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Retrato de Irene Rodriguez Pallavicini de Montes de Oca. Buenos Aires. Circa 1830.

Acuarela sobre papel montada sobre madera. Medidas del papel, 38 x 27,7 cm., medidas de la madera, 39 x 28,5 cm. Sello seco de la marca del papel en el ángulo superior … (ver). Al dorso, etiqueta de la casa enmarcadora “Cooperativa Artística Lda.” Obra enmarcada, en excelente estado. Reproducida en “C. H. Pellegrini. Su obra, vida, su tiempo” (1) bajo el número 161.


La joven Irene Rodríguez Pallavicini rondaba los treinta años al momento de ser retratada. Pellegrini la pintó sentada en sobre un sillón y mirando hacia adelante, con una mano sobre el respaldo, cubierta ésta con su guante, y sosteniendo el de la mano izquierda que, desnuda, apoya sobre su regazo en tanto aferra un pañuelo de seda con encajes. La pose es elegante, con el recurso de dar movimiento a la composición con la ubicación de los brazos y las manos, con el detalle del pañuelo que compensa con su luz y trama la presencia dominante del azul, y propone un recorrido de la vista desde este pañuelo, al encaje del escote y los adornos del peinetón. El magnífico vestido azul encorsetado y de mangas abullonadas es la moda de su tiempo; vestidos azules que el dominio federal dejó en el pasado poco tiempo. Este color domina en la composición, junto al terciopelo del sillón y al fondo de la pared, más oscuro y con textura de flores de lis en el empapelado, y con una diagonal de sombra en la mitad superior. El tono con el que hace contrapunto es el marrón, presente en la madera del mueble y en el gran peinetón de carey fijado sobre el soberbio peinado bandó. Escribe Alejo B. González Garaño que “Pellegrini fue el historiador gráfico de los peinetones creados por Masculino y, a través de sus retratos, podemos seguir la trayectoria de esta moda típica de las mujeres de Buenos Aires” (2). Irene muestra sus mejores joyas: anillos, pulseras, collares, aros, y un pequeño portarretrato colgado a su pecho por cadenitas, ejecutadas por el artista con tanto detalle como los rasgos de su joven rostro. 


Cuenta la anécdota -citada por Eduardo Schiaffino, apoyándose en informaciones suministradas por Ernesto Pellegrini- que fue gracias al bello retrato realizado en menos de una hora de doña María Sánchez de Mendeville durante una tertulia celebrada en su casa, que en Buenos Aires comenzó a popularizarse su don de fisonomista. Fue así que en octubre de 1830 aquel ingeniero y pintor saboyano decidió abrir su propio taller y cobrar sus retratos. Escribió a su hermano poco después, el 22 de diciembre de aquel año, que “Había en Buenos Aires por lo menos diez fabricantes de retratos. Todos se marchan o se preparan para partir. Es un verdadero regalo del cielo éste de conseguir el parecido de las personas, tal como yo lo consigo. Sobre sesenta retratos que he ejecutado, no erré ninguno. Los termino en una sesión de dos horas”. 


Irene Rodríguez Pallavicini, fue esposa de uno de los próceres de la medicina argentina, Juan José Montes de Oca. Elena Sansinena de Elizalde escribió la biografía de esta distinguida dama porteña en el libro citado, transcribimos algunos párrafos: “Irene Rodríguez Pallavicini había nacido en Buenos Aires a principios del siglo. En 1828 se casó con Juan José Montes de Oca, el talentoso estudiante que apenas cumplido los veintiún años recibía, en la iglesia de San Ignacio, el título de doctor en la Facultad de Medicina (...) En una época en que la libertad de expresión era considerada como una ofensa, no tardó en sufrir las represalias del dictador [J. M. de Rosas]. El 20 de abril de 1835 fue destituido de sus cátedras de anatomía y fisiología, conjuntamente con su maestro el doctor Juan Antonio Fernández. (...) Cuatro años más tarde el doctor Montes de Oca fue encarcelado (...).” Tomás Manuel y Nicolás de Anchorena gestionaron su libertad y junto a su familia emigró primero a Montevideo, y después a la isla de Santa Catalina y a Río de Janeiro, donde el doctor prestó sus servicios médicos, por ejemplo, durante la epidemia de fiebre amarilla de la capital carioca. “Doña Irene, madre de numerosos hijos -ocho de los cuales llegaron a la edad adulta- comparte los desvelos y las inquietudes de una vida austera. En la proscripción y en su patria, a la que vuelven después de la caída de Rosas, se prolongan esas nobles existencias en un continuo ritmo de abnegación y sacrificio. En el Paraguay durante la guerra del 65 el doctor Montes de Oca atiende los hospitales de sangre creados por él; lo acompañan sus hijos Manuel Augusto y Leopoldo. En agosto de 1869, ejemplo de vida cumplida y lograda, muere en Buenos Aires doña Irene Rodríguez Pallavicini, esa ‘tierna paloma de amorosas alas’ como la llama su hijo Manuel Augusto en dulces versos dedicados a su memoria. Su marido le sobrevivió largos años” (3). Recordemos que fue esposa y madre de  médicos fundadores de la medicina argentina. 

 

Precursor del arte argentino, Charles Henri Pellegrini (Chambéry, 1800 - Buenos Aires, 1875) conocido también como Carlos Enrique Pellegrini, fue padre del presidente de la Nación Carlos Pellegrini. Llegó a Buenos Aires contratado por Juan Larrea, a pedido de Bernardino Rivadavia, en noviembre de 1828. Aquí, los vaivenes políticos llevaron al fracaso de los grandes proyectos de obras públicas por los que fue contratado, escribe a continuación Alejo B. González Garaño (4) “por determinación del azar”, se convirtió en el “supremo historiador gráfico de todo un período de la vida argentina. Durante seis años, esa obra de artista evocador absorbe, casi por completo, su existencia; luego, desarrolla variadas actividades: puebla campos, ejerce su profesión de ingeniero, redacta artículos y poemas, refina ganado, funda instituciones, asume la dirección de periódicos y se desempeña como funcionario público. Multiplicidad de aptitudes, de vocaciones que, tendientes a mejorar la cultura y a intensificar el progreso dentro de su patria adoptiva, definen un espíritu curioso y positivo”. 


Notas:

1. C. H. Pellegrini. Su obra, su vida, su tiempo. Prólogo Alejo González Garaño. Notas biográficas Elena Sansinena de Elizalde. Epílogo Carlos Ibarguren. Amigos del Arte, Buenos Aires, 1946.

2. Alejo B. González Garaño, en C. H. Pellegrini (…) 1946, Ob. cit., pág. 24.

3. Elena Sansinena de Elizalde, en C. H. Pellegrini (…) 1946, Ob. cit., pp. 392 a 394.

4. Alejo B. González Garaño, en C. H. Pellegrini (…) 1946, Ob. cit., pág. 11. 


AUTOR/A CHARLES HENRI PELLEGRINI
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