El 9 de junio se conmemora el Día Internacional de los Archivos, efeméride proclamada en el año 2008 por el Consejo Internacional de Archivos para recordar que, en esa fecha y en 1948, la UNESCO creaba este organismo internacional no gubernamental con la finalidad de promover la gestión y el uso eficiente de los documentos, así como la preservación del patrimonio probatorio y cultural de la humanidad.
Los archivos, un espacio donde convergen distintos saberes, contienen, de hecho, la historia de su conformación, así como del acceso a la información y de las prácticas intelectuales a ellos vinculadas. Aunque los “archivos” de los palacios y los cartularios son anteriores, en el siglo XVI se impuso la idea que eran los arsenales de la autoridad, esto en un contexto que, ligado al renacimiento del derecho romano iniciado en el siglo XII, se caracterizó por el uso creciente del documento escrito por parte de las instituciones de gobierno y por la difusión de las lenguas nacionales y del papel o pergamino de paño. Como han indicado varios autores, el archivo no tuvo ni en su origen ni en su función u objetivos, una misión cultural: disponer de la información allí guardada era potestad discrecional del Monarca, quien concedía o denegaba ese privilegio de acuerdo a su voluntad e intereses.
En el siglo XIX, por el contrario, el archivo se consolida como laboratorio de la historia, en un momento en el cual se recopilan repositorios gubernamentales dispersos para ponerlos bajo un resguardo unificado, vinculado al interés general y a una supuesta memoria de la nación. Su acceso, a partir de entonces, acompaña a la democratización del Estado y a la creación de sistemas de orden espacial que lo garanticen: catálogos, fichas, ficheros y mobiliario afín a estos propósitos.
El siglo XXI celebra la digitalización y el acceso a través de bases de datos e internet, así como la ampliación de los fondos y personas cuyos acervos se conservan. Si en el siglo XX se sumaron los archivos de la historia del trabajo, los documentos que hoy se guardan son tantos como variado el panorama de la cultura escrita y visual en dos dimensiones y en versión digital que hoy se archiva.
Sin ir muy lejos, este último 9 de junio, la Biblioteca T. Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC español (un equivalente a nuestro CONICET), dio un ejemplo de esto festejando el día con la Colección de postales de María Isabel Navarrete Navarrete, un conjunto originado en la primera mitad del siglo XX que descubrí gracias a mi amiga Maribel, prehistoriadora de Madrid, tocaya de su tía abuela materna e hija del Dr. Antonio Martínez Echeverría. Depositaria del álbum que las contenía, luego de ordenarlas y completarlas con información transmitida en la familia, las entregó a la colección de postales del Archivo Fotográfico de la biblioteca del Centro donde trabajó como investigadora hasta su jubilación y que hoy la exhibe con orgullo.
Al usarlas para celebrar el Día Internacional de los Archivos, la Biblioteca Navarro Tomás pretendía difundir la presencia en los repositorios gráficos y fotográficos de este tipo de material, mostrando las vertientes de la tarjeta postal como objeto cultural, medio de comunicación e instrumento de difusión de ideas, valores, gustos o modas en las diferentes épocas en que se han utilizado. En este caso –dicen los responsables del Archivo fotográfico de la Biblioteca– las fechas abarcan desde 1910 hasta 1961 y «nos permiten conocer, la historia personal y familiar de María Isabel, los vínculos que establecía con un propósito coleccionista, y la industria de la tarjeta postal tan en boga en aquellos años, como reflejo de la sociedad del momento.»
La colección está formada por 243 tarjetas postales, algunas de ellas escritas y circuladas, que María Isabel reunió desde su infancia. Se las enviaban sus hermanos, su padre, sus primas, amigas y parientes conocedores de su afición por coleccionar postales, un conjunto que refleja la historia familiar y la historia de la tarjeta postal en una época marcada por la Gran Guerra y el ascenso del franquismo. Los temas son dibujos dedicados a un público infantil o juvenil, pero con contenidos variados. Muchas ensalzan el patriotismo y animan a alistarse en el ejército para luchar en la Gran Guerra: «Sin armas, no tendrás novia», reza una de las tarjetas editada por una imprenta inglesa enrolada en las campañas de reclutamiento masivo, presionando a los jóvenes a través de las figuras femeninas que expresan su admiración a los soldados y su rechazo a los civiles. Otras ponderan el amor, el matrimonio, la familia, los juegos infantiles, los animales, celebraciones como la Pascua, con una intención marcadamente pedagógica. También hay paisajes y vistas de ciudades.
La colección también reúne retratos familiares; aquí Carlos Finlay, en un registro tomado en La Habana, Cuba. Fotografía: Gentileza Biblioteca T. Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (España).
María Isabel del Socorro Navarrete Navarrete, “Nena” (Madrid, 1906 -1995), era hija de Joaquín Navarrete y Alcázar (La Habana 1859 – Madrid 1929), Comandante de Infantería de Marina, y de María Elisa Navarrete y Finlay (La Habana 1864 - Madrid 1928). Por esa rama, era sobrina nieta de Carlos Finlay (1833-1915), el médico español, nacido en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, uno de los primeros en reconocer que los mosquitos eran el vector de la fiebre amarilla quien, en la familia, fue el padrino de Octavio Augusto Carlos (La Habana 1891– Madrid 1944), el segundo hijo de Joaquín y de María Elisa con cuya familia Nena vivió tras la muerte de sus padres.
Otro de sus hermanos, Gabriel (Madrid 1898 - Larache, Marruecos 1925), fue legionario en la Guerra de África, integrante del primer grupo llegado a Ceuta, desde donde envió una serie de fotografías a sus padres y hermanos, entre las que se incluye la del día del nacimiento de la Legión el 20 de septiembre de 1920. En el centro, aparece José Millán-Astray y Terreros (La Coruña, 1879 - Madrid, 1954) quien, interesado en crear un cuerpo de voluntarios extranjeros a semejanza de la Legión Extranjera Francesa, había visitado Argelia para estudiar el funcionamiento de dicho cuerpo del ejército francés. Millán Astray no solo fundó la Legión y Radio Nacional de España: fue procurador en las Cortes franquistas entre 1943 y 1954, amigo personal de Francisco Franco y responsable del frente del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Gabriel, por su lado, fallecería en Marruecos y no llegaría a vivir nada de todo esto.
La colección de su hermana pequeña, sin embargo, siguió creciendo y cuenta con tarjetas procedentes de los Estados Unidos, Reino Unido, Cuba, Alemania, Irlanda, España. Algunas fueron enviadas por familiares y amigos, de sus viajes o de sus lugares de residencia. En otros casos, fueron adquiridas en librerías o “bazares” que comercializaban sus propias ediciones o las realizadas por otros establecimientos tanto nacionales como extranjeros.
Hay un buen número de postales que cruzaron entre sí los miembros de la familia y sus allegados, pero que le regalaron a María Isabel para acrecentar su colección. Algunas proceden de la rama cubana. Parte de ella, vinculada con la Real Armada y la Infantería de Marina, tuvo que abandonar la isla con la independencia, mientras otra permaneció en el Caribe. De allí el interés de la abuela materna en llevar al día las felicitaciones y la importancia del viaje a Cuba de “Nena” en 1926 y 1927. En ese sentido los textos escritos en las tarjetas identifican las fechas onomásticas y de cumpleaños, con los que las postales cumplían una doble misión, conectarse y ayudar al crecimiento de la colección. El grupo de postales del álbum se incrementa en los primeros años tanto por vía materna (la línea cubana de los Finlay y de Barrès), como paterna (hermanos Navarrete Alcázar) con ocasionales extensiones a los amigos de la familia y de las primas.
Editada por la firma Editrice Ballerini & Fratini, de Firenze. Fotografía: Gentileza Biblioteca T. Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (España).
Entre las casas editoras de las postales de la colección se cuentan Inter-Art Co., Raphael Tucks & Sons, The Carlton Publishing Co., C.W. Faulkner & Co. y James Henderson & Sons, las cinco con base en Londres aunque Carlton imprimiera en Alemania; Henry Heininger, Reinthal & Newman y Edward Gross de Nueva York, la Casa Editrice Ballerini & Fratini de Florencia, Wilhelm S. Schroeder (Max Wollstein) de Berlin, N. Coll Salieti de Barcelona, Meissner & Buch de Leipzig y una concesión alemana de Walt Disney. Muchas de ellas están ilustradas por dibujantes de prestigio en la industria editorial como Frederick Spurgin, Pauli Ebner, Aurelio Bertiglia, Mabel Lucie Attwell, Donald McGill, Bessie Pease Gutmann, S. Hurley, y C.H. Twelvetrees.
Las tarjetas postales son un objeto móvil por excelencia, pero la lista de estas personas y empresas nos recuerdan que la lealtad a la bandera puede imprimirse con tinta enemiga y que las cosas y las costumbres no se mueven solas sino con ayuda del dinero y del capital. Así, Raphael Tuck (1821-1900) y su esposa Ernestine, los editores ingleses de tarjetas de felicitación, se trasladaron a Londres desde Prusia hacia 1860 y sus tres hijos, Herman, Adolph y Gustave, y dos nietos, Reginald y Desmond continuaron a cargo del negocio ya con sucursales en París y Nueva York, hasta que hacia 1960, la empresa se fusionó con otras para convertirse en la British Printing Corporation.
El historiador suizo Jakob Tanner ha señalado el poder burocrático y creador del archivo ya que los legajos tienen la capacidad de modelar las identidades y acciones de los sujetos. En esa lógica, uno es quien las actas dicen que es, fue y será. Una colección de postales como la de la tía María Isabel nos recuerda, además, cómo las empresas –en este caso editoras e impresoras– tienen la misma o quizás más capacidad de crear hábitos, poses, mohines y obsesiones, movilizando gente a ir al correo a ambos lados del mar y del océano para desear feliz cumpleaños o felices pascuas, siempre con las mismas frases, los mismos gestos, comprando un postal, una estampilla y conectando a unos y otros por una manía infantil que, de espontánea, a fin de cuentas, nunca tuvo nada.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios