Recientemente hemos acuñado la palabra "fotólogo" para designar, de alguna manera, a los responsables de una nueva especialidad en el campo de la fotografía patrimonial, o sea, aquel investigador que busca afanosamente tesoros ocultos en multitud de archivos públicos, privados -de coleccionistas o familiares-, e institucionales; en negocios anticuarios, casas de subastas, ferias de pulgas y hasta entre los recicladores urbanos, mejor conocidos en la jerga popular como "cartoneros".
En todos y en cada uno de ellos existe la misma fiebre obsesiva por el "gran descubrimiento" o sea hallar de pronto esa antigua obra fotográfica que, por su característica única o especial, se destaca sobre todas las demás. Queremos advertir en este exacto punto que los "fotólogos" en nada se diferencian de los arqueólogos, antropólogos, egiptólogos y otros tantos especialistas vinculados al logos, conocimiento en griego, de nuestro pasado.
Esa fue la exacta sensación que despertó en mí el corpus de fotografías que me acercó la firma Hilario para realizar un estudio exhaustivo de cada una de ellas; se trataba de la selección preparada para presentar en la feria BAphoto 2021, la que forma parte del octavo catálogo fotográfico impreso que se lanzará en dicho espacio.
Y al recorrer esas imágenes, un conjunto en especial me llamó poderosamente la atención: 22 gelatinas de plata en el formato de 18 x 24 cm.; todas obras vintage sueltas o individuales, viradas al sepia y con sus márgenes negros. Las copias fueron realizadas por contacto de negativos de vidrio de fabricación industrial y conocidos como "placas secas".
La evolución de la fotografía y los grandes centros urbanos
Las ciudades más desarrolladas del mundo fueron desde los inicios mismos de la fotografía urbes apropiadas y convocantes para el avance y la experimentación de este nuevo arte; ello se debió entre otros motivos, a que tanto París, Londres, Berlín o Nueva York concentraron en fechas tempranas a centenares de fotógrafos, tanto profesionales como amateurs. Obviamente entre los primeros la competencia era más que reñida y, en tal sentido, cada atelier se esforzaba en elevar la calidad de sus obras fotográficas, labor que se puede clasificar en dos grandes campos, la retratística de tipo social y la toma de vistas urbanas o rurales, estas últimas en mucho menor proporción con relación a la primera.
Así sucedió en Buenos Aires, ciudad que desde el año 1843 vio desembarcar a los primeros daguerrotipistas y que desde esa fecha ostentó el privilegio de contar con más fotógrafos en su reducido territorio que en todo el resto del país. Por ese motivo ya desde la década de 1850 se conocen tempranas vistas al daguerrotipo, registros "plein air" que se multiplicaron a través de nuevas técnicas como negativos al colodión húmedo y copias a la albúmina, para desembocar hacia fines del siglo XIX con los papeles a la gelatina de plata.
Copias sueltas y álbumes encuadernados con las llamadas vistas urbanas y rurales se iniciaron en forma progresiva a partir de la década de 1860 con los trabajos de Esteban Gonnet, Benito Panunzi, Christiano Junior, Samuel y Arturo Boote, Samuel Rimathé y Harry Grant Olds. De esta manera la opulenta Buenos Aires se representaba a sí misma a través de sus propios fotógrafos gringos, y la producción iconográfica se multiplicaba en cantidad, al mismo tiempo que ganaba en calidad.
Por eso tener en nuestras manos una colección de vistas sobre la pequeña población bonaerense de Rauch realizadas a principios de siglo XX, ya nos resultó un suceso poco común y, si a esa sorpresa, se le agrega la calidad sorprendente de estos 22 registros, nuestra admiración subió de punto.
¿Quién fue este artista de la cámara? El historiador de Rauch, el doctor Hernani Justo Barili, nos informa sobre la existencia de un mínimo plantel de profesionales actuantes en ese pueblo hacia la fecha, ellos son Ramón Micó, Jacinto Sersósimo y el profesor de pintura y fotografía León F. Ibos, a quien atribuimos finalmente estas maravillosas obras. O sea, los rauchenses contaban hacia los inicios del 1900 solamente con tres fotógrafos cuando a 277 kilómetros de distancia, Buenos Aires ostentaba la suma de más de 75 firmas fotográficas, según la Guía Nacional de Pablo Basch del año 1903. ¡Vaya diferencia!
El hallazgo de Rauch
El conjunto nos presenta un completo panorama sobre aquella pequeña comunidad agrícola y ganadera que, hacia la fecha, solo contaba con alrededor de 12.000 vecinos. Nuestro cronista gráfico se propuso documentar los aspectos más salientes de Rauch y lo hizo trabajando con una voluminosa cámara de madera para placas de negativos en vidrio y en el respetable tamaño de 18 x 24 cm. Obviamente debía trasladar el equipo con un carruaje a caballo por las distintas locaciones a registrar, tanto en el pueblo como en el campo.
Empezando por Rauch comprobamos que documenta algunos comercios locales como farmacias o almacenes; lo hace con las tomas de sus frentes o interiores, y también fábricas, el conocido molino harinero. Y en esa decisión de testimoniar la vida cotidiana, capta ritos sociales como el impresionante cortejo fúnebre, los deportes con sus cazadores y ciclistas, la actividad de las colectividades extranjeras surgidas de la inmigración -vemos la francesa y la española-, el trabajo agrícola a través de una maravillosa escena de la cosecha con equipos de última generación a vapor y por supuesto, los entrañables registros familiares donde niños y jóvenes son protagonistas especiales.
Sin duda estamos ante un observador sagaz que enfoca su cámara con gran criterio documental, y que a la vez lo hace con buena calidad artística; sabe mucho de fotografía, utiliza los planos amplios, normal y aún en picado, y por supuesto los vecinos conscientes de esta oportunidad colaboran con sus precisas instrucciones, lo que indica que se trata de una persona muy conocida en el pueblo.
Cinco fotografías que seducen
Uno de los mejores registros corresponde a un joven grupo de ciclistas con sus equipos y vestimenta de carrera, un deporte y medio de transporte individual que, hacia principios del siglo XX, estaba cobrando gran relevancia y revolucionando las costumbres sociales. Los cinco deportistas posan ufanos y felices en el jardín de una quinta mostrando su merecido trofeo que, hacia la época, era un sencillo ramo de flores,
En las inmediaciones del trazado urbano, el arroyo Napaleofú fue desde siempre lugar de recreo y expansión para los vecinos de Rauch; la construcción y mantenimiento de una necesaria represa para encauzar sus aguas fue la excusa para que nuestro fotógrafo organizara una extraordinaria puesta en escena, cuyos protagonistas son todos hombres posando para la cámara sobre aquella estructura de madera y hierro.
Las escenas de cosecha forman parte de la mejor iconografía sobre el campo argentino; la mecanización del agro posicionó a nuestro país como "el granero del mundo" por el volumen increíble de exportación de cereales. Consideramos que esta escena de trabajo en la llamada "Pampa Gringa" con sus patrones, peones y hasta familias con niños, ya forma parte de esta saga. La estrella es definitivamente la enorme trilladora a vapor o Locomovil y, el detalle delicioso lo aporta el "mecánico" criollo con sombrero y cigarro que lubrica al monstruo con su pequeña aceitera.
León F. Ibos (atribuida): La cosecha. Rauch. Circa 1902.
Bucólica escena en una tarde de verano, donde cuatro niños juegan en la quinta del abuelo; realmente un cuadro encantador y que aporta interesantes detalles sobre las costumbres de época, como los sombreros de rigor para los varoncitos, uno de los primeros triciclos infantiles y el curioso carruaje de madera con eje delantero para niños pequeños, típico juguete oriundo del siglo XIX el cual solía tirarse por perros grandes. La elaborada hamaca es para la niña mayor con botines altos, mientras la tímida menor luce sus trencitas. El orgulloso abuelo -ha perdido su mano izquierda- posa sentado sobre la clásica silla cervecera de tipo plegable, mientras el perro compañero se esconde tras las piernas de la niña y ladra frente a la amenazadora cámara con su trípode.
León F. Ibos (atribuida): Juegos en familia. Rauch. Circa 1902.
La última fotografía que describimos sobre esta valiosa colección bonaerense es la más significativa desde el punto de vista social; el historiador Barili nos informa que a principios de siglo existía en el pueblo de Rauch una gran cantidad de niños "pobres de solemnidad" quienes dependían de la ayuda social para subsistir. La tremenda escena los muestra reunidos observando tres carretillas con grandes trozos de carne -incluida la cabeza descarnada de una res- y una gran bolsa de pan. Terrible escena de pobreza extrema en aquel mediodía de sol y donde el hambre infantil es el protagonista absoluto.
León F. Ibos (atribuida): Pobres de solemnidad. Rauch. Circa 1902.
Para concluir, no podemos dejar de relacionar esta excepcional colección fotográfica sobre el pueblo de Rauch, con una obra similar en lo conceptual llevada a cabo -pero años después- por el célebre fotógrafo Fernando Paillet (1880-1967), quien documentó con gran maestría la ciudad de Esperanza (Santa Fe) -donde nació - incluyendo la saga colonizadora de aquellos gringos que apostaron todo por su nueva patria, Argentina.