Retrato. 1967.

Lápiz pasteles sobre papel, firmada. Medidas: 98 x 68 cm. Obra en buen estado, enmarcada.

Retrato de una joven muchacha. Con el torso completamente de perfil, gira su cabeza para mostrarnos un interesante rostro, el que habrá llamado la atención del maestro Alonso hace cincuenta y siete años, para perpetuarlo en esta obra de gran formato. Realizado con ágiles trazos de lápices de pasteles oleosos, va cobrando mayor grado de detalles al aproximarse a los rasgos de la cara, centrándonos la atención en su mirada de felino.

Carlos Alonso (Tunuyán, Mendoza, 1929) es un pintor, dibujante y grabador argentino. A los catorce años ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes de la ciudad de Mendoza. Tuvo como maestros a Sergio Sergi, Lorenzo Domínguez, Francisco Bernareggi y Ramón Gómez Cornet. Recibió su primer premio en el Salón de Estudiantes de 1947 -en su dilatada carrera obtuvo numerosos-, y en 1953 expuso en la Galería Viau, en Buenos Aires, lo que le proveyó de los medios económicos para viajar, un año después, a Europa, donde presentó sus obras en París y Madrid. Es un prolífico ilustrador de libros; entre otros títulos, se destacan el Romancero criollo, Antología de Juan, la Divina Comedia, El juguete rabioso, Irene, Lección de anatomía, y Mano a mano. En 1957 fue ganador del concurso convocado por la editorial Emecé para ilustrar la segunda parte del Don Quijote de la Mancha y el Martín Fierro (1959).

Alonso, figura central del arte argentino, participó fuertemente en el debate del realismo y de la pervivencia de la pintura. En el mismo año de datación de la obra que subastamos, realizó su célebre exposición en la Art Gallery International de Víctor Najmías, donde presentó principalmente la serie Variantes para un retrato de L.E.S., reflexiones sobre la vida de los artistas que prosiguió luego con Van Gogh, Monet, Renoir, Courbet y otros. En sus dibujos de los años sesenta se percibe el estudio de los antiguos maestros, en especial de Rembrandt que marcan, notablemente, sus autorretratos. 

Su pintura es, también, testimonio y memoria de la historia argentina, en particular Manos anónimas.