El reciente hallazgo en Montevideo -Uruguay- de cuatro tempranos retratos amplía la escasa iconografía tehuelche y mapuche del período fundacional de la fotografía y abre nuevas perspectivas en el campo de la investigación histórica y antropológica.
Además, nos permite contar con la esperanza de futuras sorpresas en la medida en que estas investigaciones se difundan no solo en los espacios académicos, sino también entre nuestra población, ya que en ella se encuentran los mayores y más ricos patrimonios formados con la memoria fotográfica.
Sobre esta especial iconografía debemos señalar que, en una primera etapa, dichos pueblos nativos fueron documentados en dibujos y pinturas levantados por exploradores y artistas itinerantes europeos, buena parte de ellos trasladados a los grabados xilográficos y en acero, y a las novedosas litografías. La industria editorial impulsó el desarrollo de estas ilustraciones destinadas a enriquecer las crónicas de los viajeros o bien, a componer auténticos álbumes que por su encanto visual atrapaban a un público ávido por conocer los lugares más recónditos del planeta.
En pleno desarrollo de esta moda europea que avanzaba por todo el orbe, el invento de la fotografía arribó a estos países del sur de América y fue entonces, que el panorama documental cambió totalmente al socaire de esta nueva tecnología mecánica cuya base eran las reconvertidas cámaras oscuras y complicadas fórmulas químicas.
No obstante, debemos resaltar que, hasta el presente, no se ha localizado ningún registro sobre tehuelches -u otras etnias indígenas de nuestras naciones- tomado con los procesos pioneros del daguerrotipo o ambrotipo, realidad comprensible pues aquellos procesos consistentes en obras positivas únicas debían ejecutarse en el acto con sus equipo de toma y revelado, y la obra debía acompañar a su autor con los riesgos que aquellos viajes implicaban. Sin embargo, sorprende esta ausencia ya que al poblar las tierras próximas a la única ruta de circunnavegación -Atlántico / Pacífico- de la época, cabría pensar que algún pionero haya realizado tal registro de nativos en su hábitat. Esta hipótesis nos permite abrigar una remota esperanza de localizar en algún museo o archivo europeo o norteamericano, aquel registro de indígenas patagónicos y fueguinos hasta aquí desconocido.
La documentación fotográfica sobre los grupos indígenas en nuestro país se inicia entonces a partir de la década de 1860; fue cuando desembarcó el proceso negativo-positivo con sus negativos de vidrio al colodión húmedo y copias por contacto en papel a la albúmina o albuminado. Esta nueva técnica tuvo su expresión más popular en las pequeñas tarjetas de visita – de 6 x 9 cm- de origen francés, las denominadas "carte-de-visite".
Con ellas irrumpió en casi todas las clases sociales la fiebre de la "cartomanía" -la baja de sus costos permitió democratizar el retrato fotográfico, poniéndolo al alcance de buena parte de la sociedad. Ese público ávido impulsó la demanda al punto de permitirnos hoy explicar la multiplicación de los flamantes estudios fotográficos. Por entonces en Buenos Aires, el alemán Adolfo Alexander regenteaba tres locales en forma simultánea, al igual que el brasileño Christiano Junior y, esta abundancia de retratos familiares dio como resultado la invención del álbum fotográfico.
En su afán de ampliar su horizonte comercial los estudios fotográficos ofrecían en venta retratos en "carte-de-visite" sobre grandes figuras nacionales e internacionales -generales, obispos, héroes de la Independencia, reinas, emperadores, célebres artistas, etc- las cuales solían encabezar la saga familiar en los álbumes mencionados. Se comprende ahora que estas "exóticas" imágenes sobre el mundo indígena formaban parte de este colectivo, además de ser muy solicitadas por viajeros internacionales, museos y centros de estudio en Europa y los Estados Unidos.
La producción de esta especial iconografía se puede dividir en dos grandes grupos; la realizada en el mismo territorio con cámaras de viaje y a modo "plein air" sobre grupos y reflejando incluso sus tolderías y rucas [viviendas del pueblo mapuche], y los cuidados registros obtenidos en los estudios fotográficos, en su gran mayoría establecidos en las ciudades más importantes, como Buenos Aires, Valdivia y Santiago de Chile. Entre aquellos precursores podemos mencionar a Esteban Gonnet, Benito Panunzi, Peter Adams, Rafael Castro y Ordoñez, John Bell Hatcher, Federico Kohlmann y Alberto de Agostini, extendiéndonos hasta los inicios del siglo XX. El investigador Osvaldo Mondelo en su libro dedicado a la fotografía de tehuelches, registra un total de 45 fotógrafos identificados con imágenes captadas sobre este ancestral pueblo.
Una pequeña y gran galería de retratos
Las cuatro obras fotográficas que protagonizan este artículo fueron tomadas en sendos estudios profesionales; las dos que abordaremos en primer lugar, en suelo argentino, y las restantes en Chile. Las primeras con sendos retratos de tehuelches, y las otras dos, con mapuches. Ambos pares se reunieron con los años en manos de un colector uruguayo y formarán parte de un próximo remate organizado por Hilario. Artes Letras Oficios y Zorrilla Subastas, una fructífera alianza de dos casas prestigiosas instaladas en ambas márgenes del Río de la Plata.
Cuando las tarjetas de visita fueron seleccionadas para participar de la venta prevista para el mes de agosto venidero, me notificaron sobre el hallazgo y feliz, compartí la buena nueva con mi colega Osvaldo Mondelo, especializado en la fotografía sobre el pueblo tehuelche, quien prontamente solicitó el permiso para su inclusión en un próximo libro, Mulato (Chümjaluwun) Cuando las ovejas corrieron a los tehuelches de la Patagonia, que ya entraba en imprenta en Santiago de Chile. Pero, sin los tiempos suficientes aquel intento no pudo concretarse, para lamento del autor, que después de décadas de búsqueda y estudio, se sorprendió con el hallazgo de estos retratos.
La historia de Casimiro Biguá o Bivois, la autoridad indígena documentada en la que podríamos abordar como primera toma, posee características especiales. Fue un "lenguaraz" del cacique Centurión, compañero del explorador inglés George Musters, amigo del Comandante Luis Piedrabuena e informante confidencial del cacique Sayhueque, jefe de la heterogénea confederación de indígenas tehuelches y mapuches. Biguá ostentó altos cargos militares -capitán y teniente coronel- en los ejércitos chilenos y argentinos, y fue actor de las disputas territoriales entre ambos países.
En los primeros años de la década de 1860 Biguá acompañó al marino Luis Piedrabuena en su viaje a Buenos Aires para una entrevista con el mismo presidente Bartolomé Mitre y, en esa oportunidad, fue retratado entre otros fotógrafos, por el alemán Adolfo Alexander junto a su hija Juana en otras imágenes. Debemos señalar que Alexander introdujo a Piedrabuena a la masonería argentina según nos informa Alcibíades Lappas.
Anotaciones agregadas al dorso de cada retrato, sin duda obra de un mismo informante.
La información contenida al dorso de la tarjeta sobre su mudanza a Uruguay es toda una novedad y sin duda, abre un nueva puerta en el estudio sobre la vida de Casimiro Biguá. Es que en la cara libre del soporte secundario, en un texto manuscrito moderno hecho con distintas tintas e incluso con lápiz, se lee: "Cacique Casimiro Biguá [Tehuelche]. Indio que vivió en la estancia de John Mac Coll [1] en la 9° sección judicial del Departamento de San José [actual Paraje Chamangá Flores]. Fotografía Jouant Hnos. Montevideo. Junio de 1866." El autor de estas anotaciones hizo lo propio en el siguiente retrato de Juana Biguá, aunque en este colocó un signo de pregunta antecediendo la data sobre su paso por la estancia de aquel escocés radicado en Uruguay, y como información final, agregó que, “según Florita Mac Coll [hija de John] era la esposa de Biguá”, respondiendo a otra pregunta colocada allí mismo: «India Tehuelche / Esposa o hija Juana? del Cacique Casimiro “Biguá” [Tehuelche]». Para el ignoto autor de estas anotaciones, ambas fotografías fueron tomadas en el estudio de Jouant Hnos, de Montevideo, o al menos allí fueron realizadas estas copias -sin indicaciones de autoría, aclaramos- por ellos comercializadas.
Era común en aquellos años que las imágenes fueran reproducidas por otros fotógrafos profesionales; algunos las ofrecían en sus cartones estampados con las publicidades de los estudios y otros, montadas sobre simples cartulinas blancas y anónimas; en ambas versiones sin respetar los derechos de autor.
A la izquierda, el retrato que les tomara Adolfo Alexander en su estudio de la calle Artes 37, de Buenos Aires. A la derecha, un grabado que reproduce aquella fotografía. En Tehuelches. Danza con fotos, de Osvaldo Mondelo.
Ya anunciado, nos ocuparemos ahora del siguiente retrato, con la figura de cuerpo entero de Juana, ¿esposa o hija de Biguá? Para despejar toda duda sobre su identidad, diremos que el historiador patagónico Osvaldo Mondelo en su obra cumbre Tehuelches. Danza con Fotos (2012) indica al respecto: "Juana fue la mayor de los cuatro hijos de Casimiro y tuvo nombre cristiano. Sus hermanos fueron Sam Slick, Gabriel y Chingook. Fue esposa de Cuastro, trágico personaje sobre el que habla George Musters en su crónica titulada Viaje entre los patagones".
La vestimenta de Juana consiste en un largo cobertor realizado con piel de guanaco -quillango- que llega hasta sus pies sujeto a la altura del cuello, formidable abrigo para afrontar el rigor del clima patagónico. Posa de pie en el estudio, mirando hacia la cámara y, a su lado sobre la silla con respaldo de columnas salomónicas, se muestra un arco y flechas seguramente de su padre. La decoración de la sala consta de un telón liso y claro complementado con una pesada cortina de pliegue. La iluminación utilizada en esta casilla aérea es de tipo natural.
En la cara occidental de la cordillera, mapuches o araucanos
Ubicados en la misma época, y en las dos imágenes que ahora nos ocupan ya en la porción chilena de la Patagonia, los mapuches fueron tema de interés para numerosos fotógrafos viajeros y también, para los instalados en los centros urbanos de aquel país. Lo expresamos anteriormente, las representaciones de estos pobladores indígenas alcanzaban una alta demanda en el hemisferio Norte e inclusive, entre quienes formaban sus álbumes fotográficos en el ámbito local, reuniendo a la par de imágenes familiares y de amigos, los llamativos retratos de personalidades nacionales y extranjeras, y de figuras exóticas que enriquecían la originalidad del conjunto, al principio, siempre en el pequeño formato de las carte-de-visite.
En un registro no localizado entre los libros que consultamos, nos conmueve la escena familiar de un jefe araucano -en este caso, el cacique Meliá- posando junto a su hijo y es de imaginar, ambos por primera vez en sus vidas enfrentados a una cámara; la escena es bien emotiva y sus manos lo dicen todo. El pequeño mira muy fijo hacia esa máquina misteriosa que lo apunta con sus cuatros "cañones" dorados. Para resaltar sus figuras, el retratista huinca ha realizado un efecto de esfumado.
Ambos visten llamativos ponchos; el del cacique, con tres calles de laboreo que muestran las figuras geométricas escalonadas, las prendas hablan muy alto sobre la habilidad de las tejedoras mapuches. En telares ancestrales, la lana de oveja hilada a huso se convertía en una prenda que además de útil y bella, transmitía mensajes en su decoración, y dignificaba el poder comunitario de quien lo portaba.
En el cuarto y último retrato de este singular hallazgo montevideano, damos con la figura de un anciano mapuche, quizás nacido en las postrimerías del siglo XVIII o bien apenas iniciado el siguiente. Su mirada penetrante, dirigida al horizonte, nos transporta a una vida plena en aventuras y emociones.
Durante la segunda mitad del siglo XIX los retratos de indígenas posando en los estudios fotográficos han sido realmente muy escasos y, por tal motivo, estas imágenes alcanzan un alto valor iconográfico por la singular precisión de aquellas cámaras de galería y el valor agregado de una correcta iluminación sobre el sujeto.
A la distancia en el tiempo, se comprende que los cuatro retratos circularan por distintas geografías impulsados por la popular moda de la llamada "Carte-de-visite". Este salto en el consumo de imágenes dominó el flamante mercado fotográfico desde la década de 1860. Localizarlas hoy resulta de vital importancia para el estudio de quienes posaron frente a las cámaras. Y cuando el hallazgo nos sitúa frente a imágenes desconocidas, su valor testimonial se acrecienta. ¡Enhorabuena!
Nota:
1. Escocés de origen, John Mac Coll se afincó en Uruguay donde falleció en 1886. Fue miembro del Directorio de Fundadores del Ferro-Carril Central del Uruguay [1866] y propietario de estancias. Se afirma que fue el autor de una Guía para emigrantes a Uruguay publicada en Londres en 1862. En Sentir el lugar. Diálogo Uruguay - Escocia, Montevideo, Linardi y Risso, 2011.
Agradecemos la información brindada por Andrés Linardi.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios
Tras las huellas de una fotografía del Cacique Casimiro Biguá o Bibois
Por Osvaldo Mondelo *
Las notas o referencias escritas al dorso de las fotografías antiguas suelen producir más interrogantes que certezas. La mayoría de estas anotaciones han sido escritas a posteriori del tiempo fotográfico del autor y se convierten en fuentes ambiguas, imprecisas y vagas. Algunas sirven.
El manuscrito agregado en el reverso de las fotografías inéditas de Casimiro y de su hija Juana es una señal que nos convoca a seguir investigando sobre la vida polifacética de este cacique tehuelche. Clave en la disputa territorial de la Patagonia por la diplomacia de la Argentina y Chile.
Hay documentación de 1845 sobre su viaje a Santiago de Chile, durante el gobierno del presidente Manuel Bulnes (1841-1846) y también de sus visitas, entre los años 1864-66, a la ciudad de Buenos Aires donde fue retratado por prestigiosos fotógrafos, entre ellos Esteban Gonnet, Benito Panunzi, Adolfo Alexander y la Galería de Arte Fotográfico de Francis Meek y Guillermo Kelsey, pero no tenemos data de su presencia en una estancia de Uruguay. Sin embargo, debemos recordar que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, el tránsito marítimo entre las Islas Malvinas y el puerto de Montevideo era una ruta frecuente para las escasas embarcaciones que recorrían las costas patagónicas. Entre ellas, la de su amigo, acopiador y socio comercial de cuero y plumas de avestruz, el capitán Luis Piedrabuena quien lo llevó en su paquebote en una o dos oportunidades para entrevistarse con las autoridades argentinas. Su hijo mayor, cuyo nombre original desconocemos, recibió según narra George Muster, en su libro Vida entre patagones, el apodo de Sam Slick en el archipiélago austral de parte de los marineros malvinenses.
¿Estuvo también Casimiro en Puerto Stanley? ¿Habrá desembarcado en Montevideo y de allí, una breve residencia en la estancia del ganadero escoses John Mac Coll? ¿Fue retratado en el famoso estudio de Montevideo de Jovant hermanos?, son misterios a responder. Lo cierto es que detrás de cada fotografía antigua (frente y dorso) hay una historia fantástica para descubrir y contar.
* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios
Osvaldo Mondelo
Investigador histórico-fotográfico. Es autor de Tehuelches, danza con fotos y de Mulato (Chünjalawum). Cuando las ovejas corrieron a los tehuelches en la Patagonia de próxima edición