La ciudad de Pordenone se encuentra en la región de Friuli-Venecia Julia, entre Udine y Venecia, una cercanía que, sin embargo, la deja al margen de ese turismo que, en verano y en invierno, ataca a Italia por el norte y por el sur.
En la Edad Moderna, Pordenone fue un importante puerto fluvial y un centro de producción de la madera necesaria para la construcción de barcos en los astilleros venecianos, una mercancía que era transportada a la laguna por el río Noncello. En el siglo XIX pasó a integrar el Imperio austríaco como parte del reino lombardo-veneciano. A partir de la década de 1840, junto a las ya numerosas fábricas de papel y la propia de la Cerámica Galvani, surgieron las fábricas de algodón, que se expandieron luego de la anexión al Reino de Italia y la instalación de la energía eléctrica. La construcción de la carretera de Pontebbana y de la línea ferroviaria Venecia-Pordenone-Udine [1855] provocó, por un lado, una decadencia inexorable del puerto y de la ruta fluvial, por otro, el desarrollo industrial de la zona.
Pero la Gran Guerra y la crisis de 1929 arrastraron al sector algodonero que nunca se recuperaría. A esto se suman los daños de la Segunda Guerra Mundial que afectaron al centro de la ciudad, donde se concentraban los edificios más elegantes. En la década de 1950, Zanussi [hoy parte de la multinacional sueca Electrolux], una pequeña empresa que producía cocinas económicas se convirtió en un gigante en el sector de los electrodomésticos, impulsando el crecimiento demográfico de la ciudad. Pordenone triplicó el número de habitantes, atrayendo migrantes internos, pero no al turismo masivo, a pesar de ser la sede de varios festivales culturales y artísticos.
La historia de las transformaciones y las catástrofes humanas y no humanas que azotaron Pordenone se puede seguir en sus museos. No hablo de sus colecciones históricas sino de los edificios que, construidos con otro fin, hoy albergan un patrimonio muy diverso.
Empecemos con la Villa Galvani, emplazada en las afueras del centro histórico y rodeada de un parque y un lago pequeño, casi una fuente. Se había construido en la primera mitad del siglo XIX, un encargo de la familia Galvani, empresarios emilianos dueños de sendas fábricas de papel y de cerámica, y de una hilandería de seda, de gran peso económico y social en los finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. Se construyó en varias etapas tal como se ve en el catastro lombardo-veneto [1831-1851] y en el catastro austro-italiano [1851-1943]. Fue abandonada a principios del siglo XX deteriorándose década a década, siempre en dominio de la familia Galvani, hasta que, en 1970, la villa y su parque fueron cedidas al Ayuntamiento de Pordenone en compensación por deudas inmobiliarias. En 1980 la villa y el parque fueron declarados «de importancia histórica», procediéndose a su restauración para, a partir de 1990, albergar exposiciones temporales. En 2010 y vecino a la Villa, se inauguraría la galería de arte contemporáneo y también MIRA - Museo Itinerante de la Rosa Antigua -, plantando alrededor del estanque 185 variedades de 40 especies de rosas. El ParCO [Arte Contemporáneo de Pordenone] sirvió como galería de arte dedicada al pintor Armando Pizzinato hasta 2015, cuando la colección fue trasladada a otra sede construida en las antiguas escuelas de via Bertossi y llamado ParCO2. Y, en septiembre de 2018, se inauguró el PAFF [Palazzo Arti Fumetto Friuli], también conocido como Palazzo del Fumetto, por iniciativa del dibujante de Pordenone, Giulio De Vita, y de la Asociación Vastagamma.
La Galería Pizzinato y una de sus salas de exhibición. Fotografía: Gentileza Comuna de Pordenone.
Un museo - dice la presentación del ¡PAFF! - es una institución que cataloga, estudia y preserva su patrimonio mediante la investigación, conservación y exhibición, un precepto que Luca Raffaelli (1959-), ha intentado materializar en el Museo Internacional de la Historieta surgido … sin colecciones preexistentes. Gracias a ello, este guionista y ensayista romano, especializado en la historieta y la animación, convocado para darle cuerpo al proyecto, pudo escaparse del destino impuesto por los objetos acumulados por el azar y el rejunte. El museo, en este caso, se creaba de cara al futuro, con exposiciones temporarias de historietistas de renombre internacional.
La exposición permanente, el archivo, el almacén y la mediateca se inaugurarían recién en marzo de 2023, una vez armada la colección mediante compras, préstamos y donaciones, una convocatoria que sigue abierta: «¿Ha heredado una colección de historietas o planchas originales? Al donarla al Museo garantizamos que serán preservadas y apreciadas como bien público. Su nombre entrará en la lista de colaboradores y se beneficiará de manera vitalicia de la entrada gratuita». Un mecanismo que, combinado con los otros, ha permitido completar unos 2000 metros cuadrados de exposición gracias a este proyecto sostenido por la Región Autónoma de Friuli Venezia Giulia y el Municipio de Pordenone con la dirección de Silvia Moras y de Marco Dabbà, presidente del Palazzo.
Raffaelli y el personal del museo estructuraron las vitrinas como armarios y cajones, con luces y transparencias que permiten examinar los formatos y las transformaciones de una historieta en el tiempo y contexto. La muestra está dividida en 20 secciones que incluyen las páginas dominicales del siglo XIX hasta el manga, el cómic, la bande dessinée (BD) y la novela gráfica. Hay bocetos, guiones, objetos, vestuario y escenografías de películas, así como más de 200 planchas originales y 1500 publicaciones históricas de todo el mundo. Entre las más valiosas: una tira de Rabanitos de Charles Shultz [1922-2000], un panel de Maus de Art Spiegelman [1948-] y un panel de George MacManus [1913-1954], el autor de Trifón y Sisebuta, los protagonistas de Delicias de la vida conyugal.
En cuanto a las muestras de paso, en el verano de 2024, el museo albergó una retrospectiva - a cargo de Raffaelli y Valerio Bindi - sobre el italiano Benito Jacovitti [1923-1977], poco traducido al castellano, pero adorado en el mundo entero por su salame con patas y Cocco Bill, un «spaghetti cow-boy» amante de la infusión de manzanilla.
Y como no solo de historietas vive esta servidora, no podíamos retirarnos de la ciudad sin visitar el Museo de Historia Natural que, ese día, estaba cerrado. De todos modos, nos recibieron para recorrer el edificio que lo alberga, pero que por tres siglos había sido residencia de la familia Amalteo, quienes, en la segunda mitad del siglo XVIII, lo vendieron a los nobles Fontana. En 1824, al terrateniente y comerciante Francesco Pischiutta se lo compra a la familia Montereale, y, finalmente, se vende al Municipio en 1863. El interés por el Palacio Amalteo era evidente desde hacía varias décadas; de hecho, desde 1831 varias de sus habitaciones se utilizaban como aulas para la escuela de niñas en un piso y la de niños, en otro. A partir de 1871 albergó la Corte y al año siguiente, en un aula construida en las antiguas caballerizas, la Sociedad de Ayuda Mutua y Educación de los Trabajadores dictó el primer curso de dibujo técnico de la Escuela de Artes y Oficios. En la primera mitad del siglo XX albergó una guardería, algunas oficinas públicas, el archivo histórico municipal y el instituto clásico. En 1969, el Ayuntamiento designó el Palacio Amalteo como sede del Museo Cívico de Historia Natural, que fue inaugurado dos años más tarde. El edificio, lejos de un legado de los Amalteo, es un resultado de todas estas transformaciones, que incluyen renovaciones, modernizaciones y la recuperación de la estructura tras el terremoto de 1976, una obra que finalizó en 1989.
Un escenario ecléctico, variado y singular. Fotografía: Gentileza Comuna de Pordenone.
El Museo de Historia Natural había surgido gracias a la acción de la Sociedad Naturalista fundada en 1966 con la idea de establecer un museo científico en la ciudad que, en 2007, fue bautizado con el nombre de la naturalista Silvia Zenari [1895 – 1956], profesora en el instituto científico de Pordenone y del Instituto de Botánica de la Universidad de Padua. En 1973, las colecciones del Museo rondaban unas cuatro mil muestras de paleontología, botánica y zoología, con los insectos representando más de dos tercios del total. Durante los siguientes cuarenta años, las secciones crecieron gracias a las donaciones, el trabajo de campo y las adquisiciones, contando hoy con unos noventa mil objetos.
El más voluminoso se encuentra en la planta baja y, como los que se dedican a hacer historia de los museos ya están acostumbrados, se trata de un imprevisto del destino. En 1974, el operador de una excavadora de una cantera de Colbertaldo [provincia de Treviso, región del Veneto] dio con las vértebras, el cráneo, un molar, algunas costillas, los «colmillos», la tibia y el fémur de una pata de un mamut. La noticia del hallazgo de este animal de una altura estimada en 3,80 m., se extendió, convirtiéndose en una celebridad bautizada Gaetano por los voluntarios del Centro de Investigaciones Montelliano. Con la idea de restaurarlos, los restos se llevaron a la universidad de Florencia y, luego de 10 años de disputas por su posesión, fueron trasladados al museo Crocetta del Montello [Treviso], donde se exhibe el esqueleto. La cosa no acabó ahí, porque en 1989 el mamut fue transportado a Pordenone para una exposición, en este caso como un ejemplar de peluche de tamaño natural, una reproducción que recibió miles de visitantes, se mostró en televisión y fue objeto de una película. Hoy ese muñeco vive bajo techo en el patio del museo, mostrando, una vez más, que un objeto hecho para una muestra temporaria, logra sobrevivir a la vida breve que le estaba reservada.
Las sorpresas continúan en las plantas superiores, donde una sala está dedicada a exhibir animales de la sabana africana, una donación de la Comunidad Missionaria de Villaregia que, por su parte, la había recibido de los misioneros Combonianos. Estos, entre 1929 y 1947, se habían dedicado a coleccionar especímenes zoológicos y objetos etnográficos extraeuropeos para una suerte de museo escuela dedicado a quienes partían a misionar. De la colección de Pordenone, la primera data de 1981 y se fue acrecentando cuando la casa misional cerró sus puertas. Recordemos que la Comunidad Misionera de Villaregia es una comunidad católica multivocacional, fundada en 1981 en Italia, en la diócesis de Chioggia/Venecia y que, además de Pordenone, está presente en otras ciudades de Italia, Costa de Marfil, Brasil, Perú, México, Puerto Rico, Mozambique, Etiopía y Burkina Faso. Por su parte, los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, son una congregación religiosa católica fundada por Daniel Comboni en 1867, en Verona. Bajo el lema «O África o muerte», que se dedica a la evangelización y, por lo visto, a cazar animales. En 2011, contaba con unos 1768 misioneros presentes en Alemania, Austria, Benín, Brasil, Canadá, Chad, Chile, China [Macao], Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Ghana, Guatemala, Egipto, Eritrea, Etiopía, Irlanda, Italia, Kenia, Malawi, México, Mozambique, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Sudán, Taiwán, Togo, Uganda y Zambia, una distribución que explica que hoy, en Pordenone, haya cabezas de cebras colgando de unas paredes a las que tampoco estaban predestinadas. A fin de cuentas, su fin debería haber sido el polvo sabanero o el estómago de un león.
Y finalmente, en el segundo piso del Museo, una sala dedicada a una parte de la colección ornitológica del Conde Oddo Arrigoni degli Oddi [1832-1907], conservada junto con el mobiliario original de la finca de Monselice de Padua. La exposición ilustra a la perfección la crónica de quien la vio en su sitio en 1893: «el Conde me acompañó a una gran sala donde en varias vitrinas había algunos grupos de colibríes multicolores, además de una vasta colección de aves de América, Asia y África. Un museo verdaderamente exótico».
Esta colección fue adquirida en 1980 en los depósitos de un anticuario que la había obtenido de la señora Paola Lancerotto quien, por su parte, la había heredado de su padre, un empleado de la villa de Ca’ Oddo, la residencia de la familia Arrigoni en Monselice. En el documento de venta, Paola afirmaba que le había pertenecido al Conde Ettore Arrigoni [1867-1942] y que su padre la salvó porque el Conde quería quemarla. Sin embargo, las investigaciones indican que datan de la época de Oddo, también ornitólogo, aunque algunas de las preparaciones estén firmadas por Vittorio Dal Nero, famoso taxidermista de la región que trabajaba para el hijo, futuro diputado del reino de Italia, autor de un atlas y un manual de ornitología italiana.
Con estos pájaros salvados del fuego, nos despedimos de Pordenone, pensando en estas historias que nos muestran cómo el viento amontona las cosas, allí, donde saltan las liebres, allí donde uno menos se las espera.
Un agradecimiento especial a la Comuna de Pordenone y en particular a Thamara Benazzoli cuya tesis utilizo [Benazzoli T., 2008. La collezione ornitologica di Oddo Arrigoni degli Oddi conservata dal Museo di Storia Naturale di Pordenone: revisione tassonomica, importanza scientifica e inquadramento storico. Università degli Studi di Trieste], a Ida Giordano, Luca Raffaelli y Sara Pavan.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios