Hornacina. España. Siglo XVII / XVIII.

Obra de exquisita calidad. Madera tallada y dorada, con una sección policromada y dorada en el interior de la misma, en su pared posterior, y en el techo, aquí a modo de cielo estrellado, con una puerta de doble hoja en aquella, en tanto que es vidriado en las paredes laterales y la del frente (advertimos que sólo cuenta con un vidrio lateral). 

Medidas: 84 x 97 x 58 cm.

La misma puede ser utilizada a modo de retablo, tras un altar en una capilla particular, o como lateral del mismo. Su interior permite albergar una imagen de culto. Se presentaba apoyada sobre una mesa. 

Con un importante desarrollo escultórico de columnas mixtilíneas, friso y peana, con un coronamiento de talla barroca, al igual que los travesaños esquineros anteriores.

Bajo el influjo de la Contrarreforma y de los borbones Felipe V, Fernando VI y Carlos III, el barroco se incorpora a la vida española y florece en movimiento y en dorados con una fuerte influencia francesa. Aquel lujo palaciego llegó a la alta sociedad virreinal hispanoamericana, heredera del mejor vivir en la metrópolis.

Estos nichos o vitrinas cumplían la eficaz misión de contener las imágenes de culto. “El espíritu barroco español intentaba, mediante el ritual y la representación, la recreación más fidedigna de la Encarnación de Dios en la Tierra, y buscaba revivir el impacto espiritual de todos sus protagonistas” (1). Esta misión plasmada a través de las imaginería contaba en estas hornacinas con el escenario más calificado. 

Nota: 

1. Gustavo Tudisco, Con los Ojos del Cuerpo, en De la Imaginería Culta a la Devoción Popular, Buenos Aires, Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, 1999.