Mondongo Sin título, gran exhibición del grupo en Arthaus Central

Un espectador frente a Calaveras II y VIII. Fotografía del autor.

Un detalle de Calavera VIII, el Dante, y libros, entre ellos, La Divina Comedia, El eternauta, Ulysses, la Santa Biblia, y el Martín Fierro. Fotografía del autor.

Guillermo Vega Fischer

(Buenos Aires, 1979)


Compositor, pianista, dramaturgo, director musical y teatral, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Dirige junto al artista visual Pablo Archetti la Compañía Canción Nocturna del Caminante con la que estrena óperas de su autoría, como En la colonia penitenciaria, sobre el cuento de Franz Kafka; El infierno musical, sobre el libro de Alejandra Pizarnik; Canción nocturna del caminante y su pálido compañero, sobre canciones de Franz Schubert, y La máscara de la muerte amarilla, sobre la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires.


Aquí su página con su producción: VER


Dentro del equipo de Hilario se ocupa de la investigación y catalogación, especialmente en las áreas de las artes visuales, fotografía patrimonial, cartografía y literatura.



La noticia se instaló en todos los medios apenas unos días atrás: récord en el arte argentino. El coleccionista Andrés Buhar, director del espacio Arthaus Central, adquirió la obra «Argentina [paisajes]» de Mondongo en la suma de dólares estadounidenses 1.270.000.-


En la imágen [Gentileza Malba Puertos] un detalle de la misma; se exhibe ahora en forma parcial en la nueva sede del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires emplazada en Escobar, y completa -se trata de quince paneles que se extienden a lo largo de 45 metros-, será el punto focal de un espacio público que Buhar inaugurará en Puerto Madero en 2027.



El pasado 13 de noviembre inauguró en Arthaus Central, Mondongo Sin Título, muestra que reúne en tres espacios, tres series del ya emblemático grupo conformado por los argentinos Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, pareja creativa y afectiva. Resulta esta exhibición el colofón apoteósico de un año fructífero para el dúo artístico. Por un lado, presentaron Manifestación, una exhibición que incluía una versión de la famosa obra homónima de Antonio Berni, realizada en su material de predilección, la plastilina. (VER) Actualmente pueden verse en la Torre Macro de Puerto Madero su muestra Retratos, y en el recién inaugurado Malba Puerto, un enorme panorama de doce cuadros, Ensayos naturales (I). Volviendo a su exhibición en Arthaus, un espacio cultural que ocupa y reflota un ex banco en el microcentro porteño, su muestra Mondongo Sin Título reúne tres producciones muy diversas, dos de sus Calaveras, el Dólar de la serie Merca, en una gran instalación inmersiva, y El Baptisterio de los colores, en la terraza del edificio.


Calavera II, con sus miles de detalles realizados en plastilina. Fotografía del autor.


Mondongo, neobarrocos de plastilina


En 1972 el narrador y poeta cubano Severo Sarduy plantea los principios de lo que él denominó neobarroquismo en la creación literaria latinoamericana de entonces. Permítaseme una cita algo extensa de su ensayo (1) referida a la parodia, una de las características del neobarroco: «Al comentar la parodia hecha por Góngora de un romance de Lope de Vega, Robert James concluye: ‘En la medida en que este romance de Góngora es la desfiguración (démarchage) de un romance anterior que hay que leer en filigrana para poder gustar totalmente de él, se puede decir que pertenece a un género menor, pues no existe más que en referencia a esta obra’. Si referida al barroco hispánico esta aseveración no parecía ya discutible, referida al barroco latinoamericano, barroco ‘pinturero’, como lo llama Lezama Lima, barroco del sincretismo, la variación y el brazaje, cederíamos a la tentación de ampliarla, pero invirtiéndola totalmente -operación barroca-, y afirmar que: sólo en la medida en que una obra del barroco latinoamericano sea la desfiguración de una obra anterior que haya que leer en filigrana para gustar totalmente de ella, ésta pertenecerá a un género mayor; afirmación que será cada día más valedera, puesto que más vastas serán las referencias y nuestro conocimiento de ellas, más numerosas las obras en filigrana, ellas mismas desfiguración de otras». Este texto es del todo esclarecedor para comprender nuestra creación latinoamericana, inclusive actual -¡escrito hace cincuenta años!-. Ingresamos a la sala y observamos desde lejos dos grandes calaveras. Se tratan de Calavera II y Calavera VIII, dos de la serie de doce calaveras realizadas durante cinco años. Estas dos aquí ahora exhibidas, pertenecientes a colecciones privadas extranjeras, nunca fueron mostradas en nuestro país. Decía, ingresamos y observamos a lo lejos, dentro de una gran sala negra, dos calaveras dramáticamente iluminadas -vaya gesto barroco éste-. Al acercarnos observamos que las conforman un sinfín de escenas, relatos, citas de las más diversas fuentes, realizados todos en plastilina. Los Simpsons en su clásico sillón mirando tele, junto al Dante Alighieri, el cadáver de la Difunta Correa alimentado a su bebé, villas miserias, y montañas de libros donde leemos -algunas muy minúsculas- las portadas de Moby Dick, La naranja mecánica, El origen de las especies, la Biblia, el Ulises de Joyce o Rayuela de Cortázar. Citas a las artes visuales, como el retrato ecuestre de Napoleón de Delacroix, La civilización occidental y cristiana, la emblemática y controversial obra de León Ferrari con Cristo crucificado en un avión de guerra, o El almuerzo sobre la hierba de Édouard Manet, se dan cita en estas deslumbrantes calaveras. Volviendo a Sarduy, estamos frente a un paródico sincretismo, a una deformación de vastas referencias que debemos leer en filigrana, es decir, de modo translúcido, permitiendo que cada capa nos permita ver las siguientes. Y esta proliferación sinfín de elementos se nos presentan “en forma de enumeración disparatada, acumulación de diversos nódulos de significación, yuxtaposición de unidades heterogéneas, lista dispar, y collage”. Volviendo a citar a Sarduy, otra de las características del neobarroco.


Dólar, obra de Mondongo, en exhibición en Arthaus. Fotografía del autor.


Uno de los 32 paneles con animales que fosforecen bajo los flashes de luz. Fotografía del autor.


Nos alejamos de este par de Vánitas monumentales, y nos dirigimos a la sala del segundo piso. Allí los artistas montaron, en colaboración con el músico Ismael Pinkler y el escritor Sergio Bizzio, una instalación inmersiva a la que ingresamos tras atravesar dos gruesos cortinados. La figura central es Dólar, una obra perteneciente a la colección de Andrés Buhar, director de Arthaus, realizada con miles de clavos e hilos de acero. El objeto, aquí reconfigurado, aparece tras una red de hilos blancos que fosforecen y por momentos lo invisibilizan. Alrededor y en contrapunto -contrapunto neobarroco si se me permite- 23 placas acrílicas dibujan con hilos también fosforescentes escenas con animales inspirados en posibles diarios de viajeros. Todo esto, inmerso en una ráfaga de flashes de luces que encienden y apagan esto y aquello, y que junto a la música, nos sumergen en un clima selvático, opuesto al estático y reflexivo de las Calaveras. 


Algunos de los 3276 bloques de plastilina, que reflejados en los espejos del piso y el techo, se tornan infinitos. Fotografía del autor.


Finalmente subimos al séptimo piso, y en la terraza de este impresionante edificio se instaló una obra que era promesa desde la inauguración del centro cultural: El Baptisterio de los colores. Creado en 2021 para la muestra Conejos blancos en la galería Barro, se trata de una estructura poligonal de hierro, madera, espejos y luz led, cuyos doce lados albergan en celdas 3276 bloques de colores realizados en plastilina, organizados en una perfecta gradación cromática lograda con una variación de un gramo de plastilina entre bloque y bloque. Las inspiraciones fueron dos, por un lado, el Baptisterio de San Juan de Florencia, por otro, el círculo cromático que Johannes Itten, el profesor más excéntrico de la Bauhaus -la escuela de diseño durante la República de Weimar, en Alemania-, desarrolló en el libro El arte del color, de 1961. Lo sagrado del edificio religioso consagrado en origen al bautismo -de allí su nombre-, cruzado con el estudio técnico del color. O en palabras de Andrés Buhar y Virginia Castro “El Baptisterio de los colores sería tanto un espacio de conversión como un pantone gigantesco. Un raro espécimen perteneciente al ‘arte instalativo’ y un lugar de reunión. Un espacio carente de toda finalidad práctica y un eventual laboratorio de experimentos cromáticos”.


Mondongo Sin título se puede visitar desde el miércoles 13 de noviembre hasta el mes de abril del 2025, de martes a domingo de 13 a 20 horas. Gratis en ArtHaus, Bartolomé Mitre 434.


Postdata


Luego de terminar esta nota, pero antes de publicarla, se hace pública la noticia que Andrés Buhar, es decir, el director de Arhaus, compró por 1.270.000 dólares Argentina (paisajes), una instalación de 45 metros distribuidos en 15 paneles. Demandó a Juliana Laffitte y a Manuel Mendanha cinco años de trabajo, entre 2009 y 2013. Ese año se expuso en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y actualmente está exhibida en Malba Puertos. Declara Buhar que se colgará en su forma original, circular, en Puerto Madero, en una torre aún por construir. Su valor de venta la ubica en el podio de la más alta venta de arte argentino en forma privada. Aunque tal cifra no es por esta obra sola, sino que incluye el díptico mural El sueño de la razón, nunca visto en el país, y las dos Calaveras y el Baptisterio de los colores, exhibidos en Arthaus.


Notas:

1. Severo Sarduy, El barroco y el neobarroco, en “América Latina en su literatura”. Coordinación e introducción de César Fernández Moreno. Serie América Latina en su cultura, Siglo XXI, México, 1971.




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