San Martín. Editorial Vestales. 2023.
Todo comenzó con La Polvareda: “una tormenta de tierra que trajo una sequía como la de las plagas de Egipto, que obligó a malvender el campo y a retomar el camino a Buenos Aires”. Eso explicaba la tía abuela Catalina al autor de este libro, en el departamento que compartía con la tía Cecilia en el barrio de Caballito en Buenos Aires, para contarle la extraordinaria historia de su familia.
Se trata de una historia fascinante y difícil de reconstruir, cuyos rastros fueron deliberadamente borrados por sus protagonistas y sus descendientes, pero que persistió en la memoria de esas tías que habían heredado – además – algunos objetos de aquel naufragio.
Ese sobrino nieto que las escuchaba fascinado en su infancia se hizo luego poeta y psicoanalista y se fue a vivir a París. Vive allí desde hace más de treinta años.
Pero – se sabe – la patria es la infancia.
Y desde allí un día, Enrique Parma decidió retomar aquellas historias que lo llevaban a las raíces, a desenvolver el ovillo para procurar develar aquella suerte de leyenda familiar.
Y cada vez que viajaba de vacaciones a Buenos Aires procuraba buscar datos, documentos, imágenes. Recorrió lugares donde aquellos personajes habrían vivido, buscó partidas de nacimiento en las parroquias, cartas, cuadernos de dibujos, cuadros, indicios.
El resultado es este libro fascinante. Enrique Parma tiene una prosa sensible y seductora. El libro va alternando capítulo a capítulo la historia envuelta en el misterio de su tía tatarabuela Adriana Wilson con la historia de su pesquisa para llegar a conocerla. La mirada del psicoanalista está presente todo el tiempo, en la sensibilidad para imaginar los modos de sentir y de pensar de cada uno de los personajes, para ponerse en su lugar y para sumergirnos en su historia con una prosa delicadísima.
Adriana Wilson había nacido en el Uruguay, hija de un inglés (Robert Wilson) masón y protestante, cuyo padre había llegado aquí como militar con las invasiones inglesas. Se conocieron con Cándido López cuando eran muy jóvenes en el taller de pintura de Baldassare Verazzi, un artista formado en la Academia Brera de Milán que había recalado en el turbulento Río de la Plata tras haber luchado y fracasado en la revuelta mazziniana de Le Cinque Giornate contra el imperio austrohúngaro en su tierra natal. Parma se detiene largamente en el análisis de una pintura de Verazzi referida a aquella guerra: Combattimenti a Palazzo Litta buscando sus ecos en las pinturas que su discípulo Cándido pintó tras entrenar su mano izquierda, al regreso de la guerra del Paraguay en la que se había enrolado como voluntario. Parma imagina un conflicto con su maestro por el amor de Adriana en esa decisión que lo llevó a esa guerra tan cruel e impopular de la que volvió luego de poco más de un año con su mano derecha amputada y su carrera de retratista y fotógrafo frustrada.
Y aquí está el centro de este libro: una triste historia de amor correspondido a medias, la historia de una uruguaya nieta de un invasor inglés que se abrió camino para ella y sus hijas gracias a los lazos de la masonería, una historia imaginada de aquella mujer cuyos rastros fueron cuidadosamente borrados. Es que, a poco del nacimiento de su primera hija, Elvira, Cándido abandonó a Adriana para casarse con otra mujer: Emilia Magallanes, una joven viuda rica y católica con quien tuvo nada menos que doce hijos. En el proceso de creación de este libro se fue tejiendo también una trama de complicidades con los descendientes de aquellos hijos e hijas del pintor con su segunda esposa Emilia.
Adriana Wilson es la protagonista indiscutida. Nuestro autor buscó incansablemente un retrato suyo pintado por su gran amor que no ha encontrado aún. Quién sabe si algún día lo lograá.
Parma ensaya una definición poética de su protagonista: “su presencia era como el viento que empuja la vela del barco”. Una sombra que permite a los demás brillar. El veterano de Curupaytí, que volvió con su brazo derecho amputado fue acompañado por Adriana en ese regreso, ayudado por ella, con quien se casó en el templo inglés contra la voluntad de su padre, y tuvo dos hijas: Elvira y Ernestina; esta última con el pintor alejado de aquel hogar.
Este libro, además, es un libro construido sobre imágenes.
Analiza imágenes, las describe, las compara. Nos invita a buscarlas porque es un libro sin ilustraciones. Fascinante experiencia: como historiadora de las imágenes siempre me he preocupado por reproducirlas en los libros, para que el lector acompañe mis razonamientos. El libro de Parma, en cambio, invita a ir a buscar esas imágenes, libro en mano. Y las describe y las compara. Es un libro de ekphrasis. Busca en los cuadros y dibujos el rostro que está buscando, el de Adriana, y encuentra otros, o los imagina, o los inventa muy creíbles.
También es un libro que invita a recorrer ciudades siguiendo la peripecia de sus personajes y de sus imágenes. De París a Buenos Aires y de allí a Montevideo, y a San Nicolás de los Arroyos, y a Milán, y a Caprezzo, el pueblo natal del maestro Verazzi, y de vuelta a París… El libro de Parma se desplaza de una ciudad a otra, acompaña el relato con cuadros que compara y analiza.
Siempre en pos de un cuadro que no existe. Que él desea que existiera y que tal vez nunca existió: el retrato de Adriana Wilson, la madre de las dos pioneras del feminismo y de la educación femenina en la Argentina, nada menos: Elvira y Ernestina López Wilson.
Por Laura Malosetti Costa *
CONICET-UNSAM
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios