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ARTE

DE SU ETAPA TEMPRANA

Paisaje de París. Circa 1895.


Óleo sobre madera, medidas 14,5 x 23 cm. Firmado en el ángulo inferior derecho “Malharro - 189…”. Obra enmarcada.


Malharro fue un enamorado de la naturaleza, como lo demuestra su obra conservada en el Museo Nacional de Bellas Artes. De doce paisajes, uno solo es una marina, mientras que los restantes son expresión de sus búsquedas estéticas al plein air. Es entonces comprensible que un joven Malharro se detenga a pintar, hacia la última década del siglo XIX en París, no su bella arquitectura con sus viejos puentes sobre el Sena, sino la orilla del río en las lejanías de la ciudad, con una frondosa arboleda y dos lanchas a vela, que si no fuera por la inscripción del propio artista en el ángulo inferior izquierdo en donde leemos “París”, tranquilamente podríamos sospechar que se trata de nuestro litoral bonaerense. Atardece a la orilla del Sena, y las luces se encienden en el interior del bosque. Malharro experimenta, donde corresponde -en la campiña parisina-, el plein air de los impresionistas, y lo expresa en esta obra de pinceladas sueltas, y con un tratamiento del color y la figura propio de aquel movimiento francés. Nacido en Azul, provincia de Buenos Aires, Malharro (1865 - 1911) se trasladó a los catorce años a Buenos Aires y allí comenzó sus estudios de arte. 


Regresamos a sus obras en el MNBA y una de ellas, El arado, fue pintada en Auvers-sur-Oise, en la afueras de París, unos años después de nuestra pintura. A propósito de Malharro escribe Paola Melgarejo [1] que «Sin becas ni ayuda de ninguna clase, en marzo de 1895 viajó a Europa tras las claves del arte moderno, que encontró en Francia. Una carta que escribió ese año, apenas llegado a París dirigida a Eduardo Schiaffino, primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, así lo confirma: ‘Pienso que la pintura francesa triunfa y se impone hoy por una superioridad que se constata sin gran trabajo ejerciendo una influencia seria en el arte contemporáneo’. (...) Aunque son escasos los documentos sobre su período en Francia (retornó a Buenos Aires en noviembre de 1901), sus pinturas de paisajes develan un recorrido por diferentes territorios, retomando su interés por viajar y pintar al aire libre, en contacto con la naturaleza. Trabajó en París, pero en algunas temporadas se alejó de la ciudad –aunque a zonas poco distantes, a las que podía llegar en tren- en busca de poblados detenidos en el tiempo, una llamada que también sintieron otros artistas contemporáneos como Camille Pissarro, Charles-François Daubigny, o Claude Monet. Superpuso su geografía a la de ellos, recorrió y pintó al aire libre en Saint-Denis, Bois de Boulogne, Auvers-sur-Oise, Chaponval, Gennevilliers, Garches y Meudon, a diferentes momentos del día y en distintas estaciones del año. Ya en Buenos Aires expuso las acuarelas y los óleos pintados en Francia en la galería Witcomb, en abril de 1902, con fuerte repercusión de la prensa y el público, y gran éxito de ventas. Se trataba de un conjunto de pinturas que ligaban diferentes lenguajes plásticos, con un uso innovador del color, que no refería sólo a impresiones sensoriales sino también a una interpretación poética y expresiva de la realidad, con gran libertad de ejecución. Schiaffino supo ver el grado de modernidad de esta producción, y adquirió para el MNBA dos de las piezas exhibidas, una de ellas El arado que expuso poco después en la sala de paisajes del Bon Marché, donde el museo funcionaba por entonces».


Nota:

1. Paola Melgarejo, Comentario sobre El arado. Museo Nacional de Bellas Artes. VER




S.O.XXIV - GMMM

AUTOR/A MARTÍN MALHARRO

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