “Sin decir adiós”, buscaba dar con un gesto esperanzador, quizás guiados por el deseo de no ejecutar un salto al vacío... Esta historia tiene por protagonista al diario Wiener Zeitung, de Viena, cuya primera entrega fue publicada el 8 de agosto de 1703 bajo el nombre de Wiennerisches Diarium, hasta que en 1780 derivó al actual. Por más de un siglo fue un emprendimiento privado y desde 1812 se convirtió en el diario oficial del gobierno derivando en 1857 hacia una edición dirigida por un grupo de instituciones públicas. Sobrevivió a diez emperadores y doce presidentes, y los nuevos tiempos acabaron con su edición impresa.
Si bien para la agencia AFP, su tirada inicial fue de 4500 ejemplares, resulta difícil aceptar que haya sido un número tan alto en esos años de analfabetismo generalizado, con una reducida clase pudiente e instruida. Trescientos veinte años más tarde publicaba 24.000 ejemplares diarios cuando una directiva emanada de la Unión Europea advirtió a los estados miembros a abolir la obligación de publicar el boletín oficial de forma impresa. En Austria, esta regla brindaba los recursos económicos más importantes al Wiener Zeitung que, desde 1995 contaba con una edición digital.
En pleno cambio de hábitos de los lectores, este fue un duro golpe para el periódico impreso más antiguo del mundo. ¿Sobrevivirá al cambio padecido? Sin duda, se trata de un enorme desafío. Los lectores existen, la clave está en dar con la fórmula correcta en términos de información siempre atentos a sostener un equilibrio económico.
Para muchos, no hay nada más inútil que el diario de ayer. Tamaña volatilidad de las noticias es el propio talón de Aquiles de su industria, por esa razón el periodismo especializado y de investigación gana en protagonismo a través de artículos con mayor desarrollo, destinados a sobrevivir en la vorágine. Hoy el maremágnum de información que nos llega por las más diversas vías sigue cobrándose víctimas, y entre ellas, las ediciones impresas de los diarios son sus preferidas.