Civilización Caral, la joya más antigua de América

Pirámide de Caral, Perú. Fotografía: Gentileza Wikimedia Commons.



Huancar, piedra sagrada. Caral, Perú. Fotografía: Gentileza Wikimedia Commons.



Plaza hundida, vista desde una plataforma en Caral. Fotografía: Gentileza Instituto Latinoamericano de Museos (www.ilam.org)



En plena labor , los restos de Caral sorprenden. Fotografía: Gentileza Instituto Latinoamericano de Museos (www.ilam.org)



María Esther Nostro


Licenciada en Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Posgrado en Antropología Social, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL)-UBA-Fundación Fullbright. Posgrado en Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo Sustentable. Fundación Ortega y Gasset Argentina.


Por María Esther Nostro *

Faltaban unos 1.500 años para que en Mesoamérica despuntaran las primeras construcciones monumentales de los mayas cuando en el desierto peruano comenzaba a levantarse la majestuosa Ciudad Sagrada de Caral, centro de una civilización que abarcó un amplio territorio y se prolongó por más de mil años.

 

«Esta es la civilización más antigua jamás encontrada en América y, sin duda, uno de los más antiguos centros civilizados del mundo, casi tanto como Mesopotamia y Egipto», afirma la arqueóloga Ruth Shady, quien desde 1996 trabaja en el rescate de Caral y confirmó su vigencia entre el 3.000 y el 1.800 a.C. por medio de 146 fechados radiocarbónicos.

 

El sitio, ubicado en el valle medio del río Supe, a 138 km al N.E. de Lima, Perú, se extiende sobre 68 hectáreas y contiene una zona nuclear con 32 edificios públicos y varios conjuntos residenciales ocupados por los funcionarios jerárquicos y sus familias, así como dos áreas periféricas de viviendas lindantes con el valle, habitadas por el resto de la población.


La zona nuclear, caracterizada por su monumentalidad, presenta las construcciones públicas y residenciales más grandes de la ciudad. En el denominado Caral Alto se encuentran siete pirámides, dos plazas hundidas frente a sendas pirámides y dos espacios de reunión pública (Plaza Central y de la Huanca); edificios destinados a funcionarios y un conjunto de talleres y viviendas del personal de servicio.


En la parte sur, o Caral Bajo, las construcciones son más pequeñas, aunque junto al conjunto residencial se destacan el Anfiteatro y el edificio del Altar Circular.  


En noviembre de 2015 la UNESCO declaró a la ciudad de Caral-Supe, Patrimonio de la Humanidad.

 

La monumentalidad, rasgo distintivo


Erguida en sus 28 m de alto, 110 de ancho y 150 de largo, la pirámide Mayor se impone sobre el resto de las construcciones formando el conjunto urbanístico y socialmente más significativo junto a una plaza central probablemente destinada a las ferias, una plaza circular hundida y una gran estructura de plataformas escalonadas. Por su tamaño, a la pirámide Mayor le sigue la llamada Central, con 18 m de altura al oeste de la plaza central y a cuyo costado se abre una plaza ritual.


Hacia el este y en tercer lugar por su volumen, se halla la pirámide de La Galería, así llamada por la galería subterránea ubicada en su cima, cuya función se ignora. Por su parte, la pirámide La Cantera presenta en su cima un altar circular con un gran fogón y conductos subterráneos que aseguraban el encendido permanente del fuego.

 

Entre los restantes edificios de menor porte en Caral Alto cabe mencionar la pirámide Menor, el templo de La Banqueta, las dos pirámides fusionadas y la pirámide La Huanca, frente a la cual se yergue un monolito de 2,15 metro de altura.


Caral Bajo, cuenta con el templo del Anfiteatro, conjunto amurallado con una plaza hundida con forma de anfiteatro de 29 m de diámetro y el edificio del altar Circular también con fogón y conductos subterráneos.


Sin murallas, cuna de la civilización andina


Con una población que pudo llegar a los tres mil habitantes, en Caral no se han encontrado murallas defensivas ni armas o signos de batallas. Por el contrario, la presencia de productos provenientes del mar (a 23 km de distancia), o de zonas remotas como los Andes ecuatorianos y la Amazonia permite pensar a esta ciudad como un importante centro de intercambio pacífico de mercaderías, cuyo motor local sería la producción de algodón.


No obstante contar con abundancia de productos agrícolas merced a un organizado sistema de irrigación, fue el algodón en sus diversas tonalidades naturales -pardo, marrón y beige en todos sus matices- la más valiosa materia prima destinada a la elaboración de vestidos, calzado, bolsas, sogas, cordeles y redes. La importancia de estas últimas está dada por su uso en la pesca y también en la caza, como ilustraba el desaparecido mural de la norteña huaca Ventarrón datada en el 2.500 a.C.


La interacción y vínculo de Caral con otros centros sobre el río Supe -especialmente en Áspero, ciudad satélite sobre el Pacífico, o en Miraya, Lurihuasi y Chupacigarro- e incluso más alejados, en Vichama y Bandurria en el valle de Huaura, se manifiesta especialmente en la organización del espacio y monumentalidad. Una prueba de ello son las cuatro maquetas a escala halladas, una de las cuales muestra claramente edificios piramidales con una plaza circular anexa, una escalera principal y plataformas superpuestas, revelando la cuidadosa planificación urbana de Caral y los sitios bajo su influencia.


Otros sitios en una zona mucho más amplia, como Las Haldas y Sechín Bajo (valle de Casma), Kotosh (cuenca del Huallaga), Huaricoto y La Galgada (en la sierra de Ancash) con los cuales Caral compartió prácticas y creencias, e incluso formas de vida como la convivencia de ayllus o familias extensas, hablan de una dinámica red de reciprocidad donde se asentaron las bases del futuro ethos andino.


Dada su extensión y características edilicias –pirámides, templos, plazas, fogones y altares, así como signos de rituales en el interior de las viviendas-, Caral fue sin dudas centro ceremonial de toda la región, por lo que se la califica como Ciudad Sagrada, hasta su declinación y abandono por razones climáticas.

 

De sismos, fuegos, astronomía, quipus e igualdad de género


Aún sin conocer la cerámica, sus habitantes utilizaron complejos principios físicos, astronómicos y matemáticos, fruto de la observación empírica. Un ejemplo de ello es la shicra, bolsa de red tejida con resistentes fibras vegetales; se las utilizó cargadas con piedras de distintos tamaños que, al ser colocadas como relleno de las plataformas piramidales, daban estabilidad a las estructuras durante los terremotos distribuyendo las ondas sísmicas por todo el edificio. Su uso se detectó a lo largo de 400 km de la costa centro norte del Perú y se prolonga hasta el presente.


Restos de shicras. Caral, Perú. Fotografía: Gentileza Wikimedia Commons.


Otro notable mecanismo utilizado en Caral fue el sistema de conductos de aire destinado a avivar el fuego durante los ritos religiosos mediante el estrechamiento de los mismos, fenómeno físico llamado científicamente efecto de Venturi, lo que se produjo simultáneamente con la construcción de complejas redes de riego para los cultivos y el abastecimiento de agua a la ciudad.


Contaban también con un calendario de celebraciones rituales y actividades agrícolas, cívicas y de las ferias de intercambio. Un recinto subterráneo indicaría, además, la presencia de un observatorio astronómico, completando el sentido de los geoglifos y líneas dispersas en las cercanías, así como la orientación de los edificios públicos.


Carentes de escritura –hecho actualmente en discusión– el hallazgo de un quipu o conjunto de hilos de colores en los cuales se realizaban distintos nudos a fin de registrar con precisión los productos y cantidades con los que se operaba, evidencia su utilización milenaria. Seis quipus pintados sobre tres bloques líticos en la Pirámide Menor corroboran su ancestral uso.


Además del descubrimiento de instrumentos musicales hechos de huesos de pelícano y de cóndor –38 cornetas, 32 flautas traversas y 4 antaras, flautas de pan- la exhumación en Áspero –ciudad pesquera dependiente de Caral– de una momia femenina rodeada de un lujoso ajuar funerario, habla de su posible rol y estatus, similares al de los hombres de la más alta clase en la jerarquizada sociedad caralina. Y permite a Ruth Shady remarcar la proyección intemporal de la Civilización Caral al afirmar que allí «tanto hombres como mujeres tenían la posibilidad de ocupar puestos de poder y alcanzar una elevada posición social hace más de cuatro mil años».  Un tema aún no resuelto en las sociedades actuales.


Fuentes:

Ruth Shadi, La Civilización Caral: sistema social y manejo del territorio y sus recursos. Su trascendencia en el proceso cultural andino, en Boletín de Arqueología PUCP, Núm. 10, 2006. VER 

 

Mark Miller, VER


Edgar Jhonatan Rojas Nuñez, VER




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