In memoriam de Enrique Fuentes Castilla (1)
El alba del 13 de agosto de 1521 - hace 500 años – no sólo trajo consigo la primera luz para un mundo que se extinguía lentamente, sino que también iluminó la fe de los mexicanos tenochcas y tlatelolcas que defendían con honra la inminente caída de sus prodigiosas ciudades gemelas.
La cuerda del arco, había sido tensada al grado de su mayor resistencia, desde los primeros avistamientos de casas flotantes - acaso un par de años atrás – levantadas por los naturales de estas tierras en la mar oriental, en las costas de la nombrada Carolina (hoy Yucatán). Noticias que llegaron a conocimiento de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, quien había patrocinado expediciones de exploración a tierras continentales desde el año de 1517, siendo el viaje de Hernández de Córdoba el primero y en 1518 el segundo, a cargo de Juan de Grijalva, ambos sin mayor éxito y por el contrario con muchas pesadumbres, pero con asombrosas observaciones que despertaban aún más, no sólo la curiosidad sino también la ambición de los castellanos, quienes desde al año de 1492 poblaban las Antillas y el Caribe.
En esta intensa búsqueda se llevó a cabo una tercera expedición, que para Velázquez significaría desde antes de su partida un fracaso más, ya que había designado como capitán a Hernando Cortés (1485 – 1547), un extremeño de Medellín de carácter audaz y que en su afán de forjarse un destino glorioso, se sublevó a su mando superior para emprender la aventura por cuenta propia, cual corsario, al mando de una compañía de alrededor de 500 hombres de variopinta estirpe, ansiosos de fama, fortuna y reconocimiento.
Mientras qué, al interior del continente, a unos 450 kilómetros de distancia, el clamor de una “metrópoli anfibia”, la más poderosa de la región - denominada siglos más tarde Mesoamérica en la cuenca del altiplano central de México -, celebraba su vida cotidiana entre el bullicio de sus canales y calles con la música de viento de ocarinas y caracolas, y el tañer de los teponaztlis y cascabeles que zumbaban en el aire mezclándose con multitud de diversas voces. Aunque en esta algarabía se ocultaba la penumbra de su élite por causa de los presagios hechos realidad ante la llegada de extranjeros a su tierra.
Las noticias de este arribo, recibidas en el ombligo de la luna, lugar en que residía a manera de Axis Mundi el Cu, templo doble dedicado a sus principales deidades, en las que se depositaban los ejes de su supervivencia: la agricultura y la guerra, siendo estas Tlaloc (dios de la lluvia) y Huitzilopotztli (dios de la guerra) este último, patrono y guía protector del pueblo que se edificó bajo su designio emblemático del águila real posada en el tunal devorando una serpiente al interior de un islote occidental del gran lecho lacustre conformado por tres importantes cuerpos de agua conocidos como: el lago de Xaltocan- Zumpango al norte, al centro el lago de Mexico-Tetzcoco y al sur los lagos de Chalco-Xochimilco. Este fue el sitio indicado a manera de tierra prometida para fundar su asentamiento y erigir su Templo Mayor con gran artificio en la ciudad gemela más bella antes no vista, nombrada en su lengua patriarcal del náhuatl como: Mexico-Tenochtitlan y Mexico Tlatelolco.
Y ese día impensado llegó
Esta mañana que despuntaba con el alba, se estremecía en el silencio que la inundaba. Lo que antaño fue el canto de las aves de plumajes en cuyo esplendor de la iridiscencia de su color esmeralda, residía el poder de la potestad de su señorío el Huey-Tlatoani (gobernante) con el que ceñía sus cienes en majestuoso tocado para simbolizar su nobleza; esas aves que alguna vez surcaron la transparencia del cielo ondeando el aire con el batir de sus alas, ahora batían sus plumas en combate adornando con sus portentos y cualidades las armas de hombres-fieras (caballeros águilas y ocelotes) que en su calidad de guerreros, defendían con honorable valor la cosmovisión de su mundo que perecía, ofreciendo la resistencia del espíritu de su raza, jamás doblegada.
Esta gran metrópoli anfibia, tras su fundación hacia 1428 y próxima a cumplir su primer centenario, se erigía como el núcleo rector político-económico-social y religioso, cuya organización consistía en la conformación de alianzas territoriales y enlaces matrimoniales, para ejercer su control mediante la coerción militar y la imposición de tributo. Al momento del encuentro entre ambas culturas, la alianza - confederada y denominada “Triple Alianza”: Mexica-Acolhua-Tepaneca – encabezada por generaciones de gobernantes de linaje Azteca-Mexica, había alcanzado su cenit con los señoríos de Axayacatl entre 1469 -1481, y de Ahuizotl entre 1486 -1502, el que fue continuado por su sucesor, Moutecuzoma II Xocoyotzin, que gobernó desde 1502 a 1520.
Su insoslayable ocaso, anunciado tan sólo tres años atrás en las costas de la península oriental -señal que había llegado a oídos de Moutecuzoma- lo encontró lidiando con el creciente descontento de los señoríos subordinados de las provincias bajo su control y de su principal rival, no sometido, de los Tlaxcaltecas.
En el transcurso de aquel día de san Hipólito en el calendario litúrgico de la compañía capitaneada por Cortés, quien ostentaba por cuenta propia la representación del Sacro Impero Romano y de su cesárea majestad el emperador Carlos V de Alemania y Carlos I de España, en cuyo nombre tomaba posesión de las tierras y de todo lo que en ellas crecía y habitaba, avasallando con hábil destreza a caciques y señores mediante pactos que recompensaba - a su manera de ver - no solo con su protección, sino también por la “liberación de la oscuridad de su idolatría mediante la imposición del bautismo”. Cortés capitalizaba a su favor el descontento local impulsado con un anhelo emancipador por parte de los pueblos subyugados y enemigos del poder Azteca-Mexica.
La estrategia le permitió a Cortés no sólo fraguar la apropiación de la ciudad gemela, sino obtener la capitulación del poder tributario de mayor relevancia en la dominación territorial de esta región de Mesoamérica. De ese modo sumó una fuerza de miles de combatientes y su incursión al centro mismo del poder mediante la ocupación, asedio y guerra total, culminó con la captura “incidental” de Cuauhtémoc (último gobernante Mexica), en quien había recaído la defensa y resistencia final; captura acontecida durante su repliegue militar.
En el crepúsculo de aquel aciago 13 se agosto de 1521, la metrópoli de Mexico-Tenochtitlan – Mexico Tlatelolco yace en sus ruinas y en el aire viciado por la putrefacción de cuerpos masacrados en calles, canales, plazas, templos, casas y en el lago devenido en Ciénega. Sólo se escucha en la voz colectiva de su canto florido ya fragmentado, el lamento que evoca a su antigua grandeza, al abandono de los dioses y al llanto de sus hijos: mujeres, hombres, ancianos y niños que entregaron su sangre a la tierra que les dio vida y que ahora ya sucumben ante al asedio de sus enemigos, trayendo consigo el ocaso del “Quinto sol”.
He aquí, la perspectiva de una narración más, de un episodio de nuestra humanidad, que se compendia en los anales de su Historia; he aquí la raíz fundacional de un “Nuevo Mundo” que a la posteridad de tres siglos buscará una vez más su emancipación, al consolidar su independencia para reconfigurarse en naciones a lo largo y ancho del continente desde el hemisferio norte al hemisferio austral.
Lo acontecido en el periodo comprendido entre el 8 de noviembre de 1519 (fecha del arribo a la ciudad de la compañía de Cortés y sus huestes de aliados locales) y el 13 de agosto de 1521, ha sido hasta ahora conocido bajo la mínima expresión de “conquista” condicionando la visión dicotómica de su historia, simplificando la observación de sus hechos desde la óptica de los vencedores y de los vencidos – novedoso concepto introducido en los años cincuenta del siglo XX – que han constituido el relato universal sobre el que descansa nuestro imaginario colectivo compartido.
La historia que nos cuentan
De tal suerte que, nos hallamos ante una de las narrativas más poderosas y complejas que fue gestada en la mente de sus principales protagonistas en la figura de “conquistadores” (la vía armada) con fines políticos socioeconómicos y religiosos que, pocos años más tarde encontrarán eco en otros relatos que, como estos, recogerán los testimonios y recuerdos de lo acontecido por sus sobrevivientes, para contribuir a la re-construcción con carácter “antropológico” del pasado glorioso de los pueblos subordinados al nuevo orden, tarea realizada por los “frailes evangelizadores” (la vía espiritual) que conforman el corpus historiográfico de crónicas conocido como “fuentes primarias” y enriquecidas por el trabajo de investigación de muchas disciplinas, constituyéndose así como una de las Historias de mayor riqueza documental.
Desde el envío del primer documento de ultramar de esta tierra firme con destino a la corte, hasta hoy en día, la narración de la “conquista” configuró el propósito de honrar los acontecimientos mediante la construcción ideológica euro centrista de glorificar el pasado y la grandeza de sus protagonistas, para reclamar compensaciones, dones y privilegios.
Esta lectura de la Historia ha eclipsado los componentes sustanciales que rebasan con creces los episodios más reconocidos a base de una repetición metódica desde su origen hasta hoy en día, tales como son: “el encuentro con la Malinche”, “la traición tlaxcalteca”, “las matanzas en Cholula y el Templo Mayor mexica”, “el cautiverio y la muerte misteriosa de Moutecuzoma”, “la derrota en la huida de las huestes castellanas en la noche triste” – hoy de la victoria- a cargo de Cuitláhuac y su muerte por viruelas, “el asedio a la ciudad y su resistencia”, y la “captura de Cuauhtémoc que significará el final”.
Por lo que, con motivo de rememorar los 500 años de la caída de la gran metrópoli Mexico-Tenochtitlan y Mexico Tlatelolco, damos luz a aquellos componentes que se nos escapan por la fuerza de la tradición: el llamado encuentro de dos mundos es la confrontación directa de dos construcciones del universo, por una parte la occidental europea y por la otra la mesoamericana, que se hallan en sus cosmogonías diametralmente opuestas, lo que le confiere su trascendental complejidad.
Estos componentes han sido identificados por diversos autores, entre los que se hallan al menos cuatro aspectos sustanciales: 1) Los psicológicos, que para el contingente europeo podemos señalar como la carga ideológica sustentada en la religión católica (judeo-cristiana) y en un sistema político monárquico-imperial; un imaginario afirmado en el peso de su propia historia y la tradición popular alimentada por romances y literatura de caballerías que describen grandes hazañas como el Amadís de Gaula o un Tirant lo Blanch. En lo que corresponde a Mesoamérica: un panteón politeísta y un sistema político militar y tributario, y una estructura fincada en los mitos y la tradición que alimenta el imaginario de los pueblos en un devenir cíclico de su historia.
En ambas culturas se hallan las convenciones de la naturaleza humana que generan su estrés interno como son: la incertidumbre y el temor, que ceden paso a la superstición (malos augurios) y la protección divina (El apóstol Santiago) por mencionar los ejemplos más claros.
2) El económico que es compartido por ambos, un interés común por hacerse de territorios y la explotación de recursos (bienes naturales) por medio de la expansión y el dominio coercitivo.
3) El bélico-militar en el que hallaremos sustanciales diferencias conceptuales, estratégicas y tecnológicas, que dan lugar a la intimidación mediante la demostración de fuerza, la represión, el aislamiento y el aniquilamiento.
Hasta aquí estos componentes despliegan diversas manifestaciones que podemos caracterizar como: el espionaje, la diplomacia para disuadir, las intrigas, la formación de alianzas con intereses propios y distintos, la imposición al vasallaje y la religión.
Antes de concluir, destacamos un último componente, tan importante como los anteriores: 4) Lo podemos describir en términos de salud con el arribo de epidemias exógenas, siendo la viruela un factor decisivo para precipitar la inevitable destrucción cultural de los pueblos amerindios, así como la diseminación de enfermedades de todo tipo desencadenadas y propagadas por la invasión y la guerra.
De manera que los juicios de valor que surgen entre las distintas formas de pensamiento e ideologías, justifican, validan y legitiman las diversas posturas – para bien o para mal – que se realizan al traer a la memoria relatos del pasado para significar su relevancia en el tiempo, tal y como sucede ante la ocasión de rememorar los 500 años de la capitulación de la gran metrópoli de Mexico-Tenochtitlan y Mexico Tlatelolco.
Lo acontecido en nuestro pasado ha dado lugar a procesos de transformación y reconfiguración cultural con el sincretismo, mediante el cual se fusionaron las identidades originarias de los pueblos para generar otras y dar lugar a la integración política e ideológica en un nuevo orden. Este proceso tuvo implícitos, diversos e intrincados impactos de devastación ambiental y demográficos, los cuales requirieron de una adaptación por ambas partes para configurar nuevos modelos expresados por un novel pueblo con características propias, que hoy es la nación mexicana.
Estos hechos registrados concienzudamente por diversas mentalidades de hombres y mujeres de excepción en sus disciplinas, nos permiten dilucidar que la denominada “conquista del nuevo mundo” no es más que una serie de hechos con discrepancias y coincidencias, en ocasiones contradictorios entre sí, que conducen a la paradoja inevitable de su Historia, como fue la gran conflagración de un considerable número de pueblos sometidos que buscaban su liberación echando su suerte al destino, al colaborar con la fuerza exógena que encarnaron los castellanos del viejo mundo para liberase de sus opresores, y quienes una vez conquistado su fin, repetirán el mismo esquema de sometimiento para estos pueblos, dando pie a una resistencia permanente en búsqueda de igualdad, respeto y reconocimiento.
Nota:
1. Enrique Fuentes Castilla, librero, titular de la Antigua Librería Madero, falleció en marzo de 2021 a causa del post-Covid.