Ya concluida la feria de arte madrileña ARCO, el fotógrafo Facundo de Zuviría (1954) aún cautiva al público español en uno de los sitios más importantes de la escena local. Nos referimos a la Sala Fundación MAPFRE Recoletos, ubicada en pleno corazón de la capital española, entre la Plaza Colón y la fuente de las Cibeles, en el llamado Paseo de las Artes. En aquella señorial casa, dialogan dos singulares muestras; la que ahora comentamos y Revelación, un homenaje a la sorprendente Leonora Carrington (1917 - 2011), una de las grandes exponentes del surrealismo, con un recorrido completo de su producción artística. Carrington fue escritora, pintora, escultora y creadora de tapices.
La exposición titulada “Facundo de Zuviría. Estampas porteñas”, recorre la obra de una de las cámaras más prestigiosas de la fotografía argentina contemporánea centrada en esta Buenos Aires tan múltiple, tan extraña, tan querible… deconstruida y rearmada a través de sus imágenes bajo la curaduría del francés Alexis Fabry. La muestra reúne 195 fotografías y ha captado la atención de colegas, comisarios, críticos, funcionarios y técnicos de instituciones culturales y coleccionistas. En el ánimo de compartir estas emociones, consultamos al propio artista y a continuación, les ofrecemos el texto curatorial que preside el catálogo editado por la institución anfitriona.
Hilario: ¿Cómo calificarías a esta exposición en tu carrera, montada en una de las grandes salas españolas y compartiendo cartel con Leonora Carrington?
Facundo de Zuviría: Por supuesto que me siento honrado de compartir las salas de la Fundación MAPFRE con Leonora Carrington, reconocida figura del surrealismo, así como también me enorgullece la serie de fotógrafos muy importantes que han tenido muestras antológicas en dichas salas, como por ejemplo Paolo Gasparini e Ilse Bing, entre los más recientes, y yendo más atrás Julia Margaret Cameron, Alvin Langdon Coburn, Lewis Baltz, Stephen Shore y Graciela Iturbide, entre otros maestros.
Creo que es muy importante exhibir mi trabajo en la Fundación MAPFRE, un lugar sumamente prestigioso en el escenario internacional, un gran reconocimiento por mis fotografías y una notable difusión, tanto por la cantidad de público que visita las salas como por el gran catálogo que tuvieron la generosidad de publicar.
H.: Si pudieras hablarle a alguno de tus maestros, ¿con quién lo harías y qué le dirías hoy, disfrutando con doscientas obras exhibidas en la Sala Recoletos?
F.d.Z.: Si tengo que recordar a algún fotógrafo que me haya influido particularmente, creo que en un principio este fue Rodchenko, el vanguardista ruso que revolucionó la fotografía con su radicalidad en la toma fotográfica; pero quien realmente me marcó para siempre fue Walker Evans, con su creación del escenario que luego reconoceríamos como los Estados Unidos: de alguna manera, en los ya lejanos años ochenta, yo me propuse documentar, rescatar y de alguna manera crear una suerte de imaginario propio a través de las vidrieras, frentes urbanos y otros detalles que iba registrando en mi ciudad, Buenos Aires. Y en esa idea la obra de Walker Evans era algo que tenía muy presente.
Me hubiera gustado conocerlo a Walker Evans, por supuesto, creo que le preguntaría muchas cosas. Pero al que sí conocí y admiro profundamente es a André Kertész, para mí el poeta más grande que haya dado la fotografía, una verdadera maravilla.
Acerca de la exhibición
Por Alexis Fabry *
Acerca de sus andanzas fotográficas por Buenos Aires –a las cuales se aficionó desde los años ochenta–, Facundo de Zuviría dice que nacieron de sus obsesiones. Antes que al azar, se deben a una voluntad de reconstruir la ciudad que ya sólo se ofrece por fragmentos frágiles. De esta megalópolis en crisis, corroída por la inflación, fragmentada y desigual, Zuviría extrae la más fascinante narración. Sus porteños semejan los personajes desaparecidos de una novela negra de antaño: el torso desnudo de un gaucho, con un puñal en el cinturón, cuyos músculos se confunden con los pliegues del papel; sombreros en el escaparate de una modista cuyo nombre, Elvira, pintado en el cristal, proyecta su sombra en una cortina; el rostro de Eva Perón sobre un fondo de carteles lacerados… Cada cual fundido en la ciudad y, sin embargo, extraído de su entorno, a menudo mezclado con otros elementos gráficos, con signos diversos de la cultura popular, modula una melodía urbana contemporánea y a la vez anacrónica; hilo de Ariadna que reúne las señales dispersas del laberinto porteño.
Zuviría vagabundea, deambula por una Buenos Aires sembrada de indicios y signos, en un estado de disponibilidad extrema, con los sentidos al acecho. Sus paseos y las fotografías resultantes dibujan sobre la ciudad un segundo plano onírico: lo que todavía existe pero ya habla al pasado. Todo es vestigio, todo es indicio. Y la historia de la ciudad, o su melodía, conlleva efectivamente la “melancolía de un anacronismo” y brilla con “un destello fugaz, casi póstumo, que envuelve a la ciudad un segundo antes de que desaparezca para siempre”, para retomar las palabras de Alan Pauls en su Factor Borges.
Facundo de Zuviría habla con gusto de su admiración por la obra de Walker Evans, que descubrió bastante tarde -ya existía un buen número de sus Estampas porteñas- y que lo deslumbró. La exuberancia de señalización fotografiada por Zuviría durante años -anuncios pintados, maniquíes de cera- pertenece a una época superada o en vías de caducar, al igual que las fachadas simétricas de 8,66 metros de ancho de los pequeños negocios de barrio que conforman el meollo de su Siesta argentina, carente de presencia humana, que terminó en 2003 tal una metáfora púdica del corralito (el aislamiento en el que la crisis económica hundió al país). “Siempre fotografié las fachadas de frente -precisa en una reciente entrevista-, buscando en esas líneas simples y austeras los rasgos definitorios de su esencia, una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos”. Pero esas tiendas, con la cortina de hierro bajada, ¿acaso no recuerdan la caja negra del fotógrafo, donde nacen las imágenes, la cámara oscura, la primera máquina, para Zuviría “una máquina de la marca Eho -una simple caja paralelepipédica con una lente- [...] regalo de mis seis años”, confía el autor, “una revelación” de la cual conservó el recuerdo de “ventanas” de 1 x 1,5 cm de alto o de ancho, por las que comenzó a mirar el mundo y a hacerlo caber en un rectángulo?
Muchos años después, en 2016, en una serie con un título elocuente, “Frontalismo”, Zuviría reincide en su exploración de las tipologías urbanas de Buenos Aires, pero esta vez en color. Recorre los barrios de clase media, atento a la vibración cromática de sus fachadas, a sus delicadas composiciones.
Hasta la última metáfora y quizá la imagen seminal del trabajo realizado por Zuviría desde la infancia: máquinas de escribir, en una oficina, recortadas contra una ventana y sobre un cielo y un paisaje de edificios crepusculares, sobre la eterna “ciudad ausente” ...
Dos de sus fotografías en la mirada de Adrián Gorelik
Facundo de Zuviría, Casita en la autopista, Liniers, 1984. Dirá sobre esta toma Adrián Gorelik: «Convengamos en que tanto su tipicidad como su modestia estética sirven para postular a esta Casita en la autopista como candidata ideal para una lección pop nativa, una suerte de "Aprendiendo de Buenos Aires", por parafrasear el clásico manifiesto de Robert Venturi. Sin embargo, no hay ni pizca de ironía en la fotografía. Es una toma franca y frontal, con una simetría perfecta que cambia radicalmente el objeto, dándole una elegancia que no altera la humildad del conjunto, pero que carga con un nuevo sentido nuestra mirada, nos permite conceptualizarlo. Zuviría la descubre y la realza devolviéndonos una imagen en la que es imposible no reconocer algo tan distintivo del paisaje de la ciudad como sorprendente por su ausencia de cualquier reflexión estética o intelectual. Su modo de distinción es tan simple y al mismo tiempo tan sofisticado, la toma frontal, ese modo determinante en todo su trabajo».
Facundo de Zuviría, Vista desde la oficina, Buenos Aires, 1987. Disfrutemos de la imagen guiados por la voz de Adrián Gorelik: "El fin de la jornada laboral que presenta la fotografía supone, entonces, una transformación general de las representaciones urbanas que combina un momento de esplendor cívico y una experiencia personal de iniciación en la cultura de Buenos Aires: los materiales con que se compone el suelo mitológico del propio Zuviría. La fotografía no ofrece a simple vista tanta información, claro está, pero el ensamblado de historias de aprendizaje y despedida la carga con una melancolía que no puede explicarse únicamente en el anacronismo de las máquinas de escribir."
Acerca de Facundo de Zuviría. Estampas porteñas
Sala Recoletos / Paseo Recoletos 23, Madrid.
Horario general:
Lunes (excepto festivos) de 14 a 20 h. (Acceso gratuito)
Martes a sábados de 11 a 20 h.
Domingos y festivos de 11 a 19 h.
Precio de la entrada general: 5 €
La exposición finaliza el 7 de mayo de 2023.
Acerca de Facundo de Zuviría
Fotógrafo, nació en 1954 en Buenos Aires, ciudad en la que vive y de la que ha hecho el tema central de toda su obra. Publicó varios libros con su trabajo, como Estampas Porteñas (1996), Siesta Argentina (2003), Buenos Aires: Coppola + Zuviría (2006), Paraná ra’angá (2013), Estampas (2015) y Frontalismo (2019), entre otros.
Entre sus exposiciones más recientes se destacan las realizadas en Fondation Cartier (Paris, 2013 y 2018), Museo del Chopo (México, 2018), America’s Society (New York, 2017), Museo Lasar Segall (San Pablo, 2016), Fondation A Stichting (Bruselas, 2015/2016), Whitechapel Gallery (Londres, 2015), Museo Amparo (Puebla, México, 2014) y ICP (New York, 2014).
Obtuvo dos veces el Premio Konex, y también, el Premio Leonardo del Museo Nacional de Bellas Artes.
Sus fotos integran las colecciones del Metropolitan Museum of Art (New York), el MoMA (New York), la Bibliothèque Nationale (Paris), la Fondation Cartier (Paris), la Fondation A Stichting (Bruselas), el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el MALBA-Fundación Costantini, la Fundación Proa, el Fondo Nacional de las Artes y el Museo Castagnino en la Argentina, entre otras colecciones privadas e institucionales en el país y en el exterior.
* Agradecemos al autor la autorización para editar en Hilario. Artes Letras Oficios su texto, publicado en el catálogo razonado de la exposición.