Hasta el 27 de noviembre de 2022 se exhibe en el Museo de arte español Enrique Larreta de la ciudad de Buenos Aires la exposición Materiales Seoane. Entre Galicia y Argentina. En sintonía con la condición transatlántica del doble anclaje cultural de Luis Seoane (Buenos Aires, 1910 – A Coruña, 1979), esta exposición ha sido concebida y desarrollada en diálogo entre Argentina y Galicia, en una puesta en común de piezas procedentes de colecciones de los dos escenarios en los que actuó el artista. Tal como sostiene el planteo curatorial, a cargo de Pablo García Martínez y de la autora de estas líneas, en este recorrido que aúna búsquedas materiales, iconografías y dispositivos desarrollados desde sus dos geografías, se apunta a posibilitar la revisión de historias y tramas de la modernidad artística en las que Seoane fue un actor destacado.
Entre inicios de los años treinta y fines de los años setenta, Seoane desarrolló una vasta obra pluridisciplinar, polifacética. Produjo pinturas, murales, grabados; editó libros y revistas e ilustró tapas de discos; realizó tapices, cerámica y múltiples; escribió poesía, prosa y obras teatrales, gestionó o participó en proyectos culturales y de difusión artística. Su trabajo se inscribe dentro del amplio modernismo del siglo XX, dinámico y cosmopolita; el desarrollo de su obra visual a partir de la resolución sintética de las imágenes y su experimentación material y disciplinar lo vinculan a esa corriente que dominó la producción artística de su época. Seoane manejaba -en su obra y en sus intercambios- un alto nivel de actualización cultural. En esta dirección, mantenía diálogos constantes con actores clave de la escena cultural nacional e internacional, y a la vez difundía discursos e imágenes de artistas modernos fundamentales: en las publicaciones que editó o de las que participó aparecen figuras destacadas como Lucio Fontana, Raquel Forner, Piet Mondrian o Lasar Segall. Junto a esta línea moderna, fue constante su interpelación a ciertos aspectos de la tradición cultural: su elección del estarcido, el mosaico, el textil, la cerámica y, sobre todo, la xilografía, son ejemplares en este sentido.
Si bien sus pinturas de temas populares y sus naturalezas muertas, de planos de colores saturados y netos trazos gráficos, resultan sus imágenes más reconocidas, también existen otras facetas de su producción menos difundidas, como su creación en tapiz, técnica con la que participó del medio cultural en Buenos Aires desde los años sesenta, a partir de la convocatoria de Gracia Cutuli a participar con su obra de la experiencia de la Galería El Sol. [1] Al igual que los grabados, los tapices son obras múltiples situadas a medias entre la serialidad y la artesanalidad, que en esos tiempos cobraban mayor reconocimiento en el campo artístico y afirmaban su inserción en la esfera de una “alta cultura” que ampliaba sus canales de circulación y su público consumidor.
Su posición de cuestionamientos críticos, sostenida a lo largo de toda su trayectoria, ya aparecía en sus intervenciones gráficas en el espacio público en sus épocas de estudiante de Derecho en Santiago de Compostela y continuada en los dibujos antifranquistas de las Trece estampas de la traición (1937), las caricaturas para la sección “Mercado de las artes y las letras” (1940-1942), las xilografías sobre Caídos, el castrense Rostro de la bestia de mando y La represión, todas obras de los años sesenta o Intentando golpear ideas (1972), hasta su último trabajo publicado en vida, donde evocaba la represión falangista en el cierre de Imágenes de Galicia (1978). [2]
Luis Seoane. Serigrafía del álbum Campesinos. 1954. Ediciones Galería Bonino. Colección Museo Nacional del Grabado. Buenos Aires.
En un sentido amplio, también pueden considerarse parte de esta línea temática e ideológica las diversas obras en las que abordó aspectos de la vida gallega y argentina como afirmación cultural e histórica, con la invocación de las luchas del pueblo y sus figuras heroicas, su representación de tipos populares -como los pescadores, gauchos, jinetes, campesinas y marisqueras, las figuras de la Galicia medieval o los actores del circo decimonónico argentino- o de personajes asociados a gestas históricas, como su concepción gráfica de María Pita o Martina Céspedes. Dentro del arte moderno, su obra mantuvo diálogos virtuales, en términos estéticos o ideológicos, con diversos referentes: así como Pablo Picasso fue una presencia fundamental para Seoane, Fernand Léger o Diego Rivera fueron claves para sus intereses en lo que se refiere al mural contemporáneo; Joaquín Torres-García o José Guadalupe Posada resultaron figuras latinoamericanas de importancia, mientras que Tomás Maldonado, Ernesto Deira o León Ferrari se convirtieron en algunos de sus interlocutores argentinos. Para muchos de los artistas porteños y gallegos de su generación, o de generaciones más jóvenes, el propio Seoane fue un referente, tanto en términos estéticos como éticos: valorado por su producción, reconocido por su generosidad y apertura, mantuvo vínculos con creadores de distintas orientaciones artísticas.
Su producción visual tuvo un temprano reconocimiento en el medio cultural de Buenos Aires cuando la publicación de su libro de cuarenta y nueve dibujos Homenaje a la Torre de Hércules (Nova, 1944) fue celebrada con un agasajo, o «banquete a Luis Seoane», en el que participaron numerosos intelectuales y artistas de renombre activos entonces en la ciudad. Jorge Romero Brest señalaba ya en aquel tiempo el anclaje modernista de Seoane al remarcar las dualidades que tensan y enriquecen su obra. [3]
A ese temprano aval simbólico, se le fueron sumando algunos destacados reconocimientos del campo cultural argentino: sus trabajos se incluyeron en importantes envíos nacionales a eventos internacionales, como la Bienal de Venecia de 1956 o la Exposición Internacional de Bruselas de 1958; en 1962 obtuvo el Premio Palanza de la Academia Nacional de Bellas Artes, a la que se incorporó como académico de número en 1967.
Seoane cultivó su proyecto intelectual desde una posición estética y ética, en la que la relación entre arte y vida fue atendida desde una impronta humanista universal. En ese proyecto, la voluntad experimental -en términos formales, materiales, técnicos- se aunó con una vocación de democratización cultural. A través de un conjunto de xilografías, óleos, cerámicas, serigrafías, esténciles, obra textil, objeto múltiple, revistas, libros, afiches y tapas de discos, esta exposición propone dar cuenta de los derroteros y de la diversidad experimental de la producción de Seoane.
Notas:
1. El Sol fue una galería y taller de Buenos Aires, dirigido por Gracia Cutuli y Jack Mergherian, que encargaba a los artistas diseños de cartones que luego eran realizados en tapiz; además de Seoane, en esta actividad participaron otros destacados nombres del arte argentino como Carlos Alonso, Héctor Basaldúa, Edgardo Giménez, Pérez Celis, Rogelio Polesello y Clorindo Testa.
2. Cf. Silvia Dolinko, “Imágenes de Galicia: grabados de Luis Seoane en Buenos Aires”, Madrygal. Revista de Estudios Gallegos, n. 20, Universidad Complutense de Madrid, 2017, pp. 73-86.
3. Jorge Romero Brest, «Un dibujante y un grabador», Correo Literario, a. 2, n. 16, 1 de julio de 1944, p. 1.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios.