El caballo es corpulento, sin embargo no carece de elegancia con su cola sin tusar, en contraste con las crines. Representado con una coraza, al punto que la imagen pictórica parece remitir al concepto de monumento ecuestre, origen de este género de retratos. El animal muestra su dentadura en una sonrisa perversa mientras bufa, este fuerte resoplido permite el alarde técnico y a la par atenuar la buscada dureza del límite de la figura al generar un tránsito puntual con el fondo, y establecer un eje vertical con el casco de la mano, adelantada en el paso. Este movimiento de la pata delantera juega con el del maguey, símbolo del territorio americano. La figura montada es de un “general”, mejor expresado, la parodia de un general latinoamericano: botas lustrosas con espuelas nazarenas, sobredimensionado sable corvo, excesivas charreteras y banda patria cruzada sobre una chaqueta manchada como si fuera de jaguar, otro símbolo americano. El gesto reproduce el del general de caballería que tiene mando de tropa; tal como en el retrato de San Martín de Théodore Géricault pero no frena la cabalgadura como en esta litografía temprana. Tampoco corcovea, evitando la expresión del control y dominio sobre el pueblo. El caballo va al paso, según el modelo del retrato de Felipe II de Rubens. La cabeza del militar es pequeña, al estar descubierta exhibe su calvicie, pero el detalle central es que porta gafas de sol, tópico de los servicios de inteligencia, como el caballo y sus anteojeras. Del mismo modo, sonríe. En primer plano, un perro de caza también “acorazado” que levanta su pata para orinar. Este detalle no es anecdótico: ofrece la clave de lectura a la pintura. Además de por lo representado sobresale en lo formal, en particular por el dominio cromático que asume la fuerza contemporánea del pop, y permite subrayar la parodia del porte mayestático gracias al fondo entre violeta y morado, y la tierra en naranja.
Ecuestre con perro se trata de una obra de Ezequiel Linares de la serie La larga noche latinoamericana, realizada fundamentalmente en los años setenta, en la que es hegemónica la imagen de los generales (el rostro estereotipado también se encuentra en la serie del Neovirreinato de la misma década). Alberto Petrina, en la presentación de la exposición antológica del 2009-2010, señaló: “Pero Linares no sólo vive inmerso en el pasado. Como él mismo apuntara, su obra enlaza el ayer con el presente y el futuro en una unidad prácticamente indivisible; por lo demás –y como siempre acontece con los mayores artistas–, su mirada anticipa el porvenir. ¿Qué otra cosa, si no los ominosos años que pronto sufrirán Tucumán y el país, nos anuncian las armas emboscadas de la serie “El jardín de la República”? ¿Y qué decir de los generales condecorados y entorchados de “La larga noche latinoamericana”? ¿Son apenas una mención alegórica a los aún limitados tiranuelos de fines de los 60? ¿O retratos premonitorios de la banda de asesinos que afilaban las armas para el futuro y exhaustivo matadero? Es entonces que Linares toma distancia y se refugia en Madrid.” (1)
Aunque realizó series diversas (sobre el tango, el circo y la prostitución, entre otras) la imagen del “general presidente” reiterada en La larga noche americana, también indicada como La larga noche de los generales –el título bien puede ser el de una novela del boom- es una de las distintivas de la obra de Linares, junto a aquellas tempranas de la serie del Virreinato. En 1972, al exponer en el Museo Timoteo Navarro de Tucumán, Francisco Fernández, crítico del Diario Noticias, observaba “una clara intencionalidad de testimonio y denuncia de una realidad inmediata y palpable en países como el nuestro paralizados desde hace tiempo en todas las potencialidades por la imposición de sistemas eliminantes. Aquí las series se superponen, se confunden, para dar paso a sobrecogedores testimonios como Fusilamiento, notable friso de la violencia, El señor Presidente y una galería de generales y generalitos que hablan por sí mismos.” (2)
Joaquín Ezequiel Linares, nacido en Buenos Aires en 1927, se formó con Adolfo de Ferrari (un gran pintor figurativo, al que hoy poco se recuerda, valga mencionar el homenaje de Antonio Berni al ocupar el mismo sitial en la Academia Nacional de Bellas Artes en 1979). Su trayectoria se encuentra asociada con un espacio central del arte argentino del siglo veinte: el departamento de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. En 1962 se radicó en la Provincia para hacerse cargo de la dirección de la enseñanza de la pintura. Salvo el período madrileño, entre 1980 y 1984, permaneció en Tucumán, donde falleció en 2001. Linares le otorgó a ese espacio institucional la continuidad de la excelencia técnica con la visión americana. Así, Linares se entronca con la acción docente en Tucumán de Lino Enea Spilimbergo, Pompeyo Audivert, Víctor Rebuffo, Lorenzo Domínguez, Lajos Szálay, y otros grandes artistas como Timoteo Navarro –este falleció tempranamente en 1965- y Luis Lobo de la Vega. Si estos últimos fueron principalmente paisajistas, Linares impactó en el arte tucumano desde una figuración de avanzada que, sin embargo, podía reflexionar sobre la historia regional y el arte de la pintura. En este sentido, es empática con la de Carlos Alonso, otro gran pintor que una década antes se había instalado en Tucumán para seguir las huellas de Spilimbergo.
Cuando Linares por su parte se estableció en Tucumán, ya era un artista reconocido, pero su estética se afirmaba en las variantes de la abstracción de los años cincuenta. Fue uno de los integrantes de Grupo del Sur –nombre puesto por el crítico Rafael Squirru- junto a Carlos Cañas, Aníbal Carreño, Mario Loza, René Morón y Leo Vinci. La abstracción de Linares no pierde la referencia última con el objeto, en algunos casos pueden comprenderse como paisajes abstractos resueltos en una paleta reducida, predominantemente de tierras. Ezequiel Linares, su primer nombre lo utilizaba poco, desde el inicio organizó la pintura en series temáticas, que no se cierran cronológicamente, sino que se superponen con otras consecuentes. En 1962 inició, ya en Tucumán, la serie Virreinato del Rio de la Plata, que en las propias palabras del artista fue realizada a partir de la imaginería popular americana, y desde las fuentes de la pintura española. Linares tensionó el pasado como un sustrato creativo, perdurable y vivenciado en el presente, en su obra lo americano asoma con la violencia de la historia y, a la vez, con sarcasmo. Los “generales” eran una interpelación al presente político de América Latina, que podía leerse desde su sintonía con las “novelas de dictador” contemporáneas como Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos y El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez, con propias notas pictóricas del clima del realismo mágico. Dentro de la línea de su obra, debe vincularse a esta figura aislada del dictador con la de las sobrecogedoras virreinas de la serie de los años sesenta, contraparte masculina de aquellas femeninas marcadas por la depravación absoluta, en una sátira sagaz. Incluso el perro aparece como compañía en ambas series, en el caso de la del Virreinato del Río de la Plata con la ironía de llevar una gola. Esta relación la ejemplifica el mismo Linares cuando en la serie del Neovirreinato, la “Virreina vieja” tiene el mismo rostro sonriente, pelado y con gafas que colocaba en los generales. Si en los sesenta revisitó la pintura española (en particular Velázquez, al igual que al mismo tiempo lo hacía Fernando Botero) para sobrecogerse en una pintura de colores bajos, de fuerte expresionismo, que se afirma en el barroco como imagen americana; en los setenta su paleta se diversifica, con una fuerza cromática que permite pensar el color como otra característica de nuestra América, sujeto a una composición de las figuras más sostenida en el rigor de la línea, sin esa disolución con los fondos de la representación de las figuras virreinales. Ambas series forman una narración plástica desde una figuración crítica, de la que Ecuestre con perro es un notable ejemplo.
Notas:
1. Joaquín Ezequiel Linares 1927/2001. Crónica de una pasión americana. Catálogo exposición, Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de Buenos Aires; Culturarte de Jujuy; Museo Provincial de Bellas Artes de Salta, Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro de Tucumán y Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa de Córdoba, diciembre 2009- diciembre 2010, s/p.
2. Transcripto en Ezequiel Linares. Comentarios críticos 1959-1990. San Miguel de Tucumán: Fundación Miguel Lillo, Centro Cultural Dr. Alberto Rouges, 1990, s/p.