El 2 de junio pasado, revisando si había mensajes a contestar en Facebook, encontré el texto de alguien que daba la despedida final a Alejandro Eduardo Fiadone. Me dejó estupefacto. No podía creerlo. Busqué si alguien más anunciaba el último viaje de Alejandro, pero no, no di con otros mensajes en ese momento.
¡¿Cómo se va a morir?! Si estaba lleno de sueños y proyectos; si estaba enamorado de Chascomús, donde residía, en su Patria chica por adopción. Finalmente, fue verdad. Sorpresivo para mí, porque no tenía trato frecuente con él, aunque nos conocíamos... y teníamos una discusión pendiente.
Falleció durante una cirugía cardíaca, en la ciudad de La Plata. Escribió Mónica Hoss de Lecomte, su última editora, para la solapa de Simbología Mapuche en territorio Tehuelche –su libro: “Desde 1988, aprovechando su experiencia de 20 años como diseñador gráfico, se dedica a la recopilación sistemática de simbología de pueblos originarios de la Argentina. Comenzó su trabajo con la guía del licenciado Guillermo E. Magrassi y becado por el Fondo Nacional de las Artes en 1990. Basó su investigación en el trabajo directo sobre las piezas, percatándose de la falta de criterio estético puesto en la mayoría de las publicaciones arqueológicas (pretéritas y actuales) y otras contemporáneas de índole diversa que abrevan en ellas, sin atender a ese problema básico que redunda en la tergiversación de las imágenes originales.”
“Participó como dibujante en campañas arqueológicas -seguimos con el texto citado- y relevó cientos de piezas de colecciones públicas y privadas. El contacto con el material arqueológico y etnográfico lo llevó a descubrir relaciones y detalles de la estética de estos pueblos, guiándolo a conclusiones sobre la morfología de los diseños. Presentó trabajos en congresos de historia y arqueología. A partir de sus investigaciones, notó que históricamente se prestó poca atención a las conclusiones de los artistas sobre las mismas con años de atraso y sin reconocer a aquellos.”
“Procura desde entonces crear una heurística que permita el estudio de la simbología admitiéndola como pieza gráfica, asumiendo que su intencionalidad es comunicacional, similar a la de un logotipo empresarial o una señal de ruta. Tomó como punto de partida la teoría desplegada por Ricardo Rojas (Silabario de la decoración americana, 1930) y el ensayo del Dr. Alberto Rex González (Arte, estructura y arqueología, 1974) procurando continuar la sistematización de datos planteada por ambos autores, en busca de las ideas y creencias subyacentes en los lenguajes simbólicos plasmados en los objetos.” Estas palabras sintetizan la obra y el genio de un investigador incansable, que publicó varios títulos sobre diseños precolombinos: El diseño indígena argentino. Una aproximación estética a la iconografía precolombina (hasta donde sabemos, seis ediciones), 500 diseños precolombinos de la Argentina. Mitogramas, y también Mandalas precolombinos para colorear; todos de La Marca editora. Finalmente, el resultado de su trabajo en función de los textiles del sur: Simbología mapuche en el territorio tehuelche, de Maizal ediciones. Este último, una obra de consulta permanente en mi mesa de trabajo; un libro que me sedujo desde el título. Y al disfrutarlo, mucho más. Justamente, fue motivo de debate en nuestro primer encuentro personal.
Conté antes que teníamos una discusión pendiente. Cierta vez vino a visitarnos, a Betty Taranto y a mí, durante el curso que dictábamos en los altos de la talabartería Arandú, en el barrio porteño de Recoleta. Sobre la mesa de trabajo, donde apoyaban sus telares y sus herramientas los asistentes, estaba su libro, mi bastón de simbologías. Lo tomó en sus manos, y al abrirlo tuvo tanta puntería –buena o mala; vaya uno a saber- que lo hizo en una hoja donde yo había escrito, refiriéndome a un diseño denominado temú, “está al revés”. Comenzó allí un debate sobre dónde estaban representadas las raíces y dónde la copa de este árbol sagrado para los mapuches. Luego de un rato la conversación terminó, educadamente, y con el respeto que nos profesábamos mutuamente, cuando le dije: -No podés imaginar cuánto daría yo para que pudieras convencerme con tus razones. Seguimos charlando de otros temas. El debate continuó luego epistolarmente.
Los ponchos de San Martín y de Las Heras. Un esquema de su autoría. Fiadone abrió el debate sobre la prenda obsequiada al general San Martín y los estudios que vendrán, sin duda, estarán inspirados en sus observaciones. (Fotografía Facebook de Alejandro Fiadone)
Además de sus libros, Fiadone ha realizado diversos trabajos relacionados siempre con su pasión, el diseño indígena. Entre otros ha dejado un estudio muy interesante, e inquietante también, sobre el poncho que los pehuenches obsequiaron al Libertador. Su trabajo se llama El poncho de luz del Gral. San Martín. Historia y simbología de esta prenda conservada en el Museo Histórico Nacional; donde afirma que fue erróneamente considerado obsequio de los pehuenches a San Martín, siendo en realidad una estrategia para concretar el cruce de los Andes. Sobre este tema ha dado una conferencia en el Museo Pampeano de Chascomús, su querencia adoptada. El esclarecimiento de esta cuestión será arduo, no lo dudo. Y áspero también, porque se atreve a cuestionar una “verdad revelada”; mítica, diría yo. El acicate está planteado. Si nos atrevemos a discutirlo respetuosa y sinceramente, seguro, El Poncho de San Martín sea verdaderamente de luz.
Hemos perdido un apasionado investigador y divulgador de nuestros orígenes culturales. Un hombre que no tenía miedo a la exposición ni al disenso, siempre apoyado en sus convicciones y sus estudios. Cuando Dios lo disponga, apreciado Alejandro Fiadone, continuaremos enriqueciéndonos con nuestra disputa. Donde sea. Si fuera en el cielo, mejor.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios