Don Carlos G. Daws y su “Museo Familiar Gauchesco”

Don Carlos y Doña Ernesta, en un rincón de la vivienda museo, con piezas e iconografía gauchesca.


Don Segundo Sombra y Carlos Daws, ambos con sus atuendos de diario, allá por 1931.


El Museo de Arte Popular José Hernández, creado a partir de la compra de la colección de Carlos G. Daws. Fotografía: Gentileza MAP.


Guillermo Palombo


Emeritus Member of the Argentine Institute of Military History, member of the Military History Working Group of the National Academy of History, Corresponding Academician of the Sanmartinian Academy and the Historical and Geographic Institute of Uruguay, former president of the Institute of Ibero-American Studies.


His printed production on various disciplines (books, brochures, chapters in collective works, articles in specialized magazines and newspapers) exceeds 300 titles.


By Guillermo Palombo *

Rodolfo Trostiné, propietario por entonces del recordado comercio de antigüedades «Bayard», me refirió hace unos treinta años que tenía unos quince años, por 1939 o 1940, cuando con compañeros suyos pasaban a diario frente a la casa de la calle Valentín Gómez 3071 (hoy demolida), en el barrio de Once, rumbo al colegio nacional que estaba una cuadra más allá, y veían siempre a un señor corpulento con cara de enojado que pasaba muchas horas en el zaguán de dicha vivienda. Grande fue la sorpresa cuando por la ventana abierta que daba a la calle observaron que en el interior estaba instalado un verdadero museo. El señor era don Carlos Daws, quien los invitó a ver sus colecciones, y pudieron escuchar sus relatos. Me pareció entonces interesante que Trostiné, que había abandonado la pluma hacía muchos años, pusiera esos recuerdos por escrito. Así lo hizo a mi instancia e hice publicar ese texto en 1995 con el título «Carlos Daws en mis recuerdos» en el n° 18 del Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades. Este detalle está ratificado por José Luis Trenti Rocamora en su trabajo evocativo de Trostiné publicado en 2003.


Daws había nacido el 2 de mayo de 1870 y era hijo de Guillermo P. Daws y Elena Frampton. Su abuelo, ebanista diplomado oriundo del condado de Kent, se instaló en Gualeguaychú en 1825, y después fue chacarero y cuidador de vacas y ovejas. Su padre perteneció al personal del diario «Buenos Aires Herald» y fue propietario de una «Agencia inglesa de Periódicos y publicaciones». Tras cursar estudios en la Academia Inglesa, en el Seminario Anglo-argentino y en el Colegio Inglés de Buenos Aires (1875-85), Carlos Daws trabajó desde 1890 en la Contaduría del Ferrocarril del Oeste (hoy Sarmiento), hasta que se jubiló en 1932.


En 1897 fundó «El Fogón», considerado como el primer centro criollo, y desde 1898 se dedicó al estudio y colección de piezas de uso criollo en las campañas de Buenos Aires y Entre Ríos. Con ellas, y ayudado por Ernesta Medrazza, su esposa, formó el «Museo familiar gauchesco» que ocupaba todos los ambientes de su casa (sala, comedor, escritorio y dormitorio), que fue un centro de actividades culturales, intercambios y debates sobre el criollismo y su gente.


El matrimonio Daws en su casa del barrio de Once.



Las fotografías de época muestran su figura alta y erguida, siempre vestido de negro. Ferviente tradicionalista, no era un hombre adinerado ni pertenecía a los clubs que reunían a los personajes de la época, ni ocupó cargos en la administración pública, por lo que formó su museo con donaciones, regalos, o compras que hacía con su modesto sueldo de empleado del ferrocarril en sus recorridas por compraventas, depósitos, talleres de artesanos o familiares, sin que por ello omitiera la visita a los grandes anticuarios de cosas criollas de aquel entonces como Andrés López, Francisco Pardo o Fernández de la calle 25 de Mayo.


Su colección comprendía unas 2.500 piezas, la mayoría de platería criolla. En vitrinas y estantes se exhibían unos 250 mates de plata y oro (ordenados según época y región de procedencia), 250 estribos porteños y entrerrianos, 50 pares de espuelas, 100 rebenques con y sin argolla y 300 cuchillos, dagas y facones. También cabezadas, frenos, riendas, fiadores, pretales, borrenes, arreadores, yesqueros y rastras. Los recados estaban montados sobre caballetes. Era dable observar una gran variedad de objetos de diversos materiales: asta (chifles), cuero (lazos, bozales trenzados), vidrio (una centena de vasos y algunos frascos de pulpería) y calabaza. El conjunto comprendía  también instrumentos musicales (guitarras), armas (trabucos, lanzas de tacuara y de colihue, banderolas), piezas de indumentaria (chiripaes, calzoncillos cribados, divisas federales, ponchos araucanos y pampas, calamacos y norteños, botas de potro), tabas,  boleadoras de potros y avestruceras, maneas de plata y de cuero, bancos de cadera y de cabeza de vacunos y yeguarizos, morteros, cencerros, marcas, piedras antiguas trabajadas, pavas, calderas, picanas, petacas, púas para gallos  de riña, porcelanas, pinturas y dibujos. Todo se completaba con álbumes de fotografías, grandes libros comerciales fuera de uso en los que Daws pegaba recortes de diarios y revistas, una biblioteca de 400 volúmenes y un rico epistolario que constituye una fuente irremplazable para el estudio del criollismo.


La riqueza de esta colección no pasó inadvertida en su tiempo. Fue conocido por notas aparecidas en las revistas «Nativa», «El Hogar», y el diario «La Prensa». Y en 1935 circuló un folleto de 61 páginas impreso en los Talleres Gráficos de J. Glassman.  Daws tuvo su reconocimiento en octubre de 1936 al ser incorporado como miembro de número del exclusivo Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, que reunía a los más importantes coleccionistas argentinos.  También perteneció a la Asociación Folklórica Argentina con muchas figuras de primer nivel, hoy olvidadas, como el Dr. Aníbal Facio.


A Daws no lo seducía la pieza de orfebrería, de punzón de artista renombrado y prestigioso. No la desdeñaba si topaba con ella y si estaba al alcance de su bolsillo (y de hecho en su colección hay muchas con punzón de renombrados plateros), pero le interesaba más la pieza popular, anónima, esa que representa los usos del argentino medio, y que situada en su contexto permite reconstruir un panorama total del arte y de los usos y costumbres tradicionales de nuestro país.


El esfuerzo pecuniario que demandó la formación de su museo fue reconocido en la sesión del 9 de octubre de 1946 celebrada en el Senado de la Provincia de Buenos Aires. Daws (fallecido el 28 de mayo de 1947) tuvo la suerte de que los conjuntos que formó en vida no fueran dispersados por el martillo de la subasta después de su desaparición física. Su colección y su archivo fueron adquiridos en 1948 por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires a sus herederos Ernesto y Ester Mezzadra, y en 1949 incorporados al MAP -Museo de Arte Popular José Hernández- ubicado en la Avenida del Libertador 2373 de la ciudad de Buenos Aires.


Quiero cerrar esta evocación con el pasaje de un libro de Tomás Diego Bernard (h) («Experiencias en museografía histórica», Buenos Aires, 1957), que fue Director de Museos de la Provincia de Buenos Aires en el período 1953-1955 y falleció en La Plata a los 88 años en 2008, en el cual refiere: «Nuestros museos históricos locales y regionales, nacieron en base a colecciones reunidas por aficionados e investigadores, en algunos casos utilizando lo ya existente, en forma harto precaria. Vivieron del desinterés de unos pocos propulsores y de la devoción de unos cuantos patriotas, que son los auténticos salvadores de nuestro acervo patrimonial en lo histórico. Así se cumplió con sacrificio y cariño la dura etapa de la recolección del material y su preservación de las mil fuerzas destructoras y dispersoras. Los museos locales surgieron tras una férrea voluntad, aquí y allá, sin plan ni método, haciendo su acervo como podían, con material dispar y heterogéneo, las más de las veces en absoluto divorcio con las normas técnicas y los dictados de la ciencia...» Pero lo hicieron.


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios.



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