La historia del librero Jaime Marcet es digna de ser llevada al cine. Acaso diríamos que se transformaría en una de las series más seguidas en algunas de las plataformas audiovisuales que hoy nos seducen y, en cierto sentido, dominan casi en forma diabólica.
Su vida recorre la trayectoria de una celebridad indiscutida: emigrante español al parecer de pocos recursos, dependiente de la librería de Pedro Osandavaras (también mencionado como Osandivaras), seductor de su hermana Jacoba con la cual se casaría al poco tiempo, librero con dos locales, frecuentador de los sectores de elite social de la época, amigo de fiestas, francachelas, salidas nocturnas, abundante bebida y, sobre todo, jugador temible, emprendedor comercial incontenible y creador sin par en la difusión de sus negocios de tiendas-librerías hasta convertirse en el librero más relevante de ese entonces.
Fue el principal ideólogo del asesinato de Francisco Álvarez, uno de sus compañeros de salidas –secundado por Francisco Álzaga (acaso también con una participación más activa que la pensada en un primer momento y por diversos móviles) y Juan Pablo Arriaga– posiblemente debido a dineros y deudas ya casi impagables. Animando así el crimen más famoso de ese tiempo y, como broche final, ajusticiado por fusilamiento en la Plaza de la Victoria para aleccionamiento de futuros criminales.
La bibliografía jurídica y penal sobre los acontecimientos finales de Marcet y sus secuaces, es amplia y muy conocida. Tanto la detención de los victimarios, los detalles del homicidio de la víctima, el ocultamiento del cadáver en la noria de una quinta de Álzaga, como las pesquisas de las autoridades y el juicio que los sentenció a muerte, se encuentran muy ilustrados para aquellos que quieran profundizar en estos aspectos en distintas fuentes (La Gaceta Mercantil, 1823-1828; Agrelo, 1828; Laplaza, 1950; Sáenz, 1971; Buonocore, 1974: 53; The British Packet, 1976; Marre, 2003: 166, nota 90; Méndez Avellaneda, 2003; Canaletti, 2014; Elissalde, 2019). Además, ha sido motivo de una conocida novela del folletinista Eduardo Gutiérrez impresa a fines del siglo XIX, dentro de la famosa serie de este autor titulada «Los grandes crímenes» (Gutiérrez, 1896).
Sin embargo, dada la importancia de este interesante librero, dejaremos a un lado la trama judicial, detectivesca y policial de este drama de tonalidades escabrosas, y solo nos centraremos –para alivio de los libreros actuales– en la gestión de sus librerías y en sus usos y prácticas comerciales que lo llevaron a convertirse en uno de los libreros más importantes desde 1825 hasta 1827, y que se reflejan en los avisos de La Gaceta Mercantil, el diario comercial de mayor importancia de la época [1].
Unos orígenes con cierta modestia y humildad
Jaime Marcet era oriundo de Manresa (Provincia de Barcelona). Posiblemente arribó al puerto de Buenos Aires en los primeros años de la década de 1820 (Parada, 1998; Méndez Avellaneda 2003). Si bien desconocemos el motivo de su partida de la ciudad catalana, sin duda, carecía de medios económicos abundantes y no es descabellado pensar que estaba tirando su suerte a todo o nada (en realidad así sucedió como lo testimonia su dramático fin) en este promisorio confín de América del Sur.
Corrobora sus escasos recursos el hecho de que, muy poco después, Pedro Osandavaras lo contrata como un simple dependiente en su librería. Pero el joven gana con holgura su simpatía y el nuevo patrón, conjuntamente con su hermana Jacoba, lo incorpora a la vida familiar, dándole un techo y alimentación en su propia casa que estaba en los altos de la librería ubicada, aunque con domicilio cambiante, en las actuales Alsina y Bolívar. Pero este ‘fraternal’ lazo comercial y casi filial no duraría mucho tiempo, ya que Osandavaras fallecería a finales de 1824. En su versión novelada Eduardo Gutiérrez sugiere que no hay que descartar la participación de Marcet en el posible crimen del librero (tal vez envenenamiento), «con todas las reglas del arte» (Gutiérrez, 1896: 46), situación que se planteó con el asesinato de Álvarez en julio 1828 y que resultó imposible de probar dado la falta de todo tipo de pruebas pero que permaneció como ‘flotando en el aire’.
No obstante, ser un dependiente acaso con impostada devoción a su empleador y que ese propietario tuviera una hermana mayor suele abrir oportunidades inesperadas y valoradas para personalidades ambiciosas y poco dadas a los escrúpulos sociales. Ciertamente, Marcet no desaprovechó esta encrucijada de su destino. En breve, se casó con Jacoba, que era dueña de un patrimonio no desdeñable y estaba emparentada con la familia Ezcurra. Como consecuencia de esas afortunadas nupcias no solo se hizo con un dinero importante, sino que, además, se transformó en su propio patrón: de ahora en más era el dueño de la librería. Por lo tanto, ante un hombre tan emprendedor no faltarían iniciativas en torno al comercio de libros que no tardarían en llegar.
Antes de comentar sus nuevas actividades libreras como dueño, es oportuno detenerse en un aspecto de gran interés que desarrolló Marcet en sus inicios como empleado de Osandavaras y que demuestra su fortaleza comercial y, por añadidura, su conocimiento del tema.
Como novedad del establecimiento de Osandavaras, cuando aún era dependiente, Marcet abrió una «suscripción de lectura», lo cual permitió, mediante un abono, que los libros, tal como lo sostiene Gutiérrez, «iban y venían á la librería con suma prontitud». De este modo, el comercio se convirtió en un centro de lectura y encuentro para la conversación de diversos tópicos relacionados con las temáticas de las obras y, por virtuosa extensión, generó un excedente de ganancias (Gutiérrez, 1896: 32-33).
La suscripción de libros no era una acción ideada por Marcet. Posiblemente ya la conociera en Europa y, por otra parte, en Buenos Aires, desde 1815, existía la British Subscription Library fundada por los miembros de la Sala Comercial Británica y funcionaba como biblioteca circulante (Hanon, 2005: 30). Además, tanto las bibliotecas de suscripción y circulantes como los gabinetes de lectura vinculados a las librerías tendrían un importante desarrollo en las décadas de 1820 y 1830, tales como las de Enrique Hervé, Duportail Hermanos y Marcos Sastre.
Del punto de vista de la Historia de las Bibliotecas y de la Historia de la Lectura, estas dependencias de ‘lectura rentada’, compitieron, en cierta forma, con la posibilidad de leer gratuitamente en la Biblioteca Pública de Buenos Aires. Y como muchos investigadores lo han señalado para otros países, pudieron retrasar el desarrollo de la lectura pública (Shera, 1965: 128).
Lo realmente significativo de Marcet radica en su temprana y casi precursora visión de comercio librero, al instrumentar una de las primeras suscripciones de impresos en la plaza porteña relacionados con una librería.
Las mercerías-librerías de D. Jaime Marcet: las “hazañas” de un precursor librero
A principios de 1825 Marcet ya aparece citado en el Almanaque político y de comercio de la ciudad de Buenos Ayres para el año de 1826 con dos locales ubicados en la calle Potosí no. 28 y no. 61 (Blondel, 1826: 125 y 175).
Su actividad como librero se desarrolla desde marzo de 1825 hasta mayo de 1827 durante buena parte de la presidencia de Bernardino Rivadavia y la Guerra con Brasil (1825-1828). En mayo de 1825 informa al público que se «ha trasladado una puerta más adelante, siguiendo por San Francisco calle de Potosí no. 28» (GM, no. 464, 9.05.25) del que con el de Potosí no. 61 ya no se mudará hasta comienzos de mayo de 1827 cuando vende ambos locales a Antonio Gómez de Castro y a su antiguo dependiente Joaquín Viñals (GM, no. 1046, 9.05.27).
Desde el punto de vista comercial, no se trataron, exclusivamente de librerías (una característica muy común en ese período), pues actuaron también como mercerías, en donde el rubro de los libros fue adquiriendo especial atención por parte de Marcet.
Su actividad como librero descolló en comparación con la que ejercieron sus colegas no tanto por la importancia de las obras que ofreció al público ni por su variedad –varios lugares de venta divulgaron, en líneas generales, los mismos libros-, sino que resaltó por el afán de hacer conocer su negocio a través de una activa y pujante publicidad. Si nos atenemos exclusivamente a los anuncios que publicó en La Gaceta Mercantil y lo comparamos con otras librerías, resalta con un amplio margen el criterio moderno de su estrategia comercial, tal como lo demuestra el cuadro siguiente:
Del análisis del cuadro anterior es posible inferir que durante el periodo 1825-1827, Jaime Marcet fue, probablemente, el principal librero, tanto por la importancia de su actividad publicitaria como por la cantidad de libros, periódicos e impresos menores ofrecidos en venta.
Su actividad en La Gaceta Mercantil comprende 77 avisos y 172 títulos que representan, aproximadamente, las tres cuartas partes del total de los avisos publicados por todas las librerías y casi el 60% de los libros ofrecidos para la venta. El comercio librero desarrollado en conjunto por Marcet y Larrea Hermanos (librería de la Independencia) asciende al 94%, mientras que la actividad de las restantes librerías –Ereiza, Laty, Duportail Hermanos, MinvielIe y Riesco– es, sensiblemente, menor.
Nos encontramos, pues, probablemente, ante el primer librero que se ocupó en dar una verdadera movilidad a todos los materiales bibliográficos que circularon en sus dos locales. Además, estamos ante un comerciante que comprendía que el libro tenía también una profunda dimensión económica y que se movía en el mercado como una mercancía más.
Aunque no eran tiendas de venta exclusiva de libros, ambos locales operaron, de hecho, como librerías de primer orden, pues así lo demuestra un estudio detallado de sus actividades: la venta de libros, de impresos, de periódicos, de almanaques y materiales especiales, así como también la organización de suscripciones y rifas de interesantes obras.
Al analizar algunos de los avisos que Marcet publicó en las páginas de La Gaceta Mercantil, es posible enlistar una selección de los títulos más significativos. En septiembre de 1826 dio a la imprenta un anuncio de real interés, donde se destacan, entre otras obras, un importante surtido de libros de derecho:
«En la librería de Marcet conocida por el nombre del finado Osandavaras, hay de venta las siguientes obras recién venidas de Montevideo [:]
Novísima Recopilación.
Leyes de Fuero juzgo.
Juicio Imparcial.
Gómez: varias resoluciones.
Cobarrubias: Recursos de guerra.
Ordenanzas de Bilbao.
Conde de la Cañada.
Van Spen.
Ensayo de Jurisprudencia.
Vinnus: Castigatus por Salas.
Caballaris: institucionis Juris Canonici
Salgado: de laberinto Creditorum.
Id. de Regia proteccione.
Murillo: Jus Canonici» (GM, no. 855, 13.09.26).
Otro ejemplo ilustrativo es un aviso de fines de 1825, en el cual priman los títulos históricos:
«En la librería de D. Jaime Marcet [...] se venden las siguientes obras recién traducidas del Francés.
Historia de Napoleón, y del Ejército grande, durante el año 1812 por el general Conde de Segur.
Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los Romanos, y su decadencia; por Montesquieu.
Compendio de [la] Historia antigua, y particularmente de la griega.
Compendio de la vida de los filósofos antiguos; por Fenelon.
Elementos de Farmacia; por Francisco Carbonell.
Comentario sobre la Ciencia de la Legislación, por M. B. Constant
Compendio de Historia Romana» (GM, no. 647, 29.12.25).
Estos dos avisos son muy importantes porque ejemplifican otro de los intereses novedosos de Jaime Marcet: el ofrecimiento de lotes de libros especializados en una temática, en este caso, el Derecho y la Historia. Además, es una prueba elocuente del valor de los anuncios para conocer los intereses lectores a mediados de la década del veinte en el Buenos Aires del siglo XIX. Porque si el habilidoso librero-comerciante Marcet, ofrecía en venta libros agrupados por temas es debido a que existía un público interesado en comprarlos y, lo que es fundamental, en leerlos e incorporarlos a sus bibliotecas particulares. En este caso específico ‘un anuncio’ se transforma en documento de primera mano para reconstruir la circulación del libro, las lecturas buscadas y la formación de bibliotecas personales.
Pero Marcet estaba interesado en la variedad del público en su totalidad. Específicamente esa era su mayor virtud de comerciante. Sabía que había lectores y lectoras ávidos por las novedades editoriales en Europa y deseoso de conocer las modas y tendencias en materia de libros. Buenos Aires, luego de la Revolución de Mayo, y a tono con lo que sucedía a nivel mundial desde mediados del siglo XVIII a partir del Iluminismo, estaba cambiando sus prácticas de lectura (por ejemplo, se estaba relegando a un segundo y tercer plano, los libros religiosos) y, en consecuencia, las variaciones temáticas en las obras demandadas se incrementaban notablemente.
Esto se observa con claridad en un conjunto de títulos ofrecidos, en distintos momentos, por Marcet:
«Diccionarios de la lengua castellana, por la [R]eal academia de
Madrid, VII edición» (GM, no. 424, 18.03.25 y no. 427, 22.03.25);
«Gramáticas inglesas y tratados prácticos del mismo idioma… por Guillermo Casey» (GM, no. 764, 22.05.26);
«... El Diablo de la Isla de Santa Helena, que contiene cuanto dijo é hizo Napoleón en el espacio de diez y ocho meses, por el Conde de Las Casas ...» (GM, no. 445, 16.04.25);
«... Periódico trimes[tral], intitulado Variedades, Id. Museo Universal, Catecismo de química, Id. de geografía, Descripción del Mundo, Gimnástica del Bello Sexo ...» (GM, no. 453, 22.04.25);
«una Gramática castellana, metodizada según las últimas ediciones y lleva inserto al fin un pequeño tratado de Ta[qui]grafía con una lámina» (GM, no. 836, 22.08.26);
«... catecismos curiosos de geografía con mapa mundi... » (GM, no. 652, 04.01.26);
y el «... Nuevo Testamento y la Biblia, ó el antiguo y nuevo Testamento» (GM, no. 385, 28.01.25).
En este surtido de ofertas, entonces, mediando las distancias de producción tecnológica del libro, yace una esencia de la modernidad lectora que en la actualidad domina con ímpetu: fragmentación de los tópicos de acceso temático y lecturas plurales y multidisciplinares. Hoy diríamos que Marcet era una especie de adelantado casi de la posmodernidad, en cuanto a las apetencias de mercado, tanto múltiple como coral, de sus ofrecimientos. Podríamos afirmar que cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia.
Pero el mayor aporte de Marcet dentro del mundo librero de la época fue la extraordinaria lista –casi un centenar de títulos– que apareció en mayo de 1826. Se trata del elenco de libros más importante que haya publicado librería alguna durante el período estudiado. El conjunto de las materias del conocimiento humano se encuentra allí representadas: la literatura, la geografía, la historia, la filosofía, la religión, el derecho, la física, las ciencias médicas, las artes y los oficios, etc. El plantel de títulos, en sí mismo, como ya hemos comentado, es un significativo resumen de los usos de lectura de los habitantes de Buenos Aires, y también es necesario reparar en su fuerte impronta de saberes enciclopédicos. A continuación, reproducimos las primeras obras de este notable listado:
«En las tiendas-librerías de D. Jayme Marcet, conocidas por el nombre del finado Osandavaras se hallan de venta las Obras siguientes:
Vida de Cicerón por Azara,
Febrero Reformado,
Tratado Elemental de Física,
Barruel Historia del Jacobismo
Establecimientos Ultramarinos
Teatro Crítico de Feyjoo
Diccionario de Medicina
Motivos ó Causas de la Revolución Francesa
Rowley, de Medicina
Biblioteca de Educación
García de Matemática
La Araucana
Ward, Proyectos Económicos» (GM, no. 763, 20.05.26).
Otra temática que merece una mención especial es uno de sus últimos avisos donde predominan las obras de temática militar. Aunque vinculada con anuncios agrupados por especialidad que ya citamos, es sustancial destacarla en forma separada, ya que deviene en una consecuencia del auge de esta materia en nuestra plaza, pero también en el Viejo y el Nuevo Continente, que habían despertado las guerras napoleónicas:
«Artillería de moda en tres volúmenes y uno de láminas.
Colección de ejercicios y maniobras de artillería.
Tratado de fortificación, por Le-Blond.
Id. de ataque, por id.
Id. de defensa por id.
Ordenanzas militares para ingenieros.
Ordenanzas modernas de artillería.
Un tratado manuscrito de id.
Instrucción de pararayos [sic]
Lucuse: de fortificación
Lucuse: medidas militares» [...] (GM, no. 972, 06.02.27).
Este versátil librero tampoco dejaría escapar un rubro de una extraordinaria presencia en el XIX: la prensa periódica. Se destacó especialmente por la venta de periódicos, pues en sus locales circularon 12 títulos. Ellos son:
El eco oriental, El protestante recién convertido, El patriota, El ciudadano, La verdad sin rodeos, Claras verdades contra obscuros embrollos, El argentino, El piloto, La Gaceta Mercantil, El duende de Buenos, El rayo, y El tribuno.
En abril de 1826 ofreció al público varias colecciones del diario titulado El ciudadano, en los términos siguientes: «En la tienda de Marcet se hallan de venta colecciones de El Ciudadano, desde el No. 1 hasta el 12 al moderado precio de 2 pesos 2 reales cada uno» (GM, no. 754, 28.04.26).
Por intermedio de las tiendas-librerías de Marcet, también se divulgaron una serie de impresos –muchos de ellos eran nacionales editados en unos pocos pliegos y que son de importante valor. Entre ellas se destacan los siguientes:
«Vida de Sucre. Se hallará de venta... a las 5 de la tarde del día de hoy, su precio 2 1/2 reales» (GM, no. 505, 04.07.25);
«...unos pocos ejemplares de una obra titulada Observaciones sobre los sistemas federativos en general. Consta de 6 pliegos y se vende en 4 reales» (GM, no. 791, 27.07.26);
«Detall[e] de la gran jornada de Sarandí» (GM, no. 593, 22.10.25);
«El compendio de las campañas del ejército de los Andes» (GM, no. 629, 6.12.25);
«Cuadro de las persecuciones, que ha experimentado, el Fundador, y el Autor de la MEDICINA CURATIVA» [Louis Leroy] (GM, no. 420, 14.03.25);
«El examen crítico de los discursos sobre una Constitución considerada como parte de lo civil... Importante libro del Deán Gregario Funes» (GM, no. 700, 03.03.26);
«Discursos, pronunciados por el Sr. Cavia sobre la libertad de cultos» (GM, no. 596, 25.10.25);
«El discurso pronunciado en la ciudad de Charcas, en el primer aniversario de la memorable victoria de Ayacucho, por el Vicario general del ejército Libertador, Dr. Pedro Antonio Torres» (GM, no. 679, 07.02.26); etc.
Otras de las actividades de Jaime Marcet relacionadas con el mundo de lo impreso, fueron las suscripciones y rifas de libros. Como hemos puntualizado, Marcet ya había instrumentado un escenario de lectura y préstamo de libros a través de un bono de suscripción cuando era dependiente en la librería de Osandavaras. En esta ocasión, siendo ya propietario organizó una interesante subscripción «a la publicación de la respuesta del Marqués de Grimaldi, ministro español, a la memoria que en 1776 le pasó el de Portugal Don Feranco Ignacio de Sousa Coutiño, sobre límites en la Banda Oriental del Río de la Plata, o sea la historia de las continuadas usurpaciones cometidas en ella por el gobierno portugués desde su descubrimiento hasta aquella fecha...» (GM, no. 873, 04.10.26).
En este aviso –redactado en inglés y francés– además se informa a los subscriptores que «obtendrán, sobre los que no lo sean, la ventaja de cuatro reales menos por ejemplar». Poco tiempo después, hacia fines de diciembre del mismo año, Marcet cumplía con sus obligaciones notificando a los «señores subscriptos» que podían pasar por sus locales «para entregarles dicho ejemplar» (GM, no. 936, 20.12.26).
En más de una oportunidad llevó a cabo la rifa del Compendio de historia universal, del historiador francés Louis Pierre Anquetil. La obra, que comprendía 17 volúmenes, estaba ilustrada además «con 450 láminas» y su costo era de 85 pesos; para participar de la misma se leía en La Gaceta Mercantil: «los SS que gusten entrar en ella, se servirán apuntarse en dicha librería» (GM, no. 422, 16.03.25). En otra ocasión, procedió a la rifa de «La Biblia en Latín y Castellano», cuyo monto ascendía a 76 pesos (GM, no. 477, 28.05.25).
Como dato curioso y a la vez demostrativo de la riqueza bibliográfica de sus locales, resulta un anuncio en el cual Marcet propició la venta de una serie de partituras para distintos instrumentos:
«En la librería de D. Jayme Marcet... hay de venta... un surtido de música para piano, flauta, violín, y toda clase de instrumentos, á precios muy acomodados» (GM, no. 545, 23.08.25).
Jaime Marcet se destacó además en la difusión de varios almanaques, tales como: Almanaque político y de comercio de la ciudad de Buenos Ayres para el año de 1826, de Blondel; El almanaque hispano-anglo de Buenos Aires para el año próximo 1826; el Almanaque del año 1826, por B. Muñoz; y la Guía de forasteros y almanak histórico estadístico de América.
Un final dramático
Cuando Marcet vendió, en mayo de 1827, sus dos locales a Antonio Gómez de Castro y Joaquín Viñals (o Viñales), todo hacía pensar que continuaría su escala ascendente en el comercio local (GM, no. 1046, 09.05.27).
No obstante, su destino fue diferente, pues, el 5 de julio de 1828, poco más de un año después, participó, secundado por con Francisco Álzaga y Juan Pablo Arriaga, en el robo y asesinato del tendero Francisco Álvarez. El hecho se convirtió en una célebre causa criminal que conmovió a la sociedad porteña por la notoriedad social de los involucrados. La inocencia de Marcet era insostenible, ya que tenía en su propiedad «una sortija que dos días antes se la había puesto para la venta en poder del finado D. Francisco Álvarez» (Agrelo, 1828: 19).
Su defensa estuvo a cargo de Pedro J. Agrelo, siendo el juez en primera instancia, Don Bartolomé Cueto. A pesar de los denodados esfuerzos de Agrelo nada se pudo hacer frente a las innumerables pruebas acumuladas en contra de Marcet y sus cómplices. Al cabo, se lo sentenció conjuntamente con Arriaga, puesto que Álzaga estaba prófugo, a la pena de muerte. Los acusados confesaron su crimen poco antes de ser fusilados y expuestos públicamente en la horca en la actual Plaza de Mayo, el día 16 de septiembre de 1828.
Tal fue el fin del que fuera uno de los libreros más preponderantes de ese período [2].
Notas:
1. La presente contribución se basa en dos trabajos previos realizados por el autor (Parada, 1998 y 2023).
2. Son contradictorias las informaciones existentes acerca de la personalidad y el comportamiento de Marcet. El fiscal de la causa -Dr. Acosta- decía sobre él: «y Marcet que ha justificado a este respecto. Nada satisfactorio: que en sus relaciones mercantiles se ha conducido un cierto tiempo regularmente. Pero su inmoralidad y vicios son públicos y notorios...» (Diario comercial y telégrafo literario y político, Buenos, no. 19, sept. 17, 1828).
En cambio, en opinión de su abogado defensor, Marcet «ha justificado que ha sido un buen hijo, un honrado ciudadano, un negociante laborioso, un buen amigo, aquí y en España, su país nativo: que ha venido de allí honorablemente con recomendaciones, que no habría obtenido siendo un malvado: que su comportación [sic] entre nosotros no las ha desmentido: que por todas partes se ha criado amigos y protectores, que no están arrepentidos de haberlos sido.» (Agrelo, Pedro J. Op. cit. p. 21).
Un juicio crítico menos involucrado que los anteriores es el que apareció en otro periódico de la época: “tal fue el trágico fin de unos hombres que, perteneciendo y estando ligados con familias decentes y conocidas del país, se avanzaron a cometer un crimen que debía hacerlos perecer con la muerte de los infames.» (El Tiempo, Buenos Aires, no 112, sept. 17, 1828).
Referencias bibliográficas:
Agrelo, Pedro J. 1828. Defensa del reo Jaime Marcet, acusado en la causa del asesinato y robo de Don Francisco Álvarez, verificado en la noche del 5 de julio del corriente año de 1828; la dijo en la Exma. Cámara de Justicia de esta ciudad de Buenos Ayres, su defensor el Doctor Don Pedro J. Agrelo, el día 5 de septiembre del mismo año. Buenos Aires: Imprenta de Hallet, [1828].
Blondel, J. J. M. 1826. Almanaque político y de comercio de la ciudad de Buenos Ayres para el año de 1826. Buenos Ayres: Imprenta del Estado.
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Parada, Alejandro E. 2023. “Jaime Marcet: un librero célebre con final dramático (1825-1828)”. Coloquio Historia del Libro en la Argentina. (Buenos Aires, sábado 22 y domingo 23 de abril de 2023) realizado en la Sala de Representantes del Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces y organizado por La Ruta del Libro. Mesa: “Libros y librerías de Buenos Aires”.
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