Con posterioridad al fallecimiento de Guillermo Furlong, ocurrido en la ciudad de Buenos Aires el 30 de mayo de 1974, se confeccionaron algunas bibliografías para dar a conocer los distintos temas sobre los que publicó y facilitar su localización cuando se dieron a conocer en diarios, revistas de divulgación y publicaciones académicas y universitarias.
La Biblioteca Central de la Universidad del Salvador incluyó una somera enumeración de estas, en la entrega décimo primera de su Boletín (1984).
En el volumen 43 de Archivum Historicum Societatis Iesu (Roma), editado en 1974, entre las páginas 485 y 511 el historiador jesuita Hugo Storni ofreció otra bibliografía, limitada a los trabajos de Furlong referidos a las actividades de la Compañía de Jesús entre los años 1585 y 1768, las específicas, las culturales, su organización, las figuras representativas y algunos temas conexos.
En el mes de diciembre de 1994, el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en su Colección Estrella Federal, publicó mi libro La obra oculta del padre Furlong, prologado por Fermín Chávez, donde reuní sus 389 trabajos firmados con diferentes seudónimos.
Pero en ninguna de las bibliografías citadas hay algo más que una referencia tangencial a los muchos trabajos de este sacerdote que quedaron sin publicar por distintos motivos y los dejados por él al momento de su fallecimiento.
En vida de Furlong apareció la primera edición de la bibliografía hecha por Geoghegan, en la cual reunió la producción hasta el año 1957, con una introducción de su fraterno José Torre Revello.
Cuando Geoghegan se dio a la tarea de actualizar el trabajo -es decir a sumarle los últimos 17 años de actividad ininterrumpida, y agregar aquellas omisiones que le había señalado el propio bibliografiado- esta labor de actualización le permitió incorporar una sección que llamó Los escritos inéditos. Para lograrlo contó con los jesuitas Ismael Quiles y Ernesto Dann Obregón, gracias a los cuales tuvo acceso al archivo del sacerdote en el Colegio del Salvador.
Esta segunda edición, corregida y ampliada con las publicaciones de sus últimos años, y con los trabajos inéditos, se dio a conocer en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires) en el volumen XLVIII publicado en 1975.
En esta sección he contabilizado 312 asientos con la descripción de cada trabajo, agrupados bajo los epígrafes: Obras generales 9, Historia Argentina 83, Geografía, Cartografía y Vespucio 11, Educación 17, Literatura 14, Bibliografía e Imprenta 9, Bibliotecas y Bibliotecología 4, Historia de la Medicina 4, Historia Eclesiástica 25, Compañía de Jesús 14, Teología y Filosofía 20, Ascética y Mística 2, Los Santos Evangelios 1, Hagiografía 1, Diccionario 1, Trabajos de carácter biográfico 25, Jesuitas 28, Temas varios 27, y Reseñas bibliográficas 17.
El análisis pormenorizado de cada asiento y su cotejo con los referidos a los libros, folletos y artículos publicados por Furlong, muestran que no todos los incluidos como inéditos realmente lo son. Furlong no guardaba ejemplares de los trabajos publicados, pero sí conservaba en carpetas y cajas sus manuscritos y textos mecanografiados -en las cuales agregaba todo cuanto de su interés iba encontrando-; estos fueron encolumnados entre los escritos inéditos, cuando en realidad no lo eran.
Su pieza dormitorio también era el taller de trabajo. En la Academia Nacional de Ciencias, Roberto Elissalde en el año 2014 la describió así:
“Su habitación tenía dos ventanas abiertas, una daba a la avenida Callao y la otra al atrio de la iglesia del Salvador. Una cama de hierro con un rosario que colgaba de su respaldo, una mesa algo alta que le servía de escritorio con una lámpara con un foco de gran potencia, repleta de papeles, cuatro sillas, y pilas de libros sobre el piso, apoyados en la pared y cajones de fruta con miles de fichas y más hojas, algunas a máquina otras con su letra menudísima.”
Cuando el volumen de los trabajos y archivos excedía las posibilidades de ser conservados en su celda, o había dispuesto temporariamente no utilizarlos, los guardaba en la biblioteca del Colegio del Salvador. Desde luego que Furlong no pensó en los riesgos que allí corrían. En el asiento 154 donde Geoghegan hace mención a un texto de 250 páginas sobre la Iglesia y Convento de San Francisco en la ciudad de Santa Fe, dice sobre la suerte corrida por aquel trabajo: “A fines de 1955, nos manifestó el Padre Furlong que había guardado este manuscrito en la Biblioteca del Colegio del Salvador pero, a los pocos meses, no lo encontró en el lugar que él creía que lo había puesto.”
Un privilegio
Traté a Furlong durante muchos años, que para mí fueron pocos. En vida de él pude consultar en su celda algunos de sus archivos en los que encontré trabajos publicados, el manuscrito completo y de otros los borradores; textos mecanografiados con traducciones del inglés, latín y griego; bibliografías inconclusas; recortes de diarios y revistas; fotocopias en negativo y pocas en positivo; trabajos con correcciones y agregados; papeletas con regestas (1), otras con anotaciones sueltas o transcripciones de documentos; fichas con datos bibliográficos y tipográficos; diagramas genealógicos; listados de personas y cronologías de hechos.
Los trabajos contenidos en estos archivos, prima facie, no revisten el carácter de trabajos inéditos; puede que alguno lo fuera, pero en su mayoría se trataba de algunos anteriores con miras a una nueva investigación, o su perfeccionamiento y ampliación para una reedición.
En la bibliografía de Geoghegan, 27 asientos incluyen la aclaración de que no se pudo hallar la carpeta o la caja donde debiera estar el trabajo de Furlong y se han usado, en su defecto, referencias proporcionadas por él verbalmente o alguna constancia escrita que tenía guardada.
En otros muchos asientos, Geoghegan ofrece detalles del contenido, y algunas sustanciosas informaciones complementarias, como las fuentes donde abrevó el autor y la suerte corrida por el trabajo.
Veamos algunos de ellos:
La Cartografía Americana Retrospectiva; La América Meridional y en especial el Río de la Plata, 1500-1880, es un corpus de aproximadamente 682 mapas con datos descriptivos esenciales, un análisis histórico-geográfico y las citas de los repertorios similares de importancia que se han ocupado de los mismos mapas. El material documental de esta obra fue consultado y fotografiado a partir de 1938 por Furlong en archivos de Estados Unidos, Europa y nuestro país.
En el mundillo historiográfico era sabido que Furlong como dice Geoghegan “acostumbraba a obsequiar trabajos inéditos a sus amigos y colegas”, y que luego, los que recibieron el regalo lo publicaban con sus nombres y no el del verdadero autor. En la clasificación bibliotecológica de los seudónimos a estos se los denomina alónimos (2) y son de difícil identificación.
Sobre los alónimos de Furlong, el sacerdote jesuita Luis Ávila, en un párrafo de la conferencia que pronunció a pedido de la Comisión Nacional de la Manzana de las Luces, luego publicada en el volumen XIII de la revista Archivum (Buenos Aires), nos dice:
“Su generosidad, unida a la ausencia total de celo egoísta de lo suyo, es conocida por los que íntimamente lo trataron: regalaba investigaciones, apuntes, enseñaba documentos que pudieran servir a otros y alguien me dijo que tenía fuertes sospechas de que, inclusive, una obra de él la regaló para que saliera con nombre de otro, cuyo nombre tanto él como quien lo sospechó lo han guardado en absoluto secreto, tanto de la obra a que se refería como del autor que, naturalmente, en la redacción final trabajó personalmente.”
Veamos otros casos:
El artículo Manuel Belgrano, publicado en el tomo 19 de la revista Estudios (Buenos Aires) en 1920, aunque firmado por el R.P. Vicente Gambón S. J., este artículo fue redactado por el Padre Furlong.
La compilación y el análisis de 6 impresos y 12 manuscritos de monseñor Benito María de Moxó y Francoli se la dio él a Jorge Bohdziewics para ser completados y publicados. A este mismo historiador en 1973 le dio El culto a María Santísima en la República Argentina, un manuscrito de 1.440 hojas para ser completado y publicado también.
Doscientas páginas que llevan por título Los jesuitas y la poesía, con estudios sobre los poetas y versificadores que ha tenido la Compañía de Jesús, las recibió como regalo el sacerdote Aurelio Aulestia, residente en Ecuador.
El ensayo bibliográfico sobre Los jesuitas y las lenguas indígenas de América, de 282 hojas, además de una introducción, incluye un registro de obras y escritos de alrededor de 163 jesuitas dedicados al tema. Este trabajo lo inició alrededor de 1924 y en 1956 se lo dio a un amigo.
La Bibliografía de las Misiones Guaraníticas, 1585-1767, de 438 páginas, fue obsequiada a un amigo alrededor de 1970 para que lo continuara, ya que él había registrado publicaciones hasta 1929.
Para el libro Compendio y descripción de las Indias Occidentales, de Antonio Vázquez de Espinosa, preparó 43 hojas con notas y una introducción. En dicha introducción, titulada sobre La Argentina, Bolivia, el Paraguay y Chile, cooperó José Antonio Leunda, pero el trabajo se publicó sólo con el nombre de éste.
El haber entregado en distintas fechas sus originales a editores y editoriales, como también trabajos a pedido de particulares para que los completaran, sin tener más noticias de ellos, muestra que no todos los inéditos quedaron a raíz de su fallecimiento.
Estos son algunos de ellos:
En 1975 Geoghegan informa en su bibliografía: hace 32 años que obra en poder de un caballero residente en Buenos Aires el Manual de historia argentina; texto para el bachillerato, de 250 páginas.
A fines de 1972 entregó a EUDEBA un lote aproximado de 7.500 fichas para que fueran editadas con el título Concordancias de Martín Fierra de José Hernández. El trabajo no se publicó y vaya uno a saber dónde fueron a parar estas fichas.
Tres textos introductorios, comentarios y notas a las obras De Bello Gálico de Julio César, Epistolae Ciceronis Selectae y Fábulas de Esopo fueron entregados al sacerdote José Llobera quien, con los trabajos de otros autores, se proponía publicar una serie de clásicos latinos y griegos.
La traducción del griego, introducción y comentarios a El Simposium de Paciano y los Escritos diversos de San Ponciano, obispo de Barcelona redactados a pedido de Luis Segalá Estalella, se los entregó en 1923.
A la sección de publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba remitió un estudio de 110 hojas sobre Las Ciencias Sagradas en la Universidad de Córdoba.
Antes de ser reestructurada la biblioteca del Colegio del Salvador -es decir vaciada de toda la parte antigua de su colección- se podía consultar el único ejemplar, armado con pruebas de página, de El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo, traducido del griego, con introducción y notas de su autoría. Está datado en 1955. Dice Furlong en este ejemplar:
“(…) fui a Mar del Plata, en los primeros días de enero de 1952 (...) / y / en cuarenta y cinco días, de doce horas de labor diaria, traduje el Nuevo Testamento, y durante el curso de 1952, y en las vacaciones de 1953, corregí, pulí y anoté todo lo traducido (…)”
Y agrega Geoghegan: “Esta obra se compuso tipográficamente, en su totalidad, en 1955 en los talleres de la Editorial Difusión, y se hallaba lista para entrar en máquina cuando esa editorial fue allanada y clausurada por el gobierno. Todas sus máquinas fueron vendidas a precios irrisorios y el plomo de estos Santos Evangelios, vendido como plomo usado.” Furlong comentó de su puño y letra lo sucedido y la mala suerte corrida por esta labor:
“Confieso que este contraste no me afectó mayormente, ya que había yo puesto, de mi parte, cuanto había podido, para complacer a un tan noble amigo, como el señor Luchía Puig, y tenía conciencia de haber trabajado esa versión con grande amor y empeño, pero sin ambición de éxito (…) creí haber cumplido con un deber y eso me basta.”
Entre los trabajos voluminosos que quedaron en su archivo rotulados como listos para publicar estaba el dedicado a fray Francisco de Paula Castañeda. Al cumplirse los veinte años del fallecimiento de Furlong y en su homenaje, la editorial Castañeda lo editó con el título Vida y obra de fray Francisco de Paula Castañeda: un testigo de la naciente patria argentina, 1810-1830, un volumen de 730 páginas.
En la presentación de esta obra, el orador principal fue Félix Luna; se realizó en el ámbito claustral de un histórico templo porteño. Tuve la doble satisfacción de presenciar el homenaje junto con José Luis Trenti Rocamora y que nos hayamos encontrado con Elsie Raquel Michel Krasting de Rivero Haedo (Virginia Carreño).
Furlong nunca improvisaba sus discursos ni sus conferencias, las confeccionaba con antelación. Muchas de ellas se publicaron, pero otras quedaron en su archivo, tal vez por una decisión propia o por no tener dónde hacerlo.
Quien crea que por ser quien era no tenía dificultades para publicar sus trabajos, se equivoca; sufrió y debió sortear con habilidad y persuasión numerosos escollos. Pero hay otra razón y es la abundancia de su producción ininterrumpida: no terminaba de editar un libro que ya tenía otros aguardando editor; lo mismo ocurría con sus artículos, monografías y bibliografías que entregaba a publicaciones de difusión masiva y a revistas académicas y universitarias.
Estas penurias para poder publicar sus trabajos fueron mitigadas por el mecenazgo del estadounidense Francis B. O´Grady; de Reginald Doublet, inglés de religión evangélica, y de los argentinos José Alberto Fuselli y Federico Vogelius.
De las 25 conferencias inéditas que trae la bibliografía de Geoghegan, una está en mi poder, es decir una fotocopia. Se trata de la pronunciada en la ciudad de Santa Fe con motivo de un homenaje a Gustavo Martínez Zuviría, quien fue director de la Biblioteca Nacional.
Espero poder publicar dicho texto con un estudio preliminar, notas y una bibliografía complementaria sobre todas las publicaciones que se hicieron en la Biblioteca Nacional durante su gestión, utilizando la imprenta rudimentaria del organismo adquirida en 1901 por Paul Groussac.
(*) Especial para Hilario. Artes Letras Oficios.
Notas:
1. Nota del editor: listas.
2. Esta palabra procede del griego, y quiere decir “distinto nombre”. Según José Martínez de Sousa en su “Diccionario de tipografía y del libro” (1974), se trata del nombre de una persona que no es el verdadero autor de una obra, pero que figura en ella como tal.