Selección, traducción y notas de Ana Mosqueda. Introducción de Tiziana Plebani. Ampersand. Colección Territorio Postal. Buenos Aires. 2022. En 8° (22,7 x 15,2 cm), 174 pp, 1 h. Encuadernación de editor.
Antes de iniciar la lectura de esta obra, imaginé una campaña publicitaria protagonizada por un mensaje inspirado en los legendarios carteles del far west: Se buscan interesados en la historia de los libros impresos desde los tiempos de Gutemberg hasta los inicios del siglo XVI. Pero avanzando en sus páginas comprendí que el público se expandía mucho más allá de esas fronteras. Las “cartas prologales” de Aldo Manucio (1451 - 1515), editor e impresor de las primeras horas del libro, nos permiten descubrir su genio.
Manucio sistematizó ciertas reglas que aún permanecen vigentes; nos referimos a sus prólogos, cartas dirigidas al público explicando las intenciones y argumentos del autor. Lo hacía en su rol de editor, y entre otras acciones, arengaba a comprar sus libros para que, con ese dinero, le fuera posible publicar otros títulos, y en general involucraba a los lectores en la vida de cada obra “al contar extensamente en el prefacio acerca de su compromiso editorial; los trabajos, la búsqueda de buenos manuscritos, los ritmos frenéticos dentro de la imprenta [y] a menudo pedía que los lectores intervinieran para corregir los errores que se le habían escapado, y atribuía así una parte activa y de colaboración a aquellos que tendrían los libros en sus manos”.
Bien lo explica en el prólogo de su último título publicado, con un texto de Lucrecio. Si bien le escribe a su mecenas, Alberto Pío de Carpi, lo hace para ser entendido por todos sus lectores, lo explica -”aunque son escritos para uno solo, sin embargo llegan a las manos de todos”- y allí se ubica otro de sus grandes hallazgos. Lo reafirma la traductora y responsable de este libro, Ana Mosqueda, al titular su texto “Aldo, inventor de la profesión del editor moderno”.
Tesoros de la bibliofilia, los ejemplares aldusianos trascienden el placer de quienes hoy poseen esas joyas y alcanzan un gran público, formado por buenos lectores, periodistas, comunicadores, historiadores, investigadores, editores…