Introducción
Este artículo, breve y de carácter exploratorio, procura aportar información original sobre María Antonia de San José Paz y Figueroa, conocida en vida como Mama Antula, en vista a su canonización en 2024.
La información presentada configura un conjunto de indicios que permite formular la hipótesis de que descendía de africanos esclavizados en Santiago del Estero, donde nació hacia 1730. Se trata de un aspecto poco trabajado en el ámbito académico. De acuerdo a Alicia Fraschina (2015) -quien la estudió desde la historia de la religiosidad y la historia de las mujeres- según sus descendientes colaterales era hija de Francisco Solano de Paz y Figueroa con Andrea de Figueroa. Por su parte, la página web Relationship Calculator: Genealogía familiar, la identifica como hija del primer matrimonio de Miguel de Paz y Figueroa con Ana Zurita Suárez, lo que el genealogista Alberto Bravo de Zamora, en un libro de 2014, matiza como hija extramatrimonial de Miguel, coincidente con lo señalado en 1942 por Justo Beguiriztain en un artículo (Frascina 2015: 62, 85).
A continuación, detallo los indicios relevados a partir de la pesquisa en fuentes escritas y en el trabajo etnográfico con integrantes de la Iglesia Ortodoxa Argentina y afroargentinos que se reconocen como descendientes de Mama Antula.
Los cuatro indicios
A la incertidumbre sobre su nacimiento sumo el primer indicio. En una entrevista realizada en Buenos Aires, en abril de 2023 a los hermanos Ariel Alberto (50) y Miriam Valeria Ortiz (55), me brindaron la memoria oral y escrita familiar, en tanto se reconocen afroargentinos del tronco colonial por tener entre sus ancestros a Felipa Larrea, una afroporteña que, próxima a morir, cobró fama por una entrevista de Caras y Caretas (anónimo 1909). Nacida en 1810, vivió aspectos de la vida social, política y religiosa de los primeros pasos del gobierno patrio (de hecho, su apellido es por ser esclavizada de Juan Larrea), sirvió a Bernardino Rivadavia, supo presenciar el fusilamiento de Camila O’Gorman y morar en la Casa de Ejercicios Espirituales (casualmente edificada por idea de Mama Antula) al comprarla Justa Rufina Visillac de Lara de Rodríguez.
El árbol genealógico de los Ortiz, reforzado con estudios de ADN, incluye a afrodescendientes, de los que cito dos por su notoriedad, Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud Pública, y Mama Antula, hija de sus sextos abuelos, Miguel de Paz Figueroa y Figueroa Mendoza con María Ana de Zurita y Suárez de Cantillana.
El segundo indicio refiere a su apodo, Mama Antula, que, también por tradición se sostiene que Antula es el “diminutivo infantil y cariñoso de su nombre de pila, Antonia” (Iglesia Ortodoxa de Argentina 2022: 61). Como tal apodo no se da en otra parte del país, la idea es la influencia del quechua, aunque estudiosos sobre el habla provinciana, como Orestes di Lullo (2010), quien da relación de apodos y diminutivos, no la consigna. De hecho, en la voz más cercana, Antilo -topónimo del Dto. Capital-, siguiendo a Samuel Lafone Quevedo la traduce como “lo que está arriba” y desacredita a Juan Christensen, para quien es apodo de Antonio, pero a éste se le dice Antuco, Antu o Tuco (di Lullo 2010: 59).
En Bissáu (capital de Guinea-Bissáu) Antula es el nombre crioulo (lengua mayoritaria del país) de N’tula, uno de sus barrios. Esta información, como la que sigue, está desarrollada por Neemias António Nanque (2016), quien aborda la llegada de los portugueses a esa zona en 1446, constituyendo la Capitanía de Bissau en 1692, y el rol del pueblo papel -una de las numerosas etnias nativas- de Bissau, Antula y Biombo entre 1886 y 1915 contra la pretensión de dominarlos y que paguen impuestos, tras ser adjudicados su territorio a Portugal en la Conferencia de Berlín. Así, se llamó Guinea Portuguesa hasta su independencia, en 1976, cuando se rebautizó Guinea-Bissáu para diferenciarse de su vecina Guinea, también llamada Guinea Konakry o, antes de su independencia, en 1958, Guinea Francesa.
Barrio de Antula en Bissáu, capital de Guinea-Bissáu. Mapa: Gentileza www.google.com
Sobre la historia escrita de África Occidental sursahariana cito a Ra’rij al-sûdân o Crónica del país de los negros, narrada en árabe por al-Sa’di, va del siglo XV a 1656 y está basada, en parte, en la oralidad, de gran importancia allí (Ki-Zerbo 2011: 35-37). El libro fue publicado en español recién en 2013 y, como se basa en otros criterios historizantes, el seguimiento de los hechos es una labor no menor. Hoy Guinea-Bissáu tiene más de cuarenta etnias, siendo las mayoritarias las balanta (27%), fula (22%), mandinga (12%), manjaco (11%) y papel (10%). Antula era uno de los siete reinos papel, los que no tenían un común denominador, aunque compartían lengua, cultura y religión. De hecho, el término papel es invención portuguesa por su resistencia a los impuestos, devolviendo las notificaciones de pago (papeis).
Amílcar Cabral, padre de la independencia del país, clasificó a sus sociedades en verticales y horizontales para indicar si tienen o no poder centralizado, estando entre las primeras los papel, mandinga, fula, etc., y en las segundas los balanta, felúpe, etc. Para entender esta complejidad cabe decir que a fines del siglo XIII la derrota de los mandinga por los fula llevó a su islamización y así fueron esclavizados. Su belicosidad, más al estar alfabetizados en árabe, hizo que fueran coordinados en sus rebeliones por lo que, Iglesia mediante, mandinga pasó a ser sinónimo de atrevido, travieso, pícaro y diablo en Perú, Chile, Brasil (Romero 1988: 172-174) y Argentina (Academia Argentina de Letras 2003: 384). Esta última fuente no da su origen, pero sí Ricardo Rojas (1924: 71) y ello es coherente, en vista a que Guinea Occidental fue una de las regiones de las que se trajo esclavizados al Río de la Plata (Rosal 2009: 164-165, Borucki 2017: 60, 66). En Santiago del Estero la información cuantitativa más antigua de su población afro, el censo de 1778 ordenado por Carlos III, da que era el 54% del total de habitantes censados, la más alta del reciente Virreinato del Río de la Plata (Grosso 2008: 29).
El tercer indicio tiene que ver con la llegada de Mama Antula a Buenos Aires, en septiembre de 1779, y su entierro en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario. Para entonces venía de peregrinar por el noroeste del país y Córdoba, llegando tan desgarbada y con una cruz larga en la mano que fue incomprendida por los vecinos, al punto de que la apedrearon e insultaron, tildándola incluso de bruja. Solo halló amparo en esa iglesia y fue un hecho que le significó tal agradecimiento que en su testamento pidió ser enterrada allí, cuestión que se cumplió. Hasta aquí lo que dice la tradición y los documentos conservados. Mi aporte es que, cuando arribó, desde hacía cuatro años allí funcionaba la Cofradía de San Baltazar y Ánimas, la primera para negros en la ciudad, creada por la Curia y la Corona. De ella hay algunos documentos en el Archivo General de la Nación, los que analicé para entender su funcionamiento y el origen de este culto, que sigue vigente en el Litoral, siendo la expresión afroargentina más popular y extendida (Cirio 2000, 2003, 2015a). Por ende, es plausible que su abrigo en esa iglesia no fuera casual, teniendo aquellos cofrades un gesto, justamente, de piedad con ella, quizás al reconocer su africanía.
El archivo del templo de Nuestra Señora de La Piedad fue destruido por el incendio -junto a otros inmuebles de la Iglesia- el 16 de junio de 1955 por justicialistas en el contexto del impulso que el presidente, Juan Domingo Perón, dio para separar la Iglesia del Estado. La asonada de ese día, expresada en el bombardeo de la Plaza de Mayo, detonó que los inflamados militantes encendieran venganza. Igual destrucción tuvo la documentación de y sobre ella obrante en la Casa de Ejercicios Espirituales porque en 1905, tras la solicitud de obispos argentinos de la introducción en Roma del pedido de su beatificación y canonización (el primero, además, del país), las fuentes escritas fueron llevadas a la Curia Metropolitana de Buenos Aires, otro de los inmuebles incendiados (Fraschina 2015: 15, 171, 184).
Finalmente, el cuarto indicio. Taller de Iconos Jean de Saint Denis de la Iglesia Ortodoxa de Argentina, Buenos Aires, 2019. María Eugenia Gavalda, al terminar su primer ícono de Mama Antula, tras los estudios pertinentes y bendecida por el monseñor para esa labor sagrada, advirtió que la piel quedó negra, lo que despertó cierta perplejidad en su maestro y compañeros. Aunque no se sabe cómo era físicamente; su único retrato, un óleo sobre tela de José de Salas tras su muerte; según Fraschina (2015: 132), “una imagen idealizada, producto de sucesivas repinturas sobre el original”. Y sobre éste se vienen haciendo estampitas, así como fue inspiración para la escultura de su mausoleo en la Iglesia de la Piedad, para más de un material impolutamente blanco.
Ícono de Mama Antula en proceso de escritura por María Eugenia Gavalda. Buenos Aires, 2019. Fotografía: M. E. Gavalda.
Conocí el icono de María Eugenia en octubre de 2023 y ella me invitó al inicio de una jornada de meditación, que la abrió el diácono José Arizio leyendo las reglas para la escritura (en esta tradición plástica los íconos se escriben) que comenzaron a fijarse en el Monte Athos en el siglo XII. Luego de una oración y meditación grupal en la cripta, y comentarios sobre mi presencia, expliqué mis considerandos sobre Mama Antula como afrodescendiente, pues esta Iglesia hace tiempo la venera santa. Lo que propongo como cuarto indicio es que, de acuerdo al régimen de creencias practicado por los integrantes de este grupo, su santidad puede expresarse de varios modos en el plano terrenal, por lo que la caracterización como negra en su ícono puede entenderse manifestación de su espíritu como fue en cuerpo. Por supuesto, no hay modo de probarlo más que por la fe, lo que es un oxímoron para el pensamiento científico pero la experiencia de María Eugenia señala la magnificencia de Mama Antula, al expresarse en su retrato, cuestión que, suele ocurrir en la historia de los íconos.
Reflexiones
Presentados los cuatro indicios sobre Mama Antula como afroargentina del tronco colonial, doy algunas reflexiones para aquilatar la cuestión desde ciertos lineamientos teóricos y epistemológicos.
¿Por qué afroargentina del tronco colonial? Esta es una categoría etnogénica creada en la Asociación Misibamba, del Gran Buenos Aires, en 2008, para los descendientes de africanos esclavizados en lo que hoy es la Argentina. Desde ya es un posicionamiento político por el cual procuran satisfacer su principal demanda: ser reconocidos en la Historia, en vista a que el país, desde la época virreinal y hasta 1853, en la Confederación Argentina, y hasta 1861, cuando Buenos Aires se unió a ella, la esclavitud era legal. Esta categoría no fue la primera ni la última en el largo camino de olvidos que aquí transitan los desterrados hijos de África. De este modo, es equivalente a las de negro/a argentino/a, afrodescendiente, afroargentino/a, diáspora africana, etc., aunque su matiz principal es que con ella se posicionan preexistentes al Estado-nación y formadores del mismo, cuestión que otros grupos afrodescendientes del país no comparten, por haberse originado como inmigrantes ya entrado el siglo XX (Cirio 2015b).
Si, en tanto categoría reciente, su empleo retrospectivo -en el caso tratado del siglo XVIII- puede objetarse, con igual criterio tampoco debería llamarse argentina a Mama Antula ya que el país no existía entonces. Sucede que la historia se escribe desde y en el presente. Es más, en sustancia, escribir historia no difiere de practicar una literatura contemporánea, en vista al manifiesto por las ciencias sociales de Ivan Jablonka (2016), donde problematiza cómo el sueño de la transparencia es una ficción de método. Mi posición va en línea con la vanguardia en este campo de estudios, que renueva constantemente su acercamiento al pasado, hasta hace poco hegemónicamente concebido como el relato cronológico de los hechos tal como fueron. No hay historia sin ideología y ésta no se limita a lo verbal, incluye toda representación plástica, en vista a cómo diversos grupos, Estados incluidos, se valen de ella para narrar el pasado e, incluso, inventando tradiciones para perpetuarse en el poder (Hobsbawm y Ranger 1983, Burke 2001).
En el campo de estudios afroargentinos se vienen haciendo esfuerzos por matizar esto revisitando textos e imágenes. Así, María de Lourdes Ghidoli (2016) trata personajes ocultados o blanqueados porque su condición de afrodescendientes incomodaba al relato nacionalista de la Historia, como Bernardo de Monteagudo, cuyo único retrato circulante hasta hace poco, que lo mostraba blanco, es apócrifo, restituyendo su fisonomía en base a un óleo hasta entonces desconocido.
¿Cómo avanzar en los cuatro indicios?
Del primero, sobre su genealogía, las fuentes escritas y la memoria oral deben tener más que decir. Quizá pruritos racistas, secretos familiares y ciertas “podas” al árbol familiar hayan guardado secretos que claman debate, sumada a la buena voluntad de hacer más pruebas de ADN, incluso, a los restos de Mama Antula que, por motivos que desconozco, no se realizaron en 1999 al abrirse el mausoleo. Del segundo, profundizar sobre Guinea-Bissáu, establecer qué significa Antula y contactar con su gobierno e Iglesia para tender puentes sobre un pasado compartido que sigue retumbando a ambos márgenes del Atlántico. Del tercero, en cuanto a la relación entre Mama Antula y los cofrades de San Baltazar, no veo posibilidad de avance por la destrucción de muchos documentos, aunque la lectura de algunos de los que existen pueda arrojar detalles inadvertidos. El cuarto, en tanto expresión sobrenatural -en perspectiva religiosa- invita a reflexionar y sería un modelo más próximo de Mama Antula para su difusión. En esta línea, Nicole Bonino (2023) reflexiona cómo la reciente retratística afroargentina contribuye a la comprensión de las mujeres de este grupo pues su falta de representación fue proactiva al discurso desaparicionista que padece desde la segunda mitad del siglo XIX.
María Gabriela “Maga” Pérez, Homenaje a la Capitana María Remedios del Valle. Gel brillante grueso y acrílico. Buenos Aires, 2011. Pinacoteca del Palacio Sarmiento, aunque desde poco después tiene paradero desconocido. Fotógrafo: Negumbi Celestin Mukana (IARPIDI)
Los afrodescendientes representados blancos evidencian la manipulación historiográfica y, a contracorriente, crece el involucramiento de este grupo para la renegociación identitaria como resistencia, proponiendo retratos más coherentes frente al pasado que se quiso ocultar o, mejor dicho, blanquear. Ejemplifico con la afroreparación de María de los Remedios del Valle, capitana del Ejército del Norte, iniciada por la artista plástica afroporteña María Gabriela “Maga” Pérez en 2011, cuando el Ministerio de Educación le encargó un retrato. El mismo viene generando una diversidad de obras que la reimaginan (el término es acertado) como debió ser, interpelando a los de la sociedad envolvente porque, en la ideológica problematizada, se la idealizaba blanca, como el dibujo de Miguel Petrone que en 1932 ilustró el artículo periodístico de Carlos Ibarguren (ver imagen).
Conclusiones
Parafraseando a la amiga Susana Salzamendi, antropóloga y artista plástica madre de Fidel Nadal, en este artículo di posada a memorias en situación de calle. La prédica de Mama Antula desde su Santiago del Estero y, tras la expulsión de la orden Jesuita del Imperio Español, su peregrinar por Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Buenos Aires, Colonia, Montevideo y Asunción no se detuvo, multiplicándose hoy en miles de fieles como los panes que brindaba a quienes atendía en la Casa de Ejercicios Espirituales. Y más fieles serán cuando sea inscripta en el Sanctorum Catalogo y el papa establezca que sea piadosamente honrada en toda la Iglesia.
Probar que era afroargentina del tronco colonial sería una afroreparación en el camino que, desde hace mucho, este grupo también transita incomprendido, espejo de cuando ella fue mal recibida en Buenos Aires y solo tuvo la piedad de sus hermanos de casta.
El Positio o Documento de la Congregación de las Causas de los Santos, Prot. Nº 72, preparado en 2007 por varios autores con casi 800 páginas en español, italiano, francés y latín, reúne los fundamentos para su canonización y da sugerencias para ampliarlos, como profundizar en el contexto en que vivió para una biografía más completa (Fraschina 2015: 185-191). En esta línea, anhelo contribuir al conocimiento sobre ella.
Aunque el término ganancia suene mundano, ¿qué lograría con probar que era afroargentina del tronco colonial? Una historia más completa, inclusiva, que aporte sobre aspectos tan importantes de nuestra vida como es la religión, donde una mujer consagrada a difundir la palabra de Dios desde la gesta ignaciana cumple con los requisitos para ser decretada santa, la primera del país.
Agradecimientos:
En especial, a Clara Cortazar y María Eugenia Gavalda (Iglesia Ortodoxa de Argentina) por los conocimientos brindados y la autorización para reproducir el ícono de Mama Antula, así también a Andrés Gastaldi (Feliciano, Entre Ríos), quien me lo hizo conocer.
* Cátedra Libre de Estudios Afroargentinos y Afroamericanos (UNLP). Especial para Hilario Artes Letras Oficios