La natura es un templo donde vivos pilares dejan salir a veces sus confusas palabras; por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos que lo observan atentos con familiar mirada…
En el comienzo de su poema “Correspondencias”, Charles Baudelaire reconoce la conexión profunda del hombre con la naturaleza, que se basa en un movimiento continuo de atracción y resistencia. Saberse parte de una organicidad fluyente y a la vez partir hacia las promesas de la mente… Esa tensión inherente nos convoca a pensarnos como parte de un proceso de surgimiento y transformación que siempre está aconteciendo. Dos exposiciones del circuito porteño de galerías dan cuenta de él, retomando el desafío de actualizar el interrogante por la esencia sin pretender resolverlo, sino animándonos a sumergirnos en las posibilidades de ese fundamento siempre elusivo.
La natura es un templo…
Pulsión de sombra y luz, instalación de Andrés Paredes en Galería COTT. Fotografía: Gentileza Galería COTT.
Desde el 15 de junio, el espacio de Galería COTT se nutre de los matices que emanan de los climas construidos por el misionero Andrés Paredes en “Pulsión de sombra y luz”, una muestra en la que diversas materialidades confluyen y convierten a la instalación en una fuerza catalizadora que nos mueve a sumergirnos en abismos texturados en los que no existen las antítesis. La territorialidad del autor parte de la sensualidad de la selva no como un cliché, sino como fuerza creativa sublime que alimenta, propicia, muta, corrompe y reintegra los elementos de su matriz en un ciclo infinito que aquí se visita desde el instinto. La sensorialidad a la que aluden la tierra colorada, la arcilla, los restos de seres encontrados y ahora transformados con respeto, no amaina en el encuentro con los vestigios de la urbe. Los mundos se conectan en un clima liminar que no reconstruye un Edén, sino que moldea un germen en el que el registro formal se deja cautivar por la fluidez de la sustancia.
Por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos…
Una de las obras de Marina Dimitriu que se exhiben en su muestra “Desplazamientos” en la galería Van Riel, en la que se leen cartas enviadas desde Rumania, país de donde desciende la artista. Fotografía: Gentileza Embajada de Rumania en Argentina y Galería Van Riel.
Por su parte, la galería Van Riel exhibe desde el 06 de julio “Desplazamientos”, de la bonaerense Marina Dimitriu. Allí, la autora despliega un procedimiento preciso, mesurado, en el que a partir de la intervención en papeles antiguos provenientes de una herencia íntima que ella evoca sutilmente, se transfiere el referente al plano del signo convirtiendo al texto en una forma a recorrer en la que los sentidos no se anulan, sino que se expanden. El lector devenido espectador acude a una cita en la que el suspenso narrativo emerge desde palabras y diseños que palpitan entre vacíos, rizos, huecos, que la autora incorpora como síncopas de un significado que se molifica, que migra entre la memoria privada y la universal aludiendo a un misterio que no busca descifrarse.
La materia y su desborde.
Las palabras y sus ausencias.
Ambas propuestas acogen la ambigüedad sin reservas. Anida en ellas la intuición de un migrar constante, de un cambio vital permanente que es propio de la biografía de nuestros cuerpos y de una inquietud existencial inmanente a la construcción del sujeto. La potencia de la pregunta por el origen es profunda, la perspectiva renovadora. Y es que lo que ambos autores parecen querer señalarnos es que ya no existe la ficción de la superficie, física o psíquica, como mero soporte de aquello que pudiera formar nuestra percepción y bajo la cual lo amorfo domina al acecho de un descuido racional. Por el contrario, los dos nos convocan a un despliegue de posibilidades cuya magnitud es apenas esbozada. Sugerida desde una voz contemporánea que sabe bascular entre concepto y sensibilidad.
La alusión a la memoria, y a la persistencia de la memoria como lugar de encuentro y reconocimiento, se hace tangible en ambos espacios, necesarios hiatos en la voracidad de la urbe que, además, funcionan como exponentes de la vivacidad del galerismo local que apuesta, con tenacidad y solvencia, por aquellas miradas que se atreven a modelar universos posibles desde utopías más blandas.
A repensar nuestro vínculo con el entorno construido.
A imaginar nuevos criterios y desarticular interpretaciones que nacen y mueren constantemente.
A percibir al arte como el refugio de los sueños remanentes que se desplazan en pulsiones de la sombra hacia la luz y viceversa.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios