Todo comienza con una idea propia o de otra persona, que al fin se convertirá en la prenda textil tradicional argentina más reconocida, un poncho.
Como tejedor, les quiero compartir el proceso completo de confección a través de un ejemplo, en este caso el segundo poncho realizado para la misma persona que tiempo atrás vio mi trabajo en internet y me escribió, me dijo que quería un poncho.
Ese es el primer paso, la intención que lleva luego a un intercambio que me resulta fascinante, porque es definir esa idea primigenia y trasladarla a un proyecto concreto.
Las ideas van y vienen, qué dibujo, qué color, qué tamaño... Y ante los proyectos, las devoluciones: esto es posible hacerlo, esto otro no. ¿Busca un diseño tradicional o algo contemporáneo?
Disfruto mucho esa etapa. Hay gente que te pide algo muy concreto y quienes me dicen que sea azul, o rojo, o negro, de guarda atada o de laboreo, y te dejan crear.
Este es el caso que les presento. Al igual que el primero, lo quiso de laboreo y de cuatro bordes, y como aquel era rojo me indicó que este fuera azul, y en su diseño me propuso que lo tejiera con flores como dibujo. Esa fue su idea y comencé a buscar posibilidades, variantes, siempre girando en torno a su sugerencia.
Por suerte hay muchos ponchos antiguos que se pueden tomar como referencia, tanto en Argentina como en Chile. Y es en estos en donde yo particularmente me fijo qué puedo crear y qué no. En esa búsqueda va cobrando forma en mi cabeza el nuevo desafío y en ese desarrollo teórico y de intercambio veo qué le gusta a la otra persona y qué no, hasta que llegamos a una versión que nos agrada a los dos.
Ya definido el poncho a tejer, hay que empezar a trabajar materialmente en él.
Ante el espejo
Ahora me tengo que presentar, para que sepan cuál es mi línea de trabajo dentro del hermoso mundo del tradicionalismo. Y advirtiendo que no soy Mapuche, sostengo que no hago ponchos Mapuches; para ser más preciso me defino como alguien que teje en el estilo de ellos. Me especializo en su textilería y hago prendas que recuerdan las creadas en el siglo XIX, en especial.
Soy discípulo de Jorge Mari, que ha formado artesanos teleros fácilmente reconocibles por la calidad de las piezas que crean. Como todos los que comenzamos en este oficio, primero se tejen fajas, que son las que te dan la práctica necesaria para poder pasar a piezas más grandes, las matras, los cojinillos de hilo y los ponchos.
Es todo un proceso que lleva mucha practica y mucho tiempo. En mi caso, hace veintisiete años que tejo, y siempre estoy dispuesto a mejorar.
La materia prima
Hay que preparar los hilos que se usarán, calcular qué cantidad es necesaria para cada color, hacer las tinciones correspondientes hasta conseguir el color deseado y, a veces no sale a la primera... Luego lavar la lana, secarla, y a ovillar.
Esta descripción sencilla esconde una diversidad importante. Primero hablemos del hilado; a más fino, mejor calidad del textil. Indiscutible. Y hay dos formas de hilar: a mano con huso o rueca, o el industrial, siempre con lana de oveja.
Esto quiere decir que puedo hacer todo el proceso, desde el vellón e hilando en huso o en rueca, es indistinto. El hilo lo hace la mano del artesano y el oficio, no la herramienta.
En cuanto a las lanas, ya no contamos con la oveja pampa, que daba un hilo muy especial, así que prefiero usar lanas de calidad intermedia, rústicas pero que no piquen en contacto con la piel. La Merino es demasiado fina. Me inclino más por otras razas, por ejemplo, las Corriedale. El hilado manual tiene un inconveniente, un buen hilo demanda mucho tiempo e incrementa considerablemente el costo de un poncho. Por esta razón los teleros solemos ofrecer un hilo industrializado pero muy bueno que permite ofrecer las piezas a un costo más accesible. Y esta es la opción más elegida por mis clientes.
Tenemos el hilo, y ahora hay que teñirlo. Los colorantes naturales son mis preferidos, pero si hay que recurrir a una anilina, se hace. Después de todo las anilinas ya tienen ciento cincuenta años de antigüedad. En mi caso, solo puedo acudir a un colorante natural que sé, utilizaron los Mapuches, el añil o índigo. Como vivo en la provincia de Misiones, el resto de los colorantes que ellos usaban, no son accesibles para mí.
El único color natural que todavía no pude lograr es el negro. No hay caso, probé todas las recetas disponibles y no sale… Ahí siempre uso anilina.
El telar
Al modo de los Mapuche, es muy sencillo: dos varas de madera de unos tres metros de largo con dos travesaños cruzados, también de madera que se apoyan contra una pared. Para poder armar nuestra urdimbre, hay que acostar el telar porque de otra forma, sería muy incómodo. El urdido puede llevar algunos días. Mientras lo voy armando, me doy cuenta si los colores que elegí me dan un buen golpe de vista, si me gusta como combinan. Suele ocurrir que no, y sencillamente desarmo y corrijo el color no deseado.
Con la urdimbre colocada y agradable a la vista, hay que parar el telar y regular toda la tensión de los hilos que la forman. Si este proceso no es realizado, tejer se convertiría en un dolor de cabeza.
En plena labor del tejido. Con el telar apoyado sobre una pared en su vivienda misionera, el tramo de la prenda ya elaborada se enrolla para comodidad del artesano. Fotografía del autor.
El paso siguiente consiste en poner los lizos que me van a permitir cruzar y descruzar la urdimbre para poder pasar la trama y formar el tejido.
Mientras estas etapas se suceden, me gusta mucho mandar fotos al destinatario del poncho para que pueda ver crecer esa idea que lentamente, se va haciendo realidad, para que él también disfrute con el proceso. Ese intercambio resulta muy gratificante.
Uno de cuatro bordes
Sigue un paso fundamental y que me diferencia de otros tejedores, transformar el tejido para lograr la prenda de cuatro bordes. ¿En qué consiste? Un poncho puede tener flecos estructurales, flecos agregados o carecer de ellos como rasgo distintivo.
Los de estilo Mapuche, pueden tener flecos estructurales, que son tramos de la urdimbre que se dejan sin tejer para formar los flecos, o sin flecos, a los que se les llama de cuatro bordes, porque se tejen desde el mismo extremo del poncho. Son más difíciles de hacer y por lo tanto más escasos.
Había, e incluso hay hoy en día, una gran simbología en los textiles de este pueblo que se aprecia en el hilado, los colores utilizados y los dibujos que se despliegan en cada poncho. Todo tenía una razón de ser, todo tenía un porqué, aunque reste mucho por conocer sobre sus significados entre los propios miembros de las comunidades originarias.
El poncho era como un documento de identidad al revelar, por ejemplo, la procedencia, la jerarquía y el carácter del portador; toda información de gran importancia, en aquel tiempo había que saber quién era amigo o quién, enemigo.
E incluso, un poncho podía servir como salvoconducto para un hombre blanco, cuando le era dado voluntariamente por un miembro de la tribu, es bien conocido el caso de poncho que Mariano Rosas, le diera con ese fin al coronel Lucio V. Mansilla.
Los diseños
La simbología era abundante, la podemos ver hoy día en los muchos ponchos que por suerte se conservan. Pero, insisto, solo conocemos algunos de esos significados, muy pocos desafortunadamente. Sin embargo, recurro a ese escaso conocimiento para decidir qué diseño hacer en la prenda a tejer.
El tejido ha llegado hasta la boca, que ya se aprecia a lo alto del telar. Fotografía del autor.
Siempre hay que mirar y estudiar los ponchos antiguos, respetar esos dibujos y las técnicas empleadas y tratar de combinarlas de manera que parezcan lógicas y que una tejedora podría haber usado en su tiempo, eso es lo que me propongo con cada poncho que hago.
Frente a tantas incógnitas, de algo estoy seguro, nunca se termina de aprender.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios